Tormenta

86 10 5
                                    

*Una noche donde la luna nunca apareció, amenazaba con tormenta*

El segador sombrío empuñó con furia su viviente arma. En sus ojos se reflejaba la ira y la sed de sangre.
¿Cómo se había atrevido Zed a humillarle de esa forma frente a los demás alumnos de la orden?
Sus fallos en la misión habían sido mínimos, pero no, no podía ser así, él debía ser perfecto.
Caminó con paso firme, la cabeza en alto con arrogancia tratando de reparar su orgullo hasta salir de la sede de la Orden de las Sombras.

El ojo de Rhaast brillaba intensamente en la obscuridad, su portador se había adentrado en el bosque que quedaba cerca del pueblo de granjeros y agricultores de Jonia.

-¿Por qué no simplemente abandonas la orden? Sólo te causa decepciones después de todo... Podríamos hacer cosas más interesantes si te liberas del yugo de Zed.- Rompió Rhaast el silencio.

Por un momento fue ignorado, aunque después de reflexión y un suspiro de ilusión.

-Un día superaré a Zed... Tendrá que cederme el puesto como líder de las sombras... Y si no... Lo mataré- Remarcó esto último con un tono burlón y una sonrisa maliciosa.

-Como digas- Dijo el arma restando importancia a las palabras del joven- Tengo sed de sangre Kayn...

Estás palabras hicieron sonreír al joven, quién llegando al pueblo silencioso balanceó el arma a modo de juego.

-Descuida... Hoy obtendrás lo que quieres...-En un susurro, el chico con paso sombrío se adentraba en el poblado sin hacer ni un ruido. Puso su atención sobre la más alejada vivienda, estaba justo al lado de los campos de trigo.

Un relámpago cayó, iluminando de pronto toda la escena. Segundos después, el sonido atronador se hizo presente en toda Jonia... Era simplemente perfecto.

Una joven despertó, asustada por la tormenta, sus padres en la otra habitación parecían no haberse percatado. Sentada en la cama trataba de cubrir sus oídos con la almohada, temiendo de aquel estruendo.
Miró por la ventana cómo el cielo comenzaba a descargar su furia, con pesadas gotas que impactaban contra su techo, sin detenerse.

Kayn arrastraba el filo de su arma por el suelo de madera, observaba a su alrededor el cual era parcialmente revelado por los destellos de afuera. Entró a la primera habitación que encontró, se quedó parado junto a los dos cuerpos que yacían descansando, ignorantes del peligro que los acechaba. La muerte se cernía sobre ellos con cada segundo que pasaba.

Una risa tenebrosa hizo eco en la habitación, la diversión estaba a punto de comenzar.
Sigilosamente se acercó a su primera víctima, un hombre de avanzada edad al cual se le notaba el cansancio del arduo trabajo cotidiano. La guadaña en lo alto, un corte rápido, un trueno silenciaría la garganta de aquel hombre.
La mujer que reposaba junto a él despertó para ver la aterradora figura salpicada de la sangre de su esposo, quien ahora agonizaba sosteniendo el lugar donde alguna vez había tenido un brazo. La mujer intentó levantar a su marido para escapar, pero el mango de la guadaña les cerró el paso, con éste Kayn golpeó a la mujer en el abdomen haciéndola caer.

Girando con maestría el arma, cortó una pierna esta vez, el hombre estaba casi muerto por la perdida de sangre, pero seguía gritando.
El segador sombrío se deleitaba con tal sinfonía de muerte, la sangre brillaba con cada relámpago. Su risa resonó siniestra por las paredes.

La joven Joniana temblaba, se escurrió hasta donde su padre solía guardar una katana, empuñó con torpeza el arma. Con paso inseguro se apresuró a asesinar al intruso. La obscuridad la cegaba, vio la silueta, arremetió contra ella solo logrando ser golpeada en el costado, cayó al suelo de un puñetazo acompañado de aquella risa.

Dark Kayn One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora