U N O

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— ¡Dios! pero qué dolor tan grande. —se colocó en cuclillas un momento y se pasó agresivamente el dorso de la mano por la nariz. Empezó a ver borroso, palmeó su cuello con delicadeza y lo sintió caliente, muy caliente. — Pero... ¿qué coño me pasa? —soltó el improperio, generalmente ella nunca estaba caliente, prácticamente siempre parecía un cadáver, fría como una panela de hielo.


Miró cautelosamente a su alrededor, todo se veía extraño, distinto. Motes grises y negros rodeaban su visión. Un relámpago de debilidad atravesó su cuerpo con suma fuerza y cayó al suelo, temblando, gimiendo y moqueando. No sabía qué le pasaba. O sus manos se encontraban muy frías o su cuerpo estaba hirviendo. Tembló de nuevo, pero a diferencia de la vez anterior, se sacudió con fuerza y se arqueó; se dobló completamente poniéndose en posición fetal, buscando un refugio, algo en que sujetarse. Deseando que tal vez con eso el dolor y el frío se fueran de su lado.



Dejó de temblar un momento para estornudar, un estornudo que hizo que todo el cuerpo se le erizara, se estremeció de pies a cabeza.



— ¿Qué me está pasando? —preguntó a lo que sea que la escuchase; un estornudo se aproximaba, podía sentirlo recorriendo su sistema, salió de ella como un misil directo a su víctima, dejándola desamparada, sin aliento y tan débil que todo en menos de un minuto se volvió negro.



Abrió los ojos con dificultad, intentando acostumbrarse a la tenue luz del lugar. Estaba recostada en una camilla.


—Despertó —susurró una voz suave. Volteó la cabeza para hallar esa voz y aferrarse al rostro que le pertenecía a esta. — Señorita Zhang ha despertado. —lo dijo con cariño, pero algo no estaba bien, lo presentía. Trató de moverse, pero no lo logró.


Sus muñecas y sus tobillos estaban atados a la camilla.

Trató de doblarse, y tampoco lo logró, una gruesa correa la sujetaba la cadera y otra el abdomen.


— ¿Qué está pasando? —preguntó, con el corazón palpitando al ritmo del aleteo de un colibrí; la desesperación estaba por consumirla, empezaba a sudar.

— Es por tu bien... —hablo la enfermera mientras intentaba acercarse a ella, pero se empezó a sacudir desesperadamente, buscando la forma de liberarse de lo que lo ataba.

— ¡Suéltenme! —gritó.— No hice nada para estar acá, ¿Qué hice para merecer esto?

— Trataste de suicidarte Lina. —confesó con la decepción inundándole la voz, dejándola completamente atónita.

— ¿Qué? —preguntó confundida.

— Llamaré al doctor. —dicho esto la enfermera salió en busca del doctor. Salió directo a su oficina pasando por los pasillos largos. Tocó la puerta y una voz desde adentro le pidió que pasara. — Doctor Wang, la paciente ya despertó. —le dijo mirándolo.

— ¿Cómo se encuentra? —empezó arreglar las carpetas que estaban en su escritorio.

— Será mejor que venga a verla. —habló con cierto temor. — No recuerda lo que hizo.

— ¡Vamos! —ambos salieron hacia la habitación de la paciente. Al entrar encontraron a la chica mirando al techo. Ella al sentir su presencia llevó su mirada a ellos. — Hola, señorita Zhang, yo soy el doctor Wang Jia Er pero puedes decirme Jackson y ella es mi compañera de trabajo Lu. —dijo acercándose un poco a ella.

— ¿Qué hago aquí? —volvió a preguntar.

— Intentaste suicidarte. Hace unos días, tu amigo te encontró y te trajo aquí. Hicimos todo lo posible para salvarte la vida. —habló el buscando una pequeña linterna para así encenderle, sujeto el rostro de la joven y alumbró sus ojos buscando alguna anomalía en su vista. Al terminar la apagó y la guardó en su bolsillo.

— No entiendo. No recuerdo que pasó. —habló ella temerosa.

— Tomaste muchas pastillas Lina. Lo cual hizo que entraras en un shock y convulsionaras. —habló la enfermera.

La chica movió un poco su cabeza para observarla y bajo su mirada en forma de tristeza.

— ¿Ya recordaste algo? —habló Jackson.

— Solo recuerdo un poco. ¿Dónde están mis padres? —preguntó observándolo.

— Aún no han llegado de España. Llegarán pronto. Tu amigo Mark le notificó el mismo día en que ingresaste aquí. —dijo mirando su expediente.

— ¿Cuántos días llevó aquí? —preguntó observándolos.

— 5 días. —afirmó la enfermera.

— ¿5 días? —se sorprendió. — Y en 5 días aún no han venido a verme. —sonrió con tristeza. Ni siquiera les importa que estuve a punto de morir. A ellos sólo les importa su estúpido trabajo. —habló bajo.

— Lu, espérame afuera, por favor. Hablaré con ella. —dijo mirando a la chica la cual asintió y se fue. — Bien, dime ¿por qué crees que no le importas a tus padres?—suspiró observándola.

— ¿No es obvio, doctor Wang? —lo miró. — Ni siquiera han llegado. Siempre ha sido lo mismo desde hace años. Por eso mi hermano se fue de la casa y nunca volvimos a saber de él. Su desinterés en nosotros. No les importaba si comíamos o no. Si dormíamos bien, si íbamos bien la escuela. Nada. Solo era su jodido trabajo. —mientras hablaba su voz se entrecortaba. Las lágrimas empezaban a caer mojando aquella almohada donde se encontraba recostada.


Jackson se acercó a ella y quitó aquellas correas que la sujetaban e hizo que se sentara en la camilla. La observó un rato y suspiró profundo.


— Quizás a tus padres si les importas pero trabajan muy duro para que nada te falte, Lina. —habló despacio ganándose que ella lo mirara. — Tal vez su error fue descuidarte a tal punto de no darte ese cariño que todo hijo e hija necesitan en esta vida. Nuestros padres siempre van a querer darnos lo mejor, darnos cualquier cosa que uno les pida pero se olvidan que no todo es material que en algún momento de la vida vamos a necesitar un abrazo de ellos o simplemente escuchar un "te quiero" de su parte. Pero se centran tanto en trabajar para darnos lo mejor que nuestra felicidad pasa de ser percibida por ellos. —habló mientras la miraba e intentaba calmarla un poco.

— Lo único que quería de ellos... era su apoyo. He sufrido depresión desde hace dos años y a ellos nunca les importó si estaba bien o no. —secó sus lágrimas con el dorso de su mano. — Por eso ya no quiero estar más en este mundo. No tengo a mi hermano y ellos solo se la pasan trabajando ni un mensaje ni una llamada me dejan para saber si estoy bien. —volvió a llorar.

— Tranquila, todo estará bien. Mientras estés aquí voy a estar contigo, ¿está bien? —la observó y le regaló una pequeña sonrisa.

— ¿Y cuán ya no esté aquí? —lo miró.

— Seguiré en contacto contigo. —afirmó. Jackson sabía que relacionarse con sus pacientes estaba totalmente prohibido pero realmente esta pobre chica le causaba un poco de triste. Saber que sus padres no están al tanto de ella le daba cierto temor que terminara quitándose la vida.

— Gracias doctor Wang. — sonrió.  



Hopeless | Jackson WangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora