Capítulo 8

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    -¿Lista? -le pregunté a mi colega con una firme sonrisa.
     -Lista -asintió y levantó el mentón para mirar al frente.
     Con Jessica nos pasamos toda la noche estableciendo nuestras reglas para valorarnos y no caer en el encanto varonil. Regla número uno: "comenzar la ley del hielo". Los chicos nos pasaron una mala jugada, a Jessica Rayan la había humillado frente a todos y la hizo llorar con su arrogancia, ninguna chica debe llorar para que el chico detenga su estúpida lengua. Segundo, Marcus había mostrado lo que le escribí a Rayan por ser un engreído, dejando de lado mis sentimientos ante ese egocéntrico acto.
    Abrimos la puerta del aula y entramos sin siquiera desviar un ojo hacia los chicos camino a nuestros bancos.
    -Buenos días chicos -les saludé a Flor y Sebastián quienes nos miraban aludidos.
     -Qué tal -les saludó Jessica con un asentimiento de cabeza y se sentó en su silla con suficiencia, hice lo mismo, pero un poco más relajada.
     -¿Qué están tramando ustedes dos?... -nos preguntó Sebastián preocupado por nuestra salud mental.
     -La ley del hielo -respondimos al mismo tiempo.
     Flor soltó una estruendosa carcajada y ambas la fulminamos con la mirada. No era gracioso, ¿por qué nuestra amiga racional se reía?
     -¿Qué les pasó, les vio a las dos? -preguntó de repente Marcus, sentándose sobre mi banco seguido de Rayan quién se sentó sobre el de Jessica.
     Con Jessica nos dimos un vistazo y asentimos al leernos la mente. Empujamos cada una a nuestro enemigo haciendo que ambos se ligaran un buen golpe contra el suelo.
    -¡¿Oigan pero que les pasa?!
    -¡¿A caso se les unió el ciclo menstrual o qué?!
     Nos gritaron los chicos desde el suelo.
     -Ley del hielo -les respondimos con el ceño fruncido y los brazos cruzados, sentadas como unas señoritas desde nuestras sillas.
     Ambos fruncieron el ceño y suspiraron.
     -¿Qué rayos es la ley del hielo?... -cuestionó Rayan, el hombre de las cavernas, con pesar.
     -Obtendrán lo que se merecen -respondí, pero mirando fijamente a Marcus quien estaba en el suelo sentado como un indio.
     Los chicos se dieron un vistazo y carcajearon en nuestras caras.
     Echábamos humo por las orejas, conque así quieren jugar...
     -Sólo hay que darles un tiempo, Rayan -dijo Marcus relajado a su amigo, palmeándole el hombro.
     -Así es, volverán gateando -afirmó Rayan despreocupado y comenzaron a levantarse del suelo.
     -Tú y yo no somos nada... -le dijo Jessica de repente a Rayan con el ceño fruncido.
     -¿Segura? -le preguntó formando una traviesa sonrisa.
     Mi amiga se puso de un tomate en menos de un segundo. ¿Hay algo que no me ha contado?...
     -Todos a sus asientos -ordenó el profesor de química apenas entró al aula.
    Rayan comenzó a marcharse pero Marcus aún estaba de pie frente a mí.
     -Mi beso de buenos días y ya -dijo y se abalanzó sobre mí.
     -¡No! -chillé tapándome la boca.
     Me besó sobre las manos y se fue riendo.
     -¡Marcus a tu asiento, ya! -exclamó el profesor sin paciencia, literalmente el de química era el peor de todos... mejor no hacerlo enojar.

     La campana tocó y con los chicos nos desplazamos al patio del colegio para pasar el receso.
     -Así que la ley del hielo... -comentó Flor con intriga.
     -Sí, así es. Nos están tomando el pelo y ya no estamos para juegos cuando tocan nuestros sentimientos -esbozó Jessica, con las manos en los bolsillos de su campera, mientras se apoyaba contra la pared.
      Todos, yo incluida, volteamos a verla estupefactos. En verdad que Jessica omitió contarme algo en la noche de chicas.
     Al darse cuenta de lo que dijo se sonrojó y no sabía como arreglarlo.
     -Es verdad, Rayan se pasó con su comentario en la exposición y Marcus tomó como prioridad la comedia antes que mis sentimientos -le apoyé quitándole la atención de encima y se la dejen pasar.
     Pero después también la llevaría al consultorio para extorsionarla.
     -¿En verdad les vino?... -repitió Sebastián con el ceño fruncido.
     Giramos nuestros cuellos como la llorona y clavamos nuestros ojos en los suyos.
     -¡Está bien, está bien! Poder femenino, viva la anarquía, no maten a Sebastián no es su culpa ser tonto y hombre -le defendió Flor, colocándose delante de él con las manos levantadas para que no le hagamos la tortura china.
     Sin previo aviso unos brazos rodearon mi cintura, me jalaron hacía atrás, dejándome inclinada sobre ellos y unos labios atraparon los míos. Era Marcus.
     -A mí no me niegas tus labios -declaró al separarse de ellos.
     Quedé tiesa y sonrojada como una idiota, aún inclinada sobre sus brazos como una maldita película romántica.
     -¡Agnes! -me gritó Jessica colérica para hacerme reaccionar.
     -¡Sí, ya sé! -le respondí a Jessica furiosa aún sobre los fuertes brazos de Marcus-. Marcus, suéltame, estoy muy molesta contigo por lo que me hiciste en la sala de castigos -le recriminé apretando mi entrecejo.
     -¿Qué hice?... -preguntó frunciendo el ceño.
     Lo miré perpleja, él ni siquiera sabía lo que había hecho. ¿Tan tonto puede ser?...
     -Es para ti -le ofreció Rayan un chocolate a Jessica frente de todos.
      -¿Qué acaso los chicos no se arrastraban?... -curioseó Jessica alzando una ceja divertida.
     Punto para Jessica, yo iba menos uno...
     El timbre volvió a tocar y todos tuvimos que volver a nuestro salón, al menos la campana hizo que Marcus me soltara, pero no sin antes decirme que se vengaría en su casa por el golpe que le di en el aula. ¿Cómo rayos se atrevía a amenazarme él a mí después de todo lo que me hizo? Él es quién ya verá lo que le haré en su casa.

     Otro día en el salón de castigos, un cuatro de tres para nosotros y un tres de tres para Jessica y Rayan.
     Al menos ya casi terminaba de ponerme al día con todas las materias, excepto que hoy el profesor de química se sacó porque Marcus tardó un minuto en sentarse a tiempo en su clase y nos envió a todos tarea extra, así que eso me atrasaría un poco con todo lo demás, aún así creo que terminaré de estar al corriente antes de que acaben los días de castigo.
     Rayan rio de la nada.
     -¡¿Otra vez?! -regañó el precepto cansado de nuestro sistema de correos.
     -Lo siento, la muerte suele ser graciosa -le contestó animado.
     "Baia... baia..." En verdad que le daría un poco de su propia medicina a Jessica en nuestro consultorio.
     Volteé a verla con el entrecejo fruncido y la intrépida me sonrió con inocencia.

     Al terminar el castigo Jessica y Rayan se levantaron de sus asientos estirándose a la vez para sacarse por fin el peso de estas interminables horas. Malditos ególatras, a mí aún me faltaban tres días y no me merecía ni una hora de esta masacre.
     -¿Nos vamos? -preguntó Rayan a... ¿Jessica?
    ¡Ah, no!
     -¡¿A dónde se van?! -exclamé clavando mi mirada intimidatoria a mi mentiroso retoño.
     -¡A ningún lado! -expuso furiosa.
     -¡A mi no me grites, ya sé que me ocultaste algo! -le regañé colocando mis brazos en jarra.
     -Chicas ya váyanse si no quieren ganarse más días conmigo -anunció el precepto, esperado en la puerta del aula a que todos saliéramos.
     Tomé mis cosas como si mis ídolos dependieran de ello y salíamos a la velocidad de la luz con Jessica.
     Cruzamos la puerta y comenzamos a caminar a la parada junto con los chicos que nos seguía por detrás sin hacer ruido. Algo andaba mal... nos dimos una mirada preocupada y ambas comprendimos que sentíamos lo mismo. Al llegar a la parada volteamos a la vez para encararlos con los brazos cruzados. Ellos, en cambio, se acercaron caminando relajados y tranquilos con las manos dentro de los bolsillos.
     -¡Vaya, que suerte! Ahí viene, Agnes -clamó Marcus con ánimos al ver su autobús.
     Y sí, yo iría con él.
     Giré para abrazar a Jessica y despedirme como quien sube al titanic sabiendo de ante mano que se va a hundir.
     El autobús aceleró y lo último que vi fue a Jessica palidecer al ver a Rayan sonriendo triunfal. Me mataría mañana también...

     Tomé asiento en el autobús seguida de Marcus a mi lado. Colocó su brazo al rededor de mis hombros y me acercó a él para acostarme sobre su pecho. No dije nada, ni una sola palabra. Si este simple gesto me derretía definitivamente estaría pérdida y la ley del hielo sería sólo una lejana esperanza, pero no quería apartarlo en absoluto. Me sentía la chica más feliz del mundo abrazada en un autobús junto a su chico.

     -¡Mamá llegamos! -anunció Marcus al entrar en su casa.
     -¿Llegaron?... -repitió su mamá desentendida, saliendo de la cocina para chusmear quién era.
     Ay... no... Marcus voy a mutilarte en una fabrica abandonada.
     -¡Agnes! Que bueno que viniste, hoy haré tacos para la cena, espero que nos acompañes -pidió su dulce mamá con una sonrisa mientras me abrazaba como saludo.
     Yo estaba hecha una roca.
     Miré de reojo a un mentiroso Marcus sonriéndome como un delfín.
     -¿Otra vez otra chica? ¿Cuándo vas a traer a un chico para jugar? -reclamó el pequeño Batman.
     Eureka.
     -No molestes pulga -le respondió su dulce hermano mayor y tomó mi mano para jalarme a su mugrienta cueva.
     -¡No, espera! Quiero jugar, ¿puedo jugar con ustedes? -les pedí con una espléndida sonrisa a los mini Marcus quiénes abrieron sus ojos asombrados al escucharme.
     -¡Ay por favor! -exclamó Marcus al cielo.

     Literalmente aún no sé a qué estaba jugando con estos pequeños demonios, sólo gritábamos, lanzábamos peluches y corríamos de un lado al otro con unas armas de juguetes en nuestras manos, pero mi plan había dado frutos y la tarde se pasó volando mientras Marcus quedó en el sofá todo el tiempo con el ceño fruncido, los brazos cruzados y un sombrero de vaquero. Era tan adorable.
     -¡Ya están los tacos! -avisó la mamá de Marcus desde el comedor.
     -¡Comida! -exclamaron los súper héroes y huyeron como si no hubiesen comido desde que nacieron.
     -Vaya... ha sido una tarde encantadora Marcus, gracias por invitarme -le agradecí con ironía cayendo junto a él en el sofá, agitada por tanto correr y reír.
     Sin previo aviso pasó un brazo por detrás de mi cintura y me subió sobre él en el sofá de la sala. Tomó mi cabeza con su mano y me acercó a sus labios robándome un apasionado beso.
      -Eres hermosa, Agnes -me dijo al soltarme, con sus ojos negros dilatados.
     Estaba que si me ponían un tomate al lado no notaban la diferencia, el descarado me besó con gran atrevimiento en plana sala de su casa. Gracias al cielo que nadie nos vio. Para colmo, aún así tuve que ir al comedor con la cara hecha un fosforito, pero nadie lo notó porque la cena siempre era una catástrofe.

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      Y se armó la ley del hielo... pobre de Rayan, a él si le va a costar mucho derretir la dura coraza del corazón de Jessica >< sad...

      ¿Qué creen que pase ahora que Jessica quedó sola con Rayan en la parada?...

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¿Conoces al chico nuevo?Where stories live. Discover now