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Las personas pueden llegar a ser realmente hirientes sin importar cuan vulnerable seas.


Kenma lo supo a la edad de 5 años

Cuando veía a otros niños ser elogiados por sus madres, cariñosas con ellos, él no podía evitar sentir un poco de envidia.
El deseaba eso, una vida dónde su madre le llenara de besos en la cara, que cuando le pidiera que hiciera su comida favorita cuando ganará una buena nota ella se la diera como premio, que cuando trompezara ella estuviera ahí curando sus heridas.

Pero nada de eso sucedió.

El silencio reinaba en su casa, el no tenía el derecho de hablar o eso decía su mamá.

—Ahi está tu comida —dice poniendo el plato en la mesa, sin expresión en su rostro.

—G-gracias mami —dijo un niño de cabellos negros y largos subiendo a la silla.

No parecía una familia tan mala, solía hacerle comida para que llevara a la escuela.

Pero un día todo eso se derrumbo.

—Mamá, yo h-hoy-

—¿Acaso no te di un horario para que me contarás tus historias estupidas?, estoy cansada así que no quiero escucharte —dijo interrumpiendo lo que sea que su hijo diría.

—P-pero yo n-no...

—¡Por un demonio Kenma me tienes harta!, trabajo, hago todo en esta maldita casa y tú, pedazo de basura...—hablo señalando a el niño— con tu cara de mierda, ¿crees que puedes simplemente hablarme cuando te da la gana?, hazme el favor y cállate.

Ese día Kenma lloro en su cuarto hasta quedarse dormido.

Se despertó por un relámpago y vio que aún era de noche, el creyó que había dormido más y que ya era de día.

Su cabeza dolía y sentía la boca seca así que bajo a la cocina con cuidado de no hacer mucho ruido.

Había una lluvia torrencial afuera.

Y mientras un niño estiraba su mano para agarrar un vaso.

Una señora bajaba de su cuarto con su ceño fruncido y caminando hacia el.

Kenma con su vaso de agua en mano se giró y se asustó, al punto en que casi suelta su vaso.

—Mam-

Una cachetada, vidrios rompiéndose en pedazos, la cara de una señora furiosa y un niño en el piso asustado.

—Si tan solo no estuvieras aquí sería feliz —dijo relajándose de su enojo— no tendría que soportar ver tu cara horrible y aún tendría a el amor de mi vida, no debiste nacer.

Kenma se quedó allí escuchando las palabras de su progenitora.

—Cada vez que veo tu rostro solo lo recuerdo a él y como por un mierda como tú, ahora está muerto —escupió las palabras sin levantar la voz.

Un relámpago alumbraba como una madre cacheteaba a su hijo repetidas veces mientras el pequeño lloraba y ponía sus brazos para protegerse.

—¡Siempre será tu culpa!.

Y con esa frase ella volvió a su cuarto, mientras un niño se quedaba allí procesando cada palabra.

El soporto eso hasta los 8 años, su madre no aguantaba más a su hijo y perdía su cordura cada día más hasta el punto dónde casi le echa agua hirviendo o golpearlo hasta dejarlo medio inconsciente.

Las marcas moradas se hacían notar.

Tuvo que vivir con su abuela, la cual era todo lo contrario a su madre, el por fin comenzó a sentirse querido estando allí.

Nunca le contó lo que su madre le hacía, el sentía que todo aquello por lo que pasó se lo merecía.

—M-mami —dijo Kenma a su abuela la cual desde hace tiempo le había dicho que le llamara así.

—¿Que pasa, querido? —respondió la anciana mientras seguía cocinando.

—¿Tu sabes c-como era papá?.

La anciana sonrió, apagando la llama de la cocina para girarse y mirar con una sonrisa a su nieto.

—Exactamente como tú, tesoro —dijo acariciando una de sus mejillas.

Todo rastro de sentirse mejor se había ido por el caño con esa frase.

Esa noche después de vario tiempo, Kenma volvió a llorar hasta quedarse dormido.

• • •

El dejaba que todos los niños de la escuela golpearan su cara.

La odiaba, le repugnaba solo tenerla y no soportaba verse en un espejo.

Pero de pronto un día un niño de cabellos negros se acercó a él en recreo, compartiendo su comida con él porque vio que estaba solo y su lonchera estaba vacía.

—¡Mi nombre es Kuroo Tetsuro! —dijo sonriente mientras extendía su mano.

—K-kenma Kozume —hablo bajito mientras agarraba la mano del contrario con miedo.

—Bonito nombre —el contrario sintió un calor en sus mejillas al escucharlo decir eso— Kenma, ¡desde hoy seremos amigos!.

Ese día Kenma no pudo parar de sonreír.

Kuroo lo defendía como podía, incluso aunque quedará peor de lo que quedaba Kenma, no dejaría que nadie tocará su "niño bonito" o eso es como decía él.

• • •

Un chico de cabellos rubios y raíces negras se levantó exaltado, viendo todo a su alrededor recordó que se había quedado dormido mientras jugaba animal crossing.

Dejo su nintendo a un lado justo donde estaba su teléfono el cual de repente vibró un momento asustando un poco a Kenma.

Agarro su teléfono, lo prendió y leyó por la barra de notificaciones el mensaje que Kuroo le había mandado.

"Kuroo ❤️"

[ No faltes mañana recuerda que tenemos que hablar, descansa ;) 💕 ]

Sonrió, dejando el teléfono donde estaba anteriormente, acostándose esperando al siguiente día con emoción.

Kuroo siempre sería aquel ángel que llegó a salvarlo incluso aunque haya dejado de hablarle, el siempre siguio allí.

Agradecía tener un gran amigo como el y por eso debía tener sus sentimientos guardados por el bien de los dos.

Agradecía tener un gran amigo como el y por eso debía tener sus sentimientos guardados por el bien de los dos

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Actualizacion porque hoy
es el cumpleaños de
el búho que todos amamos;

Bokuto ♡

FeoWhere stories live. Discover now