Capítulo 18

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||En La Piel de los Muertos; Un Guerrero Caído||

La noche no tardó en llegar más tenebrosa que nunca con la puesta de Sol. Oscura, muy oscura. La proximidad de la tormenta, cada vez más cerca, provocó el descenso de temperaturas y el viento favoreció aquello al mecer los árboles paulatinamente a mayor violencia; los relámpagos resonaban sin ser demasiados invasivos, y podía verse su resplandor coloreado por un azul eléctrico y brillante, que desaparecía en cuestión de segundos.

El grupo dirigido por el experto cazador, siguiendo huellas e indicios persistentemente, logró hallar un granero en el cual desembocaban aquellos rastros.

Con sus linternas y armas, se aproximaron en frente del edificio.

—Adelante muchacho, ve a buscarlo.— ordenó Daryl; Perro no tardó en obedecer a su amo, adentrándose al granero, donde olfateó hasta llegar a una montaña de heno. Gemidos leves salieron de su hocico, advirtiendo inteligentemente a su amo y Daryl no tardó en felicitar a su mascota por el hallazgo. —Buen perro.—

Eduardo removió el heno con sus pies y tanteó la superficie una vez fue despejada.

—Aquí. —indicó y Aaron se acercó esta vez.

—Eugene, ¿estás ahí dentro? —

—A-afirmativo.— respondió  una voz ahogada y temblorosa; y, sin esperar más, Aaron y Jesús se encargaron de despejar el resto del pasto seco para posteriormente deslizar una tabla hacia arriba, encontrando al científico adentro de un pequeño cubículo.

—Dame la mano.— pidió Aaron, siendo obedecido en pocos segundos.

—Eugene, ¿estás bien?— cuestionó Eduardo, preocupado, mientras que Aaron atendía al susodicho al verlo débil y tembloroso.

—Caí mal y me disloque la rodilla.—explicó. —Teníamos una Horda tras nuestro y Rosita se vió obligada a dejarme aquí. —

—Si está dislocada podemos volver a colocártela.—sugirió Daryl, vigilando el exterior del granero.

—No.—negó con su cabeza.—Debemos salir de aquí. La Horda que nos persiguió, está a punto se regresar. —

—Vimos sus huellas, se fueron. — Eduardo intentó aliviarlo.

—No. Ya pasaron dos veces por aquí, me están buscando. — aseguró, preocupándolos.

—¿Qué?— instó Eduardo.

—Tenemos que largarnos antes de que vuelvan. —repitió desesperado. —No era una Horda normal. —

—¿Qué quieres decir?— insistió Aaron; a lo que, al borde del llanto, Eugene explicó:

—Cuando estaban pasado... los oímos... ellos... se susurraban cosas. —

—Quieres decir...¿Que hablaban? —teorizó Aaron, sorprendido.

—Si. Sé cómo suena. Pero Rosita también los escuchó. Ella puede corroborarlo. —

—Tenemos que llevarlo.— demandó Daryl. Al momento en que Aaron y Jesús ayudaron al científico a incorporarse, el ladrido del can les advirtió de la amenzana próxima al granero.

El Puente ||Daryl DixonWhere stories live. Discover now