Three

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Los planes de la noche se habían torcido lo suficiente como para terminar en el hospital con una apuñalada en el hombro, unos huesos rotos, un esguince y hematomas por todo el cuerpo. Se sentía reventado mientras era llevado a su casa; Gustabo le acompañaba en la misma o peor situación mientras que delante del coche patrulla Volkov manejaba en un silencio mayor al habitual.

Le dolía la cabeza, quisa se había golpeado y la enfermera no se percató mientras atendía su tobillo y le ponía vendas. Mentalmente repasaba los sucesos; la misión fue un éxito, sin bajas, bastantes heridos, pero se había logrado atrapar a un pez gordo del mercado ilegal.

Vio como Gustabo comenzaba a hablarle al oído, nada; estaba tan entumecido por anestesia que no entendía muy bien su alrededor y sus capacidades de procesamientos rozaban lo nulo, así que cuando recibió un codazo y vio un dedo disimulado apuntando hacia Conwey le tomo un buen momento comprender lo evidente: Conwey estaba quieto, callado, no los insultaba.

Estaban acostumbrados a ser llamados de mil maneras, a escuchar como el hombre insultaba a sus madres y perjuraba que iba a fallárselas por las noches, era inusual que esta vez no lo hiciera, que gritara y repitiera lo inútiles que eran. Las luces azules y rojas hicieron que saliera de su estupefacción y dejara de mirar el semblante sospechosamente tranquilo del hombre. Otra vez caos frente a la comisaria, los basureros exigían más seguridad, los policías los insultaban y procedían a tirar gas lacrimógeno, el caos lo mareaba y su cabeza estallaba. Gimió, molesto tomando su cabeza entre sus manos.

- Joder...- esta vez logro escuchar la voz de Gustabo, lejana y suave, pero fue lo suficientemente buena para que el pánico a estar sordo alojado en su pecho desapareciera.

- ¿No íbamos a casa? – pregunto reuniendo fuerzas, su lengua pesaba y en su cabeza revotaban insultos a la doctora y su estúpida anestesia.

- Luego, Horacio. – Volkov le contestó y se tragó sus protestas.

¿Luego? Luego estaría desmayado del cansancio o las náuseas le harían vomitar en la preciosa moqueta de la comisaria.

Estacionaron y bajaron de patrulla, Horacio cojeaba mientras era arrastrado sin delicadeza por Gustabo que le gritaba que moviera el culo. Observaba como el comisario y el intendente pasaban de absolutamente todo y abrían la puerta trasera de la comisaria; el recorrido tan conocido por él parecía una lucha imposible por ganar, las escaleras nunca le parecieron tan largas y el olor a limón del desinfectante le daba asco.

Al final termino sentado en los mismos asientos de cuero marrón, esta vez no estaba en plan de hacer el tonto, nadie lo estaba así que la conversación inicio más rápida y seria que nunca. El vio como Gustavo movía los labios sin parar y a veces hacia leves muecas de dolor mal disimuladas, Volkov se cruzaba de brazos como siempre y fruncia el ceño, Conwey era un misterio: solo estaba parado allí cruzado de brazos tras el escritorio y sus típicas gafas no dejaban ver su expresión.

La bilis subió hasta su garganta y sus papilas gustativas la recibieron con ganas, el vomito se hacia inminente y Horacio no podía dejar de respirar profunda y pausadamente en busca de retrasar lo inevitable. Se movió y su cara se contrajo en dolor, los moratones en su espalda y su costilla rota se quejaban cada vez más: la anestesia se acababa, el dolor volvía y las nauseas se intensificaban.

Había hecho un buen trabajo, se infiltro con éxito a lo largo de esos dos meses, se acopló a la organización y al final detuvo a la otra banda. Hubo peleas donde acabo con moretones y raspones, persecuciones con adrenalina, muchas veces casi fueron descubiertos haciendo que su corazón este a punto de sufrir un colapso, pero lo habían logrado después de una noche de tiroteos, varios intercambios de golpes y una visita al hospital. Así que él se lo permitió, se otorgo el echarse delicadamente en el respaldo de la silla y cerrar sus ojos cansados mientras que soltaba un suspiro tan descuidado que su costilla protesto al punto de casi hacerle soltar una lagrima.

Cuando despertó luego de lo que le parecieron simples minutos se encontraba en una cama cómoda, con suaves sabanas de seda y un edredón abrigado y confortable. La única ventana de la habitación tenía sus cortinas abiertas, la luz del sol recién tiñendo levemente el cielo azul de naranja le decía que no debían ser mas de las seis. El raciocinio no permitió que se asustara de amanecer en un lugar completamente diferente al que estaba, el conocía bastante bien aquel lugar, lo suficiente como para sentirse protegido por primera vez desde hace tiempo y mas después de sentir como una mano, un tacto, unos dedos tan conocidos se enredaban con los suyos sobre el edredón azul marino.

Giró el cuello y sintió como mil resacas, mareado y con la cabeza adolorida, pero aun así no se arrepintió de hacerlo. La mañana le regalaba una vista preciosa, una que sus ojos se habían abstenido de obtener obligadamente: ahí estaba Jack, con la cabeza enterrada en la almohada, sin gafas, sin ceños fruncidos y con el pelo alborotado. Estiro su única mano libre y lentamente, casi con reverencia su índice toco la piel de su mejilla sintiendo esa infaltable barba de tres días y su corazón estalló, todo él estallo mientras que su labio se contraía y las lagrimas caían sin parar. Dos meses, treinta días y demasiadas horas donde solo pudo verle de lejos y preguntarse si estaba bien, si comía bien, si cumplía la promesa de no fumar mas de dos cigarros por día, si dormía o si pasaba menos tiempo en la oficina como también le prometió.

Todo eso sumado a su hiper dramatismo hizo que las lagrimas estallaran.

Conwey despertó escuchando leves hipidos y jadeos, confundido observo como Horacio lloraba frente a él y ya acostumbrado fue que movió su mano hasta comenzar a secar sus lágrimas y susurrante le juraba que todo estaba bien. Se contuvo con todas sus fuerzas de abrazarlo como siempre lo hacia en estas situaciones, cuando Horacio lloraba porque no encontraba outfits nuevos que le gustaran, cuando terminaba llorando de la rabia cuando alguien insultaba a su cresta o cuando veía Toy Story 4 por quinta vez y aún así el final lo dejaba devastado. Esta vez no podía envolverlo en sus brazos y susurrarle ñoñerías al oído porque Horacio estaba tan herido que no se permitía así mismo causarle más dolor a pesar de las ganas de apretujarlo para que su corazón y su ser estén finalmente en paz.

Horacio eventualmente dejó de llorar y las emociones dentro de él se calmaron, pero aun así no dejo de mirar a Conwey a los ojos, así como tampoco las caricias que recibía en su mejilla cesaron. Estaban en un momento donde se aseguraban que todo estaba bien, en su lugar, que sus cuerpos no habían cambiado, así como sus sentimientos, era un reencuentro, segundos para procesar lo pasado y como sus pechos se inflaban de alivio. Para Jack era el momento idóneo para expresar lo nunca antes dicho, lo nunca antes sentido con tanta intensidad.

- Te amo. – le dijo en un susurro mientras no dejaba de observarlo, pero evitando con pena sus ojos.

Para Horacio era el momento perfecto para volver a llorar.



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Hola, vuelvo con actualización nocturna (en mi país) 

Dos cosas: 

Uno: Gracias a todos los que siguen esta historia, los amo mucho a ustedes y sus comentarios preciosos, son unos genios 

Dos: Acabo de subir una historia sobre Ivanov x Volkov, se tratan de one shots también pero decidí ponerlos aparte porque sentí que seria mas cómodo ponerlo aparte tanto para mi como para ustedes y aquel que quizá no le guste esa pareja. Ya esta publicado el primer capitulo para quien quiera leerlo. 

Y listo! 

Gracias por leer, preciosos. 


Conway x Horacio [One shot's]Where stories live. Discover now