Four

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Meneava las caderas al compás de sus tarareos, la canción de la radio se repetía como disco rayado en su cabeza y la emoción que le causaba 'Waithing for love' aun no le permitía dejar de moverse como tampoco le dejaba bajar la piel de gallina. Las llaves daban vueltas entre sus manos en lo que llegaba a la puerta. Eran las dos de la mañana e iba con un par de copas encima, rastros de lágrimas producto de la carcajadas y una sonrisa infinita.

Abrió la puerta despacio, silencioso como gacela y colgó su chaqueta animal print para después dejar las llaves en la mesita junto a la puerta a la izquierda de la vela roja jamás prendida y a derecha de una pistolera: Conwey estaba en casa.
Se puso feliz, el hombre no dejaba nunca el trabajo, siempre se la pasaba en oficina a pesar de ser de madrugada así que el privilegio de dormir junto a él era escaso y estaba dispuesto a disfrutar de su calor.

Camino a la cocina y se sirvió un vaso de agua, una manía que acostumbraba a hacer antes de dormir y luego se metió en el baño. Se desnudó y se metió a la ducha donde los chorros de agua relajaron su cuerpo y le otorgaron lucidez, después salió y se colocó el pijama que siempre se encontraba en un cesto junto a la puerta.

Sintió frío mientras se dirigía a la habitación, los pantalones cortos que llevaba junto a su cuerpo aun algo húmedo no ayudaban, pero el imaginarse abrazarse a la estufa caliente que tiene por amante le reconfortaba. Era invierno, una noche fría y silenciosa que no avecinaba más que una nieve intensa, días que Horacio amaba, pero no se explicaba por qué hacia más frío del normal; en general la casa era caliente porque Jack odiaba el frío más que nada en el mundo, le ponía de mal humor y le hacia doler sus huesos maltratados producto de años de servicio.

Su respuesta llegó cuando la puerta de su habitación se abrió y un soplo de aire frío le recibió: la ventana estaba abierta.
Lo peor no fue el pensar en las frazadas frías ni que tendría que sentir las sabanas heladas pegarse a su cuerpo, sino que fue ver a Jack tirado sobre la cama con el traje puesto, dormido y sin frazadas encima.
Rápidamente se movió y cerró la ventana mientras le llamaba por su nombre, Conwey no respondía y Horacio entendia que era producto del sueño, el hombre no había dormido en días. Comenzó a darle cachetadas leves para que despertara y sintió pánico cuando toco sus mejillas frías.

- ¡Jack! - Gritó en una emoción entre enojado y desesperado; solo recibió unos murmullos que sonaban casi como "capullo, déjame dormir".
Puso los ojos en blanco y se dio por vencido, sabía que despertarlo era una tarea troyana así que reunió fuerzas y lo levanto. Fue una tarea que lo hizo sudar, el hombre pesaba más de lo que aparentaba, pero al fin logró su cometido, posicionarlo correctamente en la cama.
Si había algo a lo que Horacio estaba acostumbrado era a desnudarlo, lo hizo en múltiples ocasiones y en distintas posiciones así que hacerlo ahora no suponía un trabajo difícil. Le sacó la corbata, intento con la camisa pero fue un trabajo difícil así que lo dejo al final y procedió con los pantalones; cuando termino el reloj marcaba las dos y media de la madrugada y él estaba parado en medio de una habitación a oscuras y jadeando pero no precisamente de gusto como debería ser.

Cuando su espalda tocó la cama su cintura se quejó y gimio entre el dolor y gusto, por fin pudo abrazarse a ese hombre y dormir.

Despeto con cosquillas en su nariz y un estornudo arrugando su cara, pero estaba tan dormido que ni siquiera esa acción fisiológica podía realizar correctamente. Abrió los ojos y los cerró inmediatamente, le ardían y su cabeza le dolía un poco, el vodka tomaba su venganza.
Inhalo fuerte y profundo: una fragancia varonil, shampoo de coco y un ligero olor a tabaco y café lleno su nariz por completo y en lugar de ser una mezcla repugnante le supo deliciosa al punto de enterrar la cara allí, en el cabello de Conway.

Se estaban abrazando, generalmente amanecían de esa forma: Con Jack apoyado en su pecho, abrazados de la cintura y un lío de piernas y, como todas las mañanas cuando estaban juntos, Horacio restregaba sus uñas a lo largo de esa espalda llena de músculos, esa espalda fuerte que cargaba siempre un yunque de responsabilidad, la espalda de un individuo que le llenaba de orgullo y felicidad. Y, también como siempre, Jack comenzaba a despertar entre un estremecimiento producto de la sensación de esas uñas pintadas con algún color chillón.

Conway x Horacio [One shot's]Where stories live. Discover now