Capítulo 1

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El sol de la mañana se colaba por las ventanas de la pequeña estancia. Parecía una mañana común y corriente en el departamento de Candy y Albert de la Casa Magnolia, con los típicos olores del desayuno y las carreras de ella que ya eran habituales; pero ninguno de sus dos inquilinos podía imaginar que justo ese día que comenzaba sería uno decisivo para ambos, aunque de diferente manera.

ー¡Candy, se te va a hacer tarde!

ー¡Ay Albert, si no me despiertas me quedo dormida otra vez!

ーAnda, apresúrate para que puedas comer algo antes de irte, preparé tu desayuno preferido.

ー¡Qué rico, me mimas demasiado! ¿Qué haría sin ti?!

ーPosiblemente morirte de hambre... o de envenenamiento.

ー¡Albert!! ¡Qué grosero, no cocino tan mal!

ーSi tú lo dices Candy... ーdijo Albert guiñándole un ojo.

ー¡Tú mismo dijiste que para ti son mis intenciones las que cuentan! ーle contestó sacándole la lengua.

ーAsí es y lo sostengo... pero aún así prefiero ser yo quien cocine ーle dijo riendo de buena ganaー. Anda, comamos que se te hace tarde.

Después de desayunar juntos, Candy salió corriendo para empezar su jornada en el hospital, pero una vez ahí y tras ponerse su uniforme, mientras caminaba por los pasillos se dio cuenta que todos a su alrededor hablaban en secreto unos con otros y no le quitaban la vista de encima.

ーCandy, el doctor Leonard quiere hablar contigo, te espera en su oficina.

ー¿A mí? Gracias Natalie.

«¿Qué es lo que querrá decirme?, ¿Tendrá algo que ver con la forma en la que todos me ven y hablan entre ellos? ... Todo va a estar bien Candy, ¡tú confía!... tal vez esta sea una buena oportunidad para mencionarle que cuido de Albert, antes de que a Neal se le ocurra plantarle sus ideas retrógradas en la cabeza».

ー¿Me llamaba, doctor Leonard?

ーAsí es señorita White. Solo para notificarle que a partir de hoy deja usted de trabajar en este hospital. Por favor quítese su uniforme y regréselo, junto con su credencial de enfermera.

ー¿Pero, por qué?! ¡yo no he hecho nada!, ¿por qué me está despidiendo y aparte retirándome la credencial para ejercer!?

ーPorque no podrá tampoco obtener trabajo en ningún otro hospital de Chicago, tal vez debería también advertirle al director de la Escuela Mary Jane...

ー¿Advertirle qué?! Por favor dígame doctor, ¿cuándo he realizado mal mi trabajo o he sido negligente?, ¡Estoy segura de que no puede tener ninguna queja de mi!

ーDe su trabajo no puedo quejarme, pero sí de su vida personal... y en este hospital debemos cuidarnos de que nuestros empleados no anden en boca de todos.

ー¿"Vida personal"... "boca de todos"?

Candy casi temblando empezaba a atar cabos y a imaginar que todo eso podría ser por causa de las habladurías de Neal Lagan, bien se lo había advertido cuando ella se negó a salir con él.

ー¡El Hospital Santa Juana no emplea enfermeras de vida disoluta!

A Candy no solo le sorprendía el adjetivo que le estaban dando, sino que trató por todos los medios de controlar su temblor interno, ¡estaba furiosa! Así que sin más, azotó sus manos sobre el escritorio y con todas sus fuerzas le empezó a gritar al doctor que ella no era ninguna enfermera de vida disoluta, y que si estaba viviendo con su paciente, era porque ella lo conocía de años atrás, le debía la vida y muy al contrario de ese hospital se preocupaba por su salud y no pensaba dejarlo hasta que estuviera totalmente recuperado, ¡pensaran lo que pensaran de ella!

Siempre te esperéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora