Capítulo 12.

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Todas estas cosas revolvían en mi fantasía y me consolaba sin tener consuelo, fingiendo unas esperanzas largas y desmayadas, para entretener la vida que ya aborrezco.

Miguel de Cervantes Saavedra; Don quijote de la Mancha.

Detestaba la lluvia, detestaba escucharla chocar con fuerza en las ventanas y verla escurrirse como si después de haber sido tanto, terminara siendo nada. Alemán y yo estábamos recostados en mi habitación, viendo una serie sobre asesinatos en un colegio que ni siquiera me entretenía. Recuerdo que en ese momento, era imposible para mí contactar a Xiao. Llevaba una semana sin hablarme, sin responder los mensajes o sin salir de su casa.

No podía sacarla de mi cabeza y tampoco lo deseaba demasiado.

Alemán llegó temprano y cuando ya estaba por irse, decidió quedarse hasta que la lluvia cesara. Su mano acariciaba mi vientre por debajo de mi camiseta y su pierna cubría casi toda mi humanidad, regalándome una acogedora estadía.

Me agradaba su compañía, pero más me agradaba tenerlo conmigo cuando papá se encontraba en casa; servía para asegurarme que no sospechara nada y aunque era cruel, necesitaba tiempo para asimilar la situación y actuar. Además, Xiao aún quería y estaba con Mía.

Sentí los labios de mi novio rozar con mi nuca y después su nariz ocultarse en mi cabello. Alemán se acurrucó, hundiendo su nariz en mi espalda, encogiéndose de tal manera que su cuerpo encajó con el mío a la perfección. Sabía que hace tiempo había dejado de mirar la serie. Pude sentir un bulto en la entrepierna de Ale rozar con mi espalda baja. Me giré para quedar de frente y le sonreí negando débilmente.

— No podemos... mis padres están en casa — declaré y agradecí profundamente porque así fuera. No estaba lista ni deseaba acostarme con Ale aún.

Él suspiró y asintió sin ganas. Me giré de nuevo y continué mirando la maldita serie con Xiao en la cabeza.

Quería verla, no, necesitaba verla.

Alemán enrosco su brazo alrededor de mi cintura y de un movimiento rápido se puse de pie para acercarse a la ventana. Frunció el ceño, la lluvia no parecía ceder y pude darme cuenta que deseaba ir a su casa lo antes posible. Tal vez estaba molesto porque no pude corresponderle — una vez más —, sonreí y me levanté.

— ¿Quieres cenar algo? — pregunté, acercándome a él para abrazarlo.

Alemán asintió sin hablar, ambos salimos de mi habitación y bajamos a la cocina. Ya comenzábamos a escuchar la risa de mis hermanos, una Barbie y un carrito amarillo se asomaron al final de las escaleras. Yoyo salió a prisa con una muñeca en la mano, mientras Melissa lo perseguía con un oso de peluche rozado por toda la casa.

Alemán comenzó a reír cuando Yoyo se tropezó y calló de bruces en la alfombra que daba a la sala. Lo golpee en el hombro y corrí hasta mi hermano para ayudarlo, pero el mocoso ni siquiera se inmutó. Tan rápido como le fue posible, se puso de pie para seguir corriendo detrás de Meli y continuar ignorándome.

Mi madre estaba en la sala viendo una novela coreana de las que tanto le gustaban, mi padre en el otro sofá leyendo una novela barata que seguramente había comprado en el aeropuerto y por alguna razón no logró terminar. Enfrente, había un librero repleto de ese tipo de novelas con una que otra muy buenas y populares que de vez en cuando adquiría.

Alemán volvió a saludarlos y me siguió hasta la cocina. Encendí la estufa y el abrió la nevera buscando comida. Sacó una canasta con huevos y un sobre con frijoles refritos. Nos pusimos a cocinar nuestra cena en silencio, quizá Alemán seguía molesto y yo no me sentía con ánimos de insistir. Por alguna razón, concluí que no valía la pena.

¿Él es una chica? |LGBT+|Where stories live. Discover now