Capítulo 2.

4.2K 183 15
                                    

Como si de su casa se tratara, ahora tenía a una rubia oxigenada de ojos verdes sentada semidesnuda en mi salón, el sueño de cualquier hombre.

No escuché quejas, sino todo lo contrario sobre su nuevo novio que la hacía sentir la mujer más única del mundo. Al parecer tenían meses saliendo para ese punto y no fue sino hasta ahora que yo junto a la prensa nos enteramos, perra era una palabra muy sencilla para lo que ella realmente era. 

—Hoy iremos a cenar a casa de mis suegros.—Dijo Diana mientras metía una cucharada de helado a su boca.

Nunca solía avisar de sus llegadas a mi casa, pero su nuevo novio moría por verla en la fiesta así que no dudó en avisarme que volaría, si fuera uno de sus novios quizás vendría a verme a diario pero solo algo como un hombre puede hacer que ella se mueva de su lugar de trabajo tan preciado que le había dado su estatus hasta ese momento de su carrera.

—No puedo ir, Diana. Tengo mucho trabajo mañana—Dije en un reproche.

Me dirigí al baño para lavar mis manos que estaban llenas de chocolate, mi hermana me seguía de cerca, ella era como ver a una oliva reluciente con un bronceado perfecto y un rubio magnifico que era mantenido al cargo de la mejor peluquería que el dinero podía pagar, teníamos de diferencia casi todo, era un poco más alta que yo y se notaba que destacaba bastante por su elegancia elegancia, yo era un poco más baja de cabello castaño y ojos azules pero que a veces lucían más verdes que azules. Ella se detuvo en seco cuando cerré la puerta.

—Vamos, Sofía. No quiero ir sola.—Comenzó a golpear la puerta.

Me quedé en silencio tratando de alejar ese ruido tan molesto de mi cabeza pero me fue casi imposible. Me di una ducha para ignorarla aunque ese no fue mi plan inicial cuando ingresé al baño y salí directo a mi habitación.

—Sofía, vamos—Me volvió a insistir ella mientras me vestía.

—No, Diana. Mañana trabajo y no quiero estar agotada.

—Te prometo te lo recompensaré- Dijo ella y se arrodilló delante de mi a manera de súplica.—Tus tetas se ven divinas.

Quería insultarla pero solo me sonrojé un poco en respuesta, era normal que me viera así pero me causaba risa el tono en que lo dijo.

Jamás le decía que no y ya tenía mucho tiempo que no daba una vuelta junto a ella, lo necesitaba en el fondo. La miré por unos segundos pensando si aceptar o seguir negándome por un rato.

—Está bien, iré.—Dije finalmente,

Ella pegó un pequeño chillido y dio mini saltos 

—Vístete, nos vamos en 10 minutos.

¡¿Qué?!

Tomó su teléfono y se fue en dirección al salón de donde volvió a los dos minutos con una cara de alegría indescriptible. 

Ella mejor que nadie como mujer sabía que 10 minutos eran absurdos para poder alistarme. Pero corrí a mi armario como si fuera flash en un maratón, saqué un vestido vinotinto bastante sensual pero recatado que jamás había usado, era muy bonito por la manera en que me hacía ver más blanca de lo que ya era. Me lo coloqué como apenas pude y unos tacones de terciopelo a juego que nunca había usado antes porque estaba esperando "el momento ideal". Sabía que la familia política de mi hermana tenía mucho dinero por lo poco que Diana había dicho, había sido poco pero suficiente, debía de ir presentable si estaría en un ambiente como una cena. Mi cabello por no ser tan largo no me dio problemas tan serios, lo peiné un poco y le coloqué laca para que quedara fijo en su lugar.

Mi hermana se puso un vestido color durazno, muy fresco pero a la vez sensual, ella tenía un cuerpo de infarto gracias a su dieta tan rigurosa que constantemente presumía en redes sociales, su presencia una vez estaba arreglada era impecable. Ambas nos ayudamos a maquillarnos como cuando teníamos quince años e iniciábamos el mundo femenino del maquillaje. Ambas teníamos nuestro cierto parecido pero era fácil pensar que no éramos hermanas por el color de cabello junto a las actitudes tan diferentes, solo alguien cercano a ambas podría saber que éramos gemelas.

Jefe deseado.Where stories live. Discover now