Capítulo 4.

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El apartamento era bastante grande, sólo pude ver el salón hasta ahora y me hubiese gustado ver muchísimo más si tuviera la oportunidad.

Habían algunas obras de arte en las paredes que eran únicamente en una gama de colores neutros, ningún objeto en ese lugar salía fuera de la misma gana manteniendo el ambiente soberbio y pulcro con el que fácilmente se podría definir al dueño de esa casa también. Se había quitado su americana dejando que su espalda trabajada se marcara por debajo de la camisa de lino negro, era un completo monumento si me lo preguntaban.

—Ven a la cocina.—Me pidió y eso hice en silencio avergonzada por lo que estaba pensando.

Era simplemente, impecable de esquina a esquina, él estaba allí casi tan confundido como yo que no conocía el lugar, abrió la puerta de la nevera y sacó algunos envases donde usualmente se guarda la comida. No dijimos ni una sola palabra, pero de vez en cuando sentía que me miraba de reojo cuando rebuscaba algunas cosas dentro de algunas despensas.

—Puedes comer cualquier cosa que esté dentro, debo de ir un momento a mi oficina.— Su tono de voz era calmado.—Cuando haya vuelto espero que hayas comido.

Se dio la vuelta y me dejó sola con aquellos envases que desconocía su contenido, probablemente comía lo que una persona le preparara para la semana por todas las señales que pude ver. El primer de los envases tuvo dentro una sopa verde quizás de espinaca, odiaba la espinaca así que solo la devolví al frigorífico, el segundo tenía una especie de lasaña pero hecha de vegetales únicamente, ¿Acaso este hombre amaba los vegetales?, volvió ese envase también al frigorífico y mi última esperanza era el último.

Cuando lo abrí sentí que Dios me saludó directamente desde el cielo sin haberlo pedido, pollo con algunos espárragos fue mi salvación a mi estomago casi vacío luego de haberlo calentado un poco en el microondas. Dejé dentro del friegaplatos todo lo que había usado para lavarlo pero Tomás volvió a aparecer en la cocina, no dijo nada y solo me miró.

—Dormirás en la habitación de invitados, te la enseñaré.

Ya había terminado de comer, lo seguí sin replicar porqué realmente si quería dormir. El apartamento tenía varias habitaciones que tenían las puertas cerradas que me impidieran fisgonear un poco, él abrió la última del pasillo para entrar en una habitación pequeña pero bastante cómoda, cama matrimonial y todo decorado en tonos claros muy diferente a los colores de la paleta neutral pero oscura del resto de la casa. Era tan insípido como él.

—Gracias por ayudarme, en serio.—Dije antes de que se fuera de la habitación.

Él no me dijo nada y simplemente se fue. Que mal gusto sus modales.

Supongo iban dormir sin nada, no tenía ropa aquí y dormir con este vestido no era de mi gusto.

—Maldita, Diana.—Maldije antes de dormir.

Estoy segura de que fue plan de ella, sin teléfono ni llaves. ¡Bravo!.

* * *

Esta no es mi habitación. ¿En donde estoy? Me levanté de golpe pero lo recordé, casa de mi jefe. Cierto.

—Maldito, Tomás.—Susurré.

Había un cambio de ropa encima del tocador, camisa blanca de botones, jeans y unas pantuflas blancas que no eran mi talla pero podría servirme sin importar que sean una talla más grandes, que vergüenza ver un cambio de ropa interior, él la eligió probablemente ¿Cómo tenía eso?, quizás realmente si era una costumbre que llevara a su casa toda clase de mujeres.

Me di una ducha y salí de la habitación con dirección al salón, allí estaba él, sentado en el sillón revisando algunos documentos. Aclaré mi garganta para que supiera que estoy presente y giró su vista para verme de pies a cabeza.

Jefe deseado.Where stories live. Discover now