VIII

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Para dormir escogimos una de las habitaciones de la planta de arriba cuya ventana daba a la calle principal. Además, la dejamos abierta para estar alerta cada vez que una de esas cosas pasaba.

Los tres estábamos cansados y no nos importó dormir apretujados entre dos colchones, yo, como era la que menos abultaba según ellos, quedé en el medio.

Quise discutirlo, ya que Shanwler seguramente media y pesaba menos que yo, pero las ganas de dormir era muy grandes. Y, lo admito, no iba a desaprovechar el dormir al lado de Tom.

Me desperté en 5 ocasiones, todas ellas a causa de los gruñidos de fuera, pero aún así, dadas las circunstancias, sentí como que había descansado durante toda la noche cuando desperté al día siguiente. Probablemente causado por haber dormido en el suelo durante dos días sumado con la adrenalina y la determinación de ir a buscar a papá que corría por mis venas.

Mi barriga hizo una cosa rara cuando vi que aún tenía la mano entrelazada con la del señor Rings.

Había ocurrido durante la tercera vez que me desperté. Se oyó un grito horrible, de una persona humana, y cómo esas cosas le atacaban. Sabía que no podíamos hacer nada por ella o él, pero aún así me sentí como si hubiera sido yo misma quien le estuviera matando. Me tapé los oídos en un ridículo intento de acallar los ruidos, mientras rezaba para que no fueran los de mi padre. Shawndler me miró, secó mis las lágrimas y me cogió la mano. No dijo ni una palabra, ninguno de los dos lo hizo, pero tampoco hizo fata.


Un apretón en la mano que tenía agarrada con la del chico me hizo volver al presente. Cuando le miré pude ver que sus ojos, de un color parecido al mío, estaban abiertos. Me miró como preguntándome si estaba bien y le sonreí. Creo que era la primera vez que le sonreía, o por lo menos la primera que no era de forma burlona.

Lentamente separé mi mano de la suya y él las miró como si se acabara de dar cuenta de que aún estaban juntas y se ruborizó. Mi barriga volvió a hacer una cosa rara.


Cuando bajamos vimos a Tom en la cocina dibujando algo en una hoja. Al acercarnos nos comentó que estaba trazando un mapa del pueblo y de los alrededores para hacernos una idea de las opciones que teníamos. Shawndler se fue a hacer el desayuno mientras yo ayudaba al otro hombre.

Saqué del bolsillo mi móvil para comprobar la señal pero seguía sin haber. El mensaje a mamá del día anterior aún no se había enviado.

- Chicos, ¿me podéis dejar vuestros teléfonos para ver si tienen cobertura?

- Yo no tengo el mío. - Respondió Tom.

- Toma. - Me contestó el otro chico. Cuando lo comprobé daba el mismo resultado que el mío.

Probamos los teléfonos fijos que había en la casa pero la señal estaba muerta.

- Es muy raro, ¿sabéis? Hay electricidad y el agua corriente sigue funcionando, pero no tenemos cobertura. Aunque el mundo esté lleno de caminantes la señal debería de funcionar durante un tiempo más. - Comentó Shawndler.

- Quizás si vamos a algún sitio con una red wifi potente podríamos obtener algo. - Sugerí.

- Sí, de una biblioteca o un supermercado. - Habló esta vez Tom. - Tendríamos también que buscar una estación de radio.

Mientras desayunábamos íbamos trazando un plan. En el mapa improvisado tachamos los sitios que Tom allanó ayer. La mayoría de ellos no tenían cosas que nos hicieran falta (armas principalmente) y estaban revueltos, como si sus propietarios hubieran recogido las cosas a toda prisa antes de desaparecer. De una de las habitaciones de la casa cogimos otra mochila para así tener una cada uno y las llenamos de cosas básicas (agua, comida y dos cuchillos) para en caso de tener que huir y abandonar las maleta para ir más rápidos, pudiéramos tener algo con lo que sobrevivir. 

Me daba pánico salir fuera y descubrir que la persona atacada anoche había sido papá así que dejé a mis compañeros ir primero, cuando a los pocos segundos Shawndler volvió a entrar y me dijo que todo estaba bien salí. En el suelo había una gran mancha de sangre pero no había rastro alguno del cuerpo. Seguramente se habría convertido en uno de esos monstruos.

Las maletas las dejamos en el coche y nos dirigimos con él a la entrada. Shawndler y yo esperábamos ver señales de papá mientras intentábamos apartar las vallas y coches. Fracasamos. Tom había ido a explorar nuevamente al pueblo.

Eran las once cuando Tom volvió y sugirió que deberíamos empezar a buscar otro sitio donde quedarnos, ya que según comentó unos supervivientes que conocieron el segundo día les contaron que si permanecías mucho rato en un mismo sitio el rastro se hacía más fuerte y los bichos lo podían detectar con más facilidad. No quise preguntar qué había pasado con esos supervivientes.


Encontramos 3 bicicletas y propuse salir cada uno en una dirección de la carretera para buscar a papá pero no quisieron que nos separáramos. Acordamos seguir el camino de la carretera en vez de volver atrás y con un spray de graffiti que cogió Shawndler del garaje donde encontramos las bicicletas escribimos en el asfalto de la entrada del pueblo que estábamos todos bien y que a las 16:30 volveríamos. Lo escribimos en castellano para evitar que gente indeseada lo leyera (y también porque supuestamente mi padre no hablaba inglés).


Yo era la que encabezaba nuestro particular pelotón ciclista puesto que era la primera vez que Shawndler montaba en bicicleta y Tom iba a su par para "hacer su trabajo". Me parecía absurdo puesto que en la situación en la que nos encontrábamos no valía de nada el trabajo o el dinero que tuvieras, lo único que importaba era estar vivo y todas las vidas eran igual de valiosas.

Por eso también fui yo la primera en ver el coche patrulla volcado a un lado de la carretera. 

Me bajé en cuanto estuve al lado y eché un vistazo a mis dos compañeros, que a penas se veían a lo lejos, y empecé a inspeccionar el lugar.

La ventanilla del copiloto estaba reventada y los cristales se encontraban en el interior del vehículo por lo que parecía que la habían roto desde fuera y una vez el coche se había volcado. Además había un rastro de sangre que se perdía en el bosque. Con la linterna del móvil iluminé el interior y vi una gran cantidad de casquillos vacíos.

Oí a mis compañeros llegar y les comenté rápidamente lo que había visto y Tom decidió ir a ver si había algo por el bosque antes de advertirnos que no tocáramos nada a lo que, en efecto, no hicimos caso.

- Espera, espera. - Me detuvo el chico mientras seguía haciendo fuerza para abrir el maletero. - Vamos a probar con esto. - Y de su mochila sacó la palanca de metal que habíamos encontrado en el garaje de las bicicletas.

Entre los dos y usando toda nuestra fuerza conseguimos forzarlo. Dentro, a parte de unos conos de tráfico y un contador de velocidad también encontramos un chaleco antibalas y fardos de lo que parecía cocaína. El chico y yo intercambiamos una mirada y dejamos todo donde estaba.

Nos acercamos a la ventanilla delantera rota y con cuidado de no cortarme me metí mientras él me alumbraba. Tenía aún media pierna fuera cuando por el rabillo de ojo me pareció ver algo, me giré hacia la parte trasera y entre la reja que me separaba de ella vi un rostro ensangrentado. Grité mientras eso gritaba también e intenté salir del coche lo más rápido posible sin darme cuenta de los cristales y haciendo que uno de ellos que sobresalía de la ventanilla se me clavara y me rajara media pierna.




Que te muerdan (Chandler Riggs)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن