6. Protégenos, Señor

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—Ante los secuestros en Pizzalia decimos: protégenos, Señor

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—Ante los secuestros en Pizzalia decimos: protégenos, Señor.

—Protégenos, Señor —repitió toda la iglesia en coro.

Vivi An estaba harta. Mantenía su cabeza apoyada en su puño. Trataba con todas sus fuerzas de no morir del aburrimiento, pero era imposible. Desde su llegada ya estaba indispuesta, sobre todo cuando la señora Débora Santos se lanzó sobre Theo a jalarle los cachetes como si fueran de goma, con ella ni se atrevió a intentarlo, bastó con una de sus miradas para amenazarla de muerte.

Había salido bien librada del primer mensaje, todos amaban la historia de David peleando contra Goliat, por más que la supieran de memoria. De algún modo le recordó al día en que le dio su merecido a Terry Jackson y su pandilla, solo que su piedra era mucho más explosiva. Las peticiones, sin embargo, eran otro cuento. Y ni siquiera se atrevía a imaginarse cuando el predicador comenzara su sermón, era un abuelo que no estaba segura de por qué lo dejaban seguir dando mensajes, iba a ser una hora segura de sueño. Desde ya veía a un tipo babeando en el fondo.

—Para que nuestras familias estén a salvo y los secuestros terminen: protégenos, Señor —dijo el orador.

—Protégenos, Señor —corearon.

«Es el colmo, quiero irme de aquí».

Ustedes se preguntarán cómo llegamos a este punto. Para eso vamos hacia unas horas atrás. Vivi An renegaba en casa tener que usar un vestido tan largo. Se veía demasiado mosquita muerta para su gusto. Desconocía por completo por qué sus padres habían tomado la determinación de ir a los servicios de la iglesia en sábado con tanta urgencia. No era como si los Sierra Lapuerta fueran la familia más devota de Pizzalia, pero ese día, Katherin parecía a punto de obtener un ascenso a santa.

—¿Por qué tenemos que ir? —cuestionó—. Odio a toda esa gente, toda falsa y postiza. Te saludan de beso, pero son tan falsos como Judas y no dudarán en venderte de ser necesario.

—Jovencita, hoy hemos decidido ir a la iglesia como familia, y nada de lo que digas podrá hacer que cambiemos de opinión. El Señor es nuestro pastor y con él nada nos faltará.

—¿Desde cuándo hablas así? No te creo nada de todo esto. ¡No vamos a la iglesia como desde hace seis meses!

Vivi An, aunque pudiera ser molesta la mayor parte del tiempo, estaba en lo correcto. Katherin había tomado una actitud demasiado religiosa de repente, como si con ir a la iglesia todos sus problemas fueran a solucionarse. La noche anterior los había obligado a todos a rezar juntos antes de ir a dormir.

Lo cierto es que desconocía los motivos que movían a su madre. Katherin temía grandemente lo que pudiera sucederle a su familia, y nadie más que Chencha estaba al tanto de lo que pasaba en realidad. En medio de sus muchos pensamientos lo único que se le ocurrió fue buscar ayuda divina, aferrarse con fe a que nada les pasaría. Ese día había convencido a Harry de ir de nuevo a la iglesia, ese día sería su ofrenda al santísimo en petición de la protección que tanto necesitaban.

Nona al rescateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora