4. Las escondidas

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El sol de la mañana que se reflejaba por la ventana de la sala despertó a la Rita, que abrió lentamente los ojos y trató de levantarse, hasta que recordó que ahora tenía que dormir en un almohadón y que su cuerpo era el de una bebita de sesenta centímetros. Rodó por el suelo y noto que tenía sos anteojos, se le habían caído durante la noche, y no llegaba a alcanzarlos.

-¿Pasó algo?-preguntó Lyna, todavía con cara de dormida-. Escuché un golpe.

-No pasó nada Lynita, sólo me caí del almohadón-respondió la anciana-. No puedo esperar a crecer y se adolescente, porque esto de ser bebé es más difícil de lo que recordaba.

La niña le puso sus anteojos a su abuela, que ahora le quedaban enormes, y la llevó en brazos hasta la cocina.

Había pasado casi una semana desde el día en el que el cuerpo de Rita había cambiado, y a partir de entonces sus nietas la habían agobiado con pociones caseras que sacaban de internet. Melina sostenía que si existían pociones para la juventud, también debían existir otras que la contrarrestaran. Pero descubrió, muy decepcionada, que lo más cercano eran fórmulas para el crecimiento. Igual decidieron probarlas todas, alguna tenía que funcionar.

Habían revuelto la despensa de la abuela buscando diferentes ingredientes: hierbas arómaticas, yuyos extraños, litros de leche... Hasta habían tenido que juntar baba de caracol. Pero nada resultaba.

-Hoy prepararé una nueva poción-le dijo Melina a si familia cuando entró a la cacina.

-Por favor, Melinita, espero que esta vez no haya gusanos ahí adentro-intervino la abuela, con poca paciencia. 

Después de un rato de picar, cortar, mezclar y licuar, Melina vertió la "poción" que había creado en un caso e intentó ayudar a su abuela a tomarlo. Pero apenas olió el batido, Rita se negó a probar esa porquería.

-No, m'hijita, esto es demasiado para mí-dijo mientras apartaba con su pequeña meno el vaso.

-Es lo mejor para vos, abuela, no seas terca-insistió su nieta mientras volvía a acercar la pócima a su rostro.

La anciana sabía que no tenía escapatoria. Había pasado por esta situación decenas de veses durante los últimos días, y siempre terminaba bebiendo lo que sus nietas preparaban. Sin embargo, esta vez había jutado que sería la última, así que ideó un plan que la ayudaría a librarse de esas extrañas y asquerosas bebidas: se escaparía de la casa e iría con alguna de sus amigas, que la recibiría con gusto y podría cuidarla. El plan era perfecto... Al menos en la mente de Rita.

La abuela tragó la poción y pudo comprobar lo que ya suponía: no había hecho ningún efecto.

Lyna y Melina intercambiaron miradas de decepción. Ya estaban cansadas de cambiar pañales, cocinar para todos y cuidar a una beba inquieta y caprichosa.

-¡M'hijitas!-exclamó, sonriente-. Nada de poner carqs largas, ¡ya qué somos jóvenes, vamos a divertirnos!-propuso mientras comenzaba a gatear por la cocina-¿Quieres jugar conmigo a las escondidas?

Las caras de sus nietas se iluminaron de pronto, y por un momento olvidaron la situación que estaban viviendo. Ambas asintieron y Melina propuso ser la primera en contar. Para eso, se fue a lq habitación en el pisl de arriba.

El plan de Rita estaba en marcha.

Lyna corrió a esconderse dentro del lavadero. Apenas cruzó la puerta, vio una canasta de ropa sucia que solo tenía unas sábanas viejas: se metió adentro y se cubrió con la ropa de la cama.

  La anciana, en cambio, gateó tan rapido como pudo hacia la entrada de la casa. Al llegar comprobó que la puerta estaba entreabierta poro no lo suficiente como para que ella pudiese pasar por el pequeño hueco. Comenzó a tirar con esfuerzo, solo logró mover la pesada madera unos pocos centímetros, suficientes para pasar.

Cruzó el umbral y se dio cuenta de que el camino para escapar era muy largo para hacerlo gateando. En ese instante vio su salvación: la patineta de Melina había quedado abandonada en la entrada. Ese sería su transporte. Se acomodaría panza abajo para empujarse con las manos.

Melina había terminado de contar y estaba buscando a los demás en las distintas habitaciones, sin resultado.

Rita ya escuchaba cerca los pasos sigilosos de la nieta. ¡Tenía poco tiempo!

Gateaba tan rápido como podía mientras Melina bajaba las escaleras. Empujaba con sus cortos abracitos para que la patineta se moviera, pero apenas comenzó a andar, sintió un hormigueo molesto en los brazos y las piernas, y perdió el control de su cuerpo. Se cayó y el golpe la hizo llorar, pero su llanto... ¡ahora se oía como el de un verdadero bebé!

En ese momento, el Señor Pato, que estaba escondido en el jardín, la vio y comenzó a graznar para dar la alarma.

-¿Abuela?-gritó Melo mientras salía de la casa, atraída por los sollozos.

La anciana intentó hablar, pero solo pudo balbucear. Era como si hubiese olvidado cómo pronunciar palabra.

-¡¿Abuela?!-repitió su nieta a los gritos alzándola en brazos-¡Lyna, se terminó el juego! ¡Vení, pasa algo malo con la abuela!

Luna salió de su escondite tan pronto como oyó los gritos desesperados de su hermana, que sonaban como si hubiese visto al mas feo de los bichos.

Corrió hacia el jardín con un nudo en la garganta. ¿Por qué Melina gritaría de esa manera? Temía lo peor.

Al llegar a la sala, vio a su hermana que estaba con la beba en brazos. Recién cuando notó que sus abuela se movía, pudo volver a respirar. Sin embargo, al instante advirtió que pasaba algo malo.

-¡Está más chiquita y no habla!-gritó Melina, muy angustiada y al borde de las lágrimas.

Lyna demoró unos segundos en comprender lo que ocurría. Tomó a la abuela Y examinó su cuerpo para comprobar que había encogido de tamaño. Al revisarla, la bebé comenzó a hacerle caras de burla.

-"Q-qué fe-fe-fea te ves tan de cerca"- pronunció Rita con dificultad.

Las se sorprendieron al escucharla hablar, a tal punto que Lyna casi la deja caer. Al parecer, la anciana no había perdido completamente el habla, pero le costaba mucho hacerlo.

Lyna quería discutir a solas con Melina, así que dejo a su abuela en la cama de una de las habitaciones, rodeada de almohadas, le pidió al Señor Pato que la cuidara y volvió con su hermana.

-Tenemos que solucionar esto-le dijo muy preocupada-. Si la abuela sigue achicándose, va a desaparecer.

-Y si ella nunca nace... ¡Nosotras vamos a desaparecer con ella!-exclamo Melina, aterrorizada.

-No creo que funcione así, pero tenemos que encontrar ya mismo a esa bruja y hacer que la abuela vuelva a la normalidad.

Una familia anormal *El misterio de la hechicera*Where stories live. Discover now