2: Amor rusiente

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Arte ↑↑↑ pertenece a @Tamahyunhyun en Twitter



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La primera vez que Mirio tuvo una erección, y fue totalmente consciente de lo que significaba, fue a principios de segundo año.

Sucedió un domingo cualquiera.

Tamaki le había dicho que su estro iba a comenzar pronto y... él estaba oliendo realmente bien. Mirio no podía sentir las hormonas sexuales de los omegas, pero sí podía oler el aroma que hacía a Tamaki único en el mundo. El aroma dulce con café, chocolate y lavanda era lo mejor, realmente le gustaba cuando Tamaki no usaba parches, era una bendición.

Tamaki había estado en casa con Mirio como invitado, pasaron la tarde jugando videojuegos, luego tenía planeado regresar al internado por la noche, para pasar su estro en la seguridad del internado.

De pronto, y poco antes de que anochezca, Tamaki le pidió una prenda. Y como Mirio no era tacaño, le ofreció ir a su propio cuarto para que pudiera escoger la prenda que quisiera.

Mirio prácticamente cargó a Tamaki mientras corría hacia su casa, para evitar que el aroma de Tamaki atraiga a algún alfa por ahí, afortunadamente, fue el padre omega de Tamaki quien estaba en casa y les dejó ir. Sus casas no eran vecinas exactamente pero no quedaban muy lejos.

Por alguna razón, el padre omega de Tamaki, confiaba mucho en Mirio.

Los padres de Mirio no estaban en casa y probablemente regresarían en la noche, así que no había problema con que Tamaki estuviera ahí.

Luego de entrar al cuarto de Mirio y dejarle libre albedrío, Amajiki parecía un turista en maravilla mundial, porque miraba con adoración el ropero abierto lleno de ropa de Mirio. El beta no lo entendía realmente, pero algo en su interior se regocijó al ver al omega tan ansioso en su habitación.

El menor hizo un desorden, sacó muchas prendas, las olfateó, las separó en varios grupos y caminó indeciso al rededor de la habitación, perfumando sin querer el ambiente más y más.

—No tienes que escoger... puedes llevarte las prendas que quieras —dijo Mirio amablemente, viendo la angustia del bluenette al no saber cuál de todas las prendas llevarse.

Los ojos del más bajo brillaron en su dirección.

—Yo... No quiero incomodarte más de lo que ya lo hago...

—¡No incomodas, Tamaki! En verdad, si quieres prendas mías, las tienes, me gusta ayudarte.

Las mejillas del de cabellos negro azulino se encendieron, y la mirada agradecida que le dedicó estrujó el corazón de Mirio.
Nuevamente, algo dentro de él se regocijó levemente.

Tamaki había alistado poco más de diez prendas diferentes, y pudo haberse llevado más si no fuera porque el mismo omega se limitó y trató de mantener la compostura.

Tamaki se quitó la casaca oscura que llevaba puesta y la dejó caer, echándose aire con las manos, de pronto cayendo sentado de golpe sobre la cama de Mirio.

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Mirio se acercó a él.

El aroma dulce de Tamaki se intensificó, y probablemente sus hormonas sexuales, pero Mirio no podía oler esa última parte.

—No... Yo... Hace calor... Pero quiero...

El omega se acurrucó en la cama de Mirio, sobre toda la ropa que había desperdigado y abrazó una de las almohadas, olfateándola y cerrando los ojos.

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