• 𝔸𝕞𝕠𝕣 •

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Mario Calderón y Armando Mendoza se conocían desde que entraron a cursar bachillerato en un prestigioso colegio al norte de Bogotá. Los Mendoza junto con los Valencia gracias a su empresa ''Ecomoda'' eran ampliamente reconocidos en el círculo social y empresarial del gremio textilero y de la industria de la moda; En cambio, los Calderón, si bien no eran tan reconocidos en algún campo en específico más allá del social, poseían una fortuna lo suficientemente grande para vivir cómodamente y darse sus lujos, por eso, tanto los padres de Armando como los de Mario aceptaron esa amistad con gusto, y ambos muchachos se volvieron cercanos rápidamente, los típicos mejores amigos que se la pasaban metidos en problemas que ellos mismo solían provocar, eran como Don Quijote y Sancho Panza, o cómo James Potter y Sirius Black, si es que buscamos referencias literarias más modernas.

Poco a poco entraron cada vez más en la adolescencia y con eso en la sexualidad, el par de amigos se convirtieron en todos unos don juanes, en los galanes del colegio, y con eso les empezaron a llover mujeres por montón, ambos estaban fascinados descubriendo los placeres que les podía proporcionar el cuerpo femenino.

Con el paso del tiempo y en la búsqueda de probar nuevas cosas, Mario, en secreto se empezó a internar en fiestas gay clandestinas, de todas formas siempre le había dado demasiada libertad a él y a sus hermanos la continua ausencia de sus padres y nadie le preguntaba hacia dónde y con quién se iba, y eso era lo mejor, la sociedad colombiana de los 90's no era la más abierta e informada acerca de distintas sexualidades e identidades, todo lo que se saliera del patrón de lo heterosexual era calificado como gay o lésbico, sin mencionar los adjetivos ofensivos. Para Mario se convirtió en su gusto prohibido, no entendía cómo era que podía disfrutar de estar tanto con hombres como con mujeres, pero eso no lo detuvo de sus conquistas hasta que estuvo a punto de ser arrestado por encontrarse en una de esas fiestas, ahí fue cuando sintió al mundo caérsele encima y decidió que no buscaría tener más encuentros sexuales con otros hombres, al fin y al cabo se estaba arriesgando demasiado y también podría encontrar satisfacción en las mujeres.

Por otro lado, Armando, inocente de las aventuras homosexuales de su mejor amigo se había dedicado por entero a las mujeres, en especial a las modelos de Ecomoda y otras mujeres de su círculo social, Al estar dentro de su burbuja de ''perfección social'' en la que sus padres lo tenían, nunca se le cruzó por la mente que él podría ser un ''Maricón'', o un ''Travesti degenerado'' de los que tanto se mofaban las personas a su alrededor, incluso cuando su hermana resultó embarazada de un ''pobretón sin futuro'' como le decían sus padres a aquel muchacho desconocido para él, nunca se atrevió a pensar de sí mismo como alguien diferente al típico hombre heterosexual y con dinero, un mujeriego con sociedad y con clase.

Mucho tiempo había pasado desde aquellos lejanos años de adolescencia, ahora Mario y Armando tenían 34 y 32 años respectivamente, y el menor se preparaba para asumir la presidencia de la compañía familiar, ese era su sueño desde que era niño y haría lo que fuera para conseguirlo y ganarle a Daniel Valencia, incluso tener que proponerle matrimonio a Marcela Valencia, su novia desde hace 2 años e hija de los Valencia.

―Bien, mi futuro señor presidente ¿Qué tiene planeado para esta noche ―abrió la puerta de la oficina de Armando de imprevisto, como le era costumbre.

―Calderón, deje de entrar así a mi oficina que asusta, idiota ―recriminó el de lentes con su típico mal genio y resopló―. Me voy con Marcela a cenar para pedirle matrimonio, ya le había dicho.

El mayor soltó una de sus ya conocidas y sonoras carcajadas llenas de desdén combinado con un ligero toque de cinismo. El contrario se levantó del escritorio con un grito, que solo aumentaba la diversión de Mario.

―¿Que le da tanta risa?¿¡Le parece muy gracioso!?

―Calma, mi querido futuro presidente ―lo tomó de los hombros y lo volvió a sentar―. Solo es que no lo creía capaz de amarrarse la soga al cuello, y con nadie más que con Marcela ''La fiera'' Valencia.

―Bueno, usted mismo me lo sugirió ―rodó lo ojos―. Es la mejor manera de conseguir el voto de Marcela cuando se haga la junta para elegir nuevo presidente y ganarle al estúpido de Daniel Valencia.

Cuándo pronunció aquel nombre, sintió que la sangre le hervía y que de su boca salía veneno. Frunció el ceño por unos instantes y luego golpeó su escritorio, buscando calmar un poco de su ira.

―De todas maneras, es lo que mi familia y Marcela quieren. Ellos se van a poner más felices que yo con este matrimonio ―

su voz de había puesto inusualmente tranquila, dejando un silencio incómodo cuando terminó de hablar.

―¿Y qué es lo que usted quiere, Armando?

Mario odiaba tener que ponerse serio, pero de todas formas Armando Mendoza había sido su amigo desde hace muchísimos años, y, bueno, podría decir que lo quería como a un hermano, aunque ahora ya no estaba muy seguro de eso en su totalidad.

―Yo...

Armando levantó la mirada hacía su amigo, viéndolo directo a los ojos; No sabía porque, pero siempre que lo veía directo a los ojos sentía algo muy extraño dentro de él, especialmente ahora que ambos estaban en silencio, mientras sus ojos hablaban sin palabras.

―¡Mi amor! ―la voz de Marcela los sacó del trance― Ah, hola Mario ―

El castaño la saludo de vuelta, sin muchos ánimos. No es que ella le fastidiara, pero cada vez que esta situación pasaba, contaba los segundos para que la mujer se fuera de allí.

―¿Nos vamos? ―estaba muy emocionada, pues hacía mucho que Armando no la invitaba a salir.

―Claro, mi amor, ve saliendo, solo recojo unas cosas y te alcanzo en el ascensor ―le dijo con una sonrisa fingida y luego la besó.

―Suerte, hermano ―le dio unas suaves palmaditas en la espalda, pero en cuanto el pelinegro se iba a ir le bloqueó la salida.

―¿¡Qué!? ―Mario podría ser su mejor amigo, pero si que sabía cómo sacarlo de sus casillas.

―¿Y a mi no me va a dar un besito de despedida? ―dijo con tono coqueto.

―Si tanto quiere uno mejor pidaselo a Hugo, yo no estoy para esas cosas ―solo suspiró y rodó los ojos, si iba a pedirle matrimonio a Marcela no podía estar molesto.

―Ay, disculpe usted, don suavitel ―volvió a entrar de nuevo a la oficina de Armando, desbloqueando el paso.

―¿Suavitel? ―alzó la ceja ligeramente irritado.

―Sí, suave, como el amor de mamá~

Módulo su voz para hacerla sonar parecida a la de presentador, acompañando aquel acto con la mímica de tener un tarro del detergente en sus manos, sacandole una pequeña risa al de lentes, quien rapidamente volvio a tomar una postura seria.

―Mejor deje de decir tantas bobadas, nos vemos mañana ―se despidió y fue tras su futura prometida.

Hacía tiempo que Mario se estaba dando cuenta de una cosa, cosa que confirmó al ver el beso entre Marcela y Armando, al escuchar su risa así si tan solo hubiese sido por unos segundos, al verlo marcharse tras ella, a una cena donde le propondría matrimonio para obtener su voto a favor en la presidencia de Ecomoda... Sí, Mario Calderón estaba completamente seguro de que tenía sentimientos por su viejo amigo, no supo cuándo ni cómo pasó o ni siquiera el porqué se cautivó de aquel pelinegro de lentes con un carácter de los mil demonios. Se acercó lentamente a la fotografía que Armando tenía de él y de Marcela en el escritorio y aunque ella estuviera ahí, Mario solo podía ver a Armando

―Así, que... esto es como se siente el amor ¿ah?

Puso de nuevo la fotografía en su lugar, sintiéndose perturbado por sus propios sentimientos ¿Qué llegaría a decir la gente si se enterara?¿Qué pensaría Marcela? Dios santo, ¿Qué pensaría Armando? lo mandaría a la quinta paila del infierno y se lo merecería, no quería convertirse en otro Hugo Lombardi, era muy hombre para poder llegar a ser tan ''exótico'' como el diseñador, no podía quedar relegado a ser calificado como él, podría ser medio gay, pero él era un medio gay masculino.

Decidió que era mejor ir a buscar alguna mujer que le borrara sus penas, tomó sus llaves y se fue, dejando atrás aquella a fotografía y a su amor, que sabría que nunca podría llegar a ser y que sería mejor olvidar.

✤ El hombre que yo amo ✤Where stories live. Discover now