• ℕ𝕦𝕖𝕤𝕥𝕣𝕠 𝕤𝕖𝕔𝕣𝕖𝕥𝕠 •

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El ambiente en Ecomoda estaba más tenso que de costumbre por la junta directiva que decidiría el futuro de la empresa, y no solo por eso, al menos no en el caso de Mario y Armando. Hoy se verían las consecuencias de lo que había sucedido anoche y eso los tenía angustiados, incómodos y nerviosos.

-¡Wilson! -Armando llamó la atención del pensativo portero, para luego tirarle las llaves-. Parqueeme el carro.

-Claro, doctorcito -afirmó-. Uy, doctor, lo noto como enguayabadito -el portero rió, ganándose una mirada de fastidio del otro-, ¿con que mamasita se le escapó anoche a doña Marcela?

Wilson tenía todas las intenciones de seguir preguntando, pero fue interrumpido por uno de los clásicos gritos de Armando Mendoza.

-¡Deje de ser metido, Wilson! -la cabeza lo estaba matando y no estaba humor para lidiar con porteros chismosos.

-Sí, doctorcito, disculpe -agarró las llaves del carro con nerviosismo-. Ya le voy a parquear su carro, don Armando, permiso.

Salió corriendo con evidente miedo, para evitar la mirada asesina del ejecutivo a toda costa.

-¡Wilson! -lo volvió a llamar

-¿Sí, doctor?

-Este... -titubeó- ¿Mario Calderón no ha llegado? -tragó saliva mientras trataba de no mostrar nervios ante la respuesta.

-No, don Armando -el portero negó con la cabeza-. Seguro se quedó de fiesta con alguna modelo bien sabrosa.

No pudo evitar rodar los ojos con cansancio, Wilson era igual o hasta más chismoso que las del cuartel al cuadrado.

-¿Quiere dejarle una razón cuando llegue? -se erizó como un gato asustado ante la pregunta.

-No, no, no -se apresuró a negar con una sonrisa nerviosa-. Solo quería saber si ya estaba aquí, eso es todo.

Comentó con la mayor normalidad posible mientras entraba a la empresa, pues tenía cosas mucho más importantes en las que pensar.

────•✦•────

Por más que quisiera, Mario no podía faltar hoy a la empresa, pues esta junta directiva era la más importante de la historia de Ecomoda y él era el representante de los accionistas minoritarios. Tenía que asistir sí o sí.

-Wilson, ¿ya llegó Armando? -preguntó lo más casual que pudo, mientras le entregaba las llaves de su carro.

-Si, doctorcito -asintió mientras le daba un sorbo a su tinto-. Hasta me lo preguntó y todo.

Las manos del castaño empezaron a sudar de los nervios ante esa contestación. ¿Querría hablar con él? ¿o era que intentaba evitarlo? No sabía que lo asustaba más, pues si era realista, era evidente que Armando jamás querría tener algo de tipo romántico con él.

-Gracias, Wilson.

Entró a las instalaciones de la empresa con la respiración agitada, deseando que la primera opción de sus pensamientos fuera la correcta, ya que sabía que ninguno de los dos se sentiría tranquilo hasta que pudieran aclarar ese tema.

Primero saludó a Freddy y a Aura María, que se encontraban peleando por cualquier tontería como ya les era costumbre, luego llegó al segundo piso, saludó a las secretarias, le pidió la lista de llamadas a Sandra y se retiró a su oficina a pensar que era lo que le diría a Armando sobre lo de aquel beso. No sabía que era peor, estaba entre decirle que solo había sido un asunto de tragos o confesarle sus verdaderos sentimientos hacia el pelinegro malhumorado.

✤ El hombre que yo amo ✤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora