Jiu Wei Hu

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Estaba caminando por el bosque siguiendo el río cuesta arriba, buscando a su hermano cuando encontró la cueva. No parecía una cueva, no había ninguna entrada o hueco, simplemente era una pared lisa de color gris con musgo en las paredes por lo cerca que se encontraba del río. Se había apoyado, casi resbalándose con las piedras llenas de musgos que pisaba con sus zapatos, pero en vez de detener su caída, había caído en el otro extremo de la pared.

Todo esto era culpa de su hermano.

Dolorido y asombrado se había dado cuenta que la pared que era una ilusión. A diferencia de su hermano, quien le gustaba la aventura y se lanzaba a los peligros que encontraba sin pensarlo dos veces, él se encontró buscando pasar nuevamente la pared inexistente. Al darse cuenta que no se quedaría atrapado y que la probabilidad de que su hermano no hubiera llegado anoche a la posada era porque tal vez encontró una misteriosa cueva y decidió que lo más razonable era investigarla, se internó nuevamente en la oscuridad de la cueva.

Lo primero que notó mientras caminaba fue que era calurosa, de ese tipo de calor húmedo que te deja transpirando en la espalda. Lo segundo fue que la roca era seca y áspera, y si no tenía cuidado de donde ponía la mano mientras se guiaba en la oscuridad terminaría con pequeñas heridas en los dedos. Mientras recorría lo que el suponía era un túnel no llamó el nombre de su hermano, pese a que sentía una urgencia en hacerlo, temía de que se hubiera equivocado y la cueva estuviera vacía. Nadie lo sabría pero él si, por lo que no quería equivocarse.

Más adelante había una luz blanca que iluminaba la parte final del túnel. Siguió esa luz, caminando lo que se sintió como mucho pero a la vez poco tiempo.

Cuando alcanzó el final del pasillo cavernoso, tuvo que parpadear repetidas veces antes de adaptarse a la luz. Cuando lo hizo, vio como el pasillo de la cueva se expandía, llegando a un lugar más grande y amplio.

De repente hacía frío, sintiéndolo rápidamente con el cambio brusco del calor del túnel. Miró asombrado el lugar donde se encontraba, un espacio gigantesco dividido a la mitad por un lago subterráneo. El agua del lago era cristalina y daba la sensación de que estaba helada, sin embargo lo más asombroso era que en sus aguas habían un sin números de flores de loto en la superficie, dejando un agradable olor en el aire.

Pese que las flores de loto ya eran extrañas por estar en agua clara y sin barro, en la cueva había más cosas anormales. Las paredes rocosas también eran extrañas, la mitad que estaba frente suyo —y por la cual no podía llegar al menos que se metiera al lago— estaba cubierta por fino hielo, mientras que el suelo estaba cubierto de nieve. La orilla donde él se encontraba a cambio no tenía rastro de hielo o nieve.

Ni siquiera estaba tan seguro como entraba la luz de la cueva, solo sabía que se veía extremadamente blanca por la nieve que cubría la otra orilla.

En medio de este lugar helado y brillante, había una estatua esculpida en posición de loto. Era una estatua muy realista, no solo por los detalles de los accesorios y las túnicas, sino por lo bien pintada que estaba.

Casi suelta un gritó cuando se dio cuenta que era una persona de carne y hueso, y no una estatua. Sin embargo la persona no se movió y pese que ahora sentía la necesidad de salir de allí antes de que se despierte, sus pies no se movieron.

La persona era hermosa, un hombre de piel lisa y pálida como el jade, llevaba túnicas blancas y azules, de cabello negro largo y bien peinado, alrededor de su frente llevaba una cinta blanca. Respiraba, pero su respiración era tan lenta que casi parecía que no lo hacía.

Se quedó parado allí, apreciando la belleza del hombre entre el brillo blanco de la nieve y sin poder mover sus pies para retirarse, aun sabiendo que no debía estar allí. No había presencia de su hermano por lo que no debería molestar al cultivador, aun sabiéndolo no se movió.

Brillo dorado y plateadoWhere stories live. Discover now