PRÓLOGO

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-¿en qué puedo ayudarle?- Pregunté al anciano que se encontraba sentado en una de las mesas del comedor.

- El especial del día- pidió, revisando su periódico.

Asenti, tomando nota en mi libreta.

Me aleje, entregandole la orden al cocinero.

-ayyy, que día más agotador- se acercó mi amiga, entregandole otro pedido al cocinero -aún no entiendo como haces para trabajar en dos lugares- me miró.

Aquella castalla de ojos saltones. Alta y muy hermosa, se pasó sus manos por su rostro, agotada.

Desde que llegué a está ciudad, fue mi única amiga.

Tan sólo la miré y sonrei.

-maya, la señora de la mesa 4 te está llamando- le informó el cocinero.

Un chico de 24 años, pelo rubio y muy guapo.

-bien- se quejó -voy- tomó su libreta, alejándose.

-Hana, tu pedido- me entregó una bandeja, acompañada de una gran sonrisa.

Tomé la bandeja, y me dirigí a la mesa donde se encontraba mi cliente, el anciano. Coloqué la bandeja sobre la mesa, y poco a poco, fui ordenando el plato con pasta, el vaso con vino, el pan, las servilletas, los palillos y uno que otro aderezo.

-gracias- agradeció, iniciando con su cena.

A las 2 de la madrugada, salí de mi lugar de trabajo, adentrándome a las calles no tan despobladas. Había parejas o personas que regresaban a sus casas luego de una gran jornada de trabajo. Como yo.

Maya, tenía razón. Tenía dos trabajos. Por las mañana, limpio casas. Y por la noche, trabajo en un restaurante. Mi día termina a las 3 de la madrugada, y comienza a las 8 am. Debido, a que tenía la obligación de llevar a mis dos hermana pequeñas al colegio.

La menor, tiene 8 años. Su nombre es Amelie. Su cabello es oscuro, sus ojos marrones y su piel pálida como la nieve. Luego está, Daisy. Mi pequeña de 12 años. Su cabello es oscuro, sus ojos negros y su piel, también es pálida.

Las tres, huimos de nuestra casa. Bueno, en realidad fue mi idea. Encontramos una pequeña casa en está ciudad, así que hasta ahora las cosas marchan bien.

La razón por la cual tengo dos empleos, es debido a los gastos. Son muy altos. Y estoy haciendo todo lo que esté a mi alcance para que mis hermanas vivan lo más dignamente posible.

Saqué las llaves, y abrí la puerta de casa. Como era de esperar, todo estaba a oscuras. Lo cuál, me indicaba que mis hermanas son muy obedientes porque se fueron a dormir.

Encendí la luz, quitandone la chaqueta y dejándola sobre el pequeño living que teníamos.

Caminé hasta llegar a la cocina, encontrandome con todos los platos y ollas aún sucios. Y como soy una persona que le gusta tener todo limpió y ordenado, comencé a lavarlos.

Al terminar, el reloj de la cocina me indicó que eran las 3 y 30 de la madrugada. Tomé una manzana de paso y me dirigí a mi habitación, apagando las luces a mi paso. La casa contaba con dos habitaciones. Al lado derecho del pasillo, estaba la de ellas, y del lado izquierdo, la mía. Más allá, estaba el baño.

Abrí, lentamente la puerta de mis hermanas, observandolas completamente dormidas. Me daban paz.

Cerré la puerta. Tomé algo de ropa, y me bañe.

Luego, me tendi sobre mi cama, encendiendo el celular.

Nada.

Ni llamadas.

QUIERO COMPLACERTE Where stories live. Discover now