• 08; La inmadurez ya no es aceptada.

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10 días habían pasado desde entonces donde Harry y Draco habían cambiado la forma de verse uno a otro. Habían crecido, eran unos adultos que ahora podían diferenciar sus acciones.

Ahora Albus a cada rato le preguntaba por sus padres, y el respondía tranquilamente que estaban bien.

Era el cuarto partido de Quidditch, Ravenclaw vs Gryffindor. Todos los alumnos estaban en el campo de Quidditch para poder animar a su casa preferida en ese momento. Aunque Albus no quería, había sido jalado por Alyssa y Francis para que se integrara a todos los Slytherin que apoyarían como se debía a sus rivales más dignos: Ravenclaw.

Había buscado a Harry para preguntarle si iba a acudir al partido solo para verificar si sus hechizos ante las caídas iban a funcionar, pero McGonagall le informó qué estaba en la cabaña de Hagrid.

—Ni siquiera se porqué sigo insistiendo en que vaya al partido —murmuraba en voz baja teniendo cuidando de fijarse bien por dónde pisaba.

El día estaba muy nublado y en cualquier momento iba a llover, no quería estar ahí afuera apenas comenzarán las primeras chispas.

Vió a Hagrid saliendo de su cabaña, llevaba un par de gallinas muertas en las manos y un bote de metal que parecía estar tirando alguna distancia verdosa que le dió miedo preguntar que era.

El gigante al verlo alzó su brazo que llevaba aquél bote para saludar, provocando que el líquido cayera un poco y el pasto debajo suyo se consumiera.

Vale, era mejor estar lejos.

—¡Malfoy! ¡El juego está por comenzar! —le dijo con voz animada.

—Estaba buscando a Potter, Hagrid. La directora me ha dicho que estaba contigo.

—¿A Harry? —el gigante se echó las gallinas sobre el hombro para rascarse aquella espesa barba— ¡Ah, si, si! ¡Esta en las orillas de bosque prohibido, viendo que puede hacer de protección!

—El bosque prohibido...—observó hacia aquella dirección, logrando notarlo ahí. Se volteó de nuevo hacia el más alto— gracias. Te veré luego.

—Yo iré a desinfectar a unos cuantos cangrejos y correré a ver el partido. ¡Os veo por allá!

No sabía que los cangrejos se debían desinfectar pero tampoco quería saber que tipo de cangrejos tenía. El guardián de las llaves de Hogwarts siempre tenía una mascota peligrosa aunque siempre defendiera su postura de que era lo más inocente que pudiera existir.

Su brazo le cosquilleo al recordar la herida que el hipogrifo le había hecho en tercer año. Era una experiencia que no quería volver a pasar.

Se dirigió hasta donde estaba Potter, ahí se encontraba parado sin hacer nada, con los brazos sobre la cintura y soltando algunas maldiciones qué desde la distancia por donde venía, podía oírlas. Algo no le salía bien o significaba qué estaba de malas por algo.

Mientras más se iba acercando, aprovechó para seguir viendo sus acciones, cuando se frustraba lo único que comenzaba a hacer era soltar maldiciones una y otra vez. Echaba la cabeza hacia atrás para ver al cielo, esperando alguna ayuda divina son atreverse a decirle a nadie. No cabía duda que solo había cambiado físicamente porqué seguía siendo un poco aquel Potter que había conocido desde el colegio.

La diferencia es que ahora el "Señor Potter" ahora sí se refería a su edad.

Antes de acercarse mejor se dió la vuelta demasiado arrepentido de haber cruzado medio Hogwarts en su búsqueda, ni siquiera el sabía que estaba pensando como para atreverse a hacer eso. ¿En qué estaba pensando? Solo dos meses que lo había vuelto a encontrar como para querer hacerse independiente de él. Pero tampoco quería hacerle caso a su consciencia que le pedía enfrentar su "error de llegada".

Un millón de piezas;  [ Harco ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora