𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓭𝓸𝓬𝓮

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Alice

El rezo que aprendí desde niña lo recitaba en mi mente sin parar mientras trataba de devolverme a la casona, pero mis oraciones no estaban dando frutos.

No sabía dónde estaba parada ¿Acaso ya había pasado por aquí? ¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿1 o 4 horas?

En estos momentos, haber tenido esa conversación con Stephan no sonaba tan mal. Pero había sido una mujer cobarde. Por no querer mirarlo a la cara después de... aquél beso. 

Aquel beso que me desarmó por completo.

Mientras pensaba en mis desiciones erróneas, el sonido del río cercano resonaba en mis oídos como un llamado urgente, una última esperanza en medio de la oscuridad. Mis pasos frenéticos por escapar avanzaban sin detenerse. Si encontraba a alguien cercano al río podía pedirle ayuda para llegar a la mansión. Todos conocían donde estaba la casona de los Murphy. 

Papá había sido un gran político. Siempre ayudó a muchas personas de este pueblo, por supuesto a aquelos a aquellos que estaban pasando hambre, que no tenían un hogar, ni dinero... Y eso logró que papá se ganara la estima de todos, aunque la envidia también fue una consecuencia de su éxito.

La política no era un tema que me apasionara, no me gustaba para nada en verdad. Lo veía como una fuerza que divide en lugar de unir. Había sido testigo de cómo las disputas partidistas y las ideologías extremas  fragmentaban comunidades y creaban conflictos innecesarios, alejando a las personas en lugar de acercarlas y eso no era algo que quería en mi vida. 

Caminé un par de metros y lo encontré. Al llegar a su orilla, mis ojos se encontraron con la penumbra de una pequeña cabaña unos cuantos metros más alla del río, pero para llegar a ella y pedir ayuda, tenía que cruzar aquel puente colgante en mal estado que se erguía en el centro de la corriente turbulenta. A pesar de su aspecto peligroso, era mi única opción para cruzar y escapar de aquel laberinto de árboles y sombras. Con el corazón latiendo desbocado en el pecho, di el primer paso vacilante sobre las tablas crujiendo bajo mis pies. Cada paso era un desafío, cada sacudida del puente amenazaba con arrojarme al abismo oscuro bajo mis pies y justo cuando creí que lo lograría, un crujido sordo resonó y el tablón se desprendió, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera hacia el agua helada y traicionera con un grito ahogado en la garganta.

Sentí cómo el agua helada del río penetraba mis ropas, congelando mi piel y haciéndome temblar involuntariamente. Cada gota era como un puñal de hielo que se clavaba en mi cuerpo, haciendo que mi respiración se entrecortara y mis músculos se tensaran con el frío. Sin embargo, la urgencia de sobrevivir me dio fuerzas para levantarme del agua turbulenta, luchando contra la corriente y el peso de mi ropa empapada.

Caminé como pude hacia la orilla aguantando la respiración. Miré hacia el frente y la cabaña que había visto cada vez se veía más cercana. Agradecí mentalmente a Dios por haberme salvado de morir en aquella caída. 

Avancé a paso rápido por el angosto camino de tierra, anhelando una cobija. Mientras más me acercaba a la pequeña casa, que de lejos se veía totalmente acogedora, mi seguridad se iba desvaneciendo. Mientras avanzaba, el aura que la rodeaba comenzaba a ser sumamente oscura. Una espesa neblina estaba en medio del aire haciéndome tener una horrible sensación en el estómago y que no tenía que ver con el voraz apetito que me aquejaba por no haber comido bocado en la mañana. 

Miré hacia todos lados para ver si aparecía alguien, pero estaba absolutamente desierto.

Toqué la puerta de madera 3 veces y de la nada un ventarrón se levantó golpeándome por todos lados y haciendo que el frío se calara por mis ropas mojadas.

Mi Bendito PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora