𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓭𝓲𝓮𝓬𝓲𝓼𝓲𝓮𝓽𝓮

2.9K 232 83
                                    

Stephan Murphy

Bajé de la carroza pausadamente, con un aire de discreción que contrastaba con el bullicio a mi alrededor. Crucé la calle, asegurándome de mirar en ambas direcciones. La ciudad estaba particularmente concurrida, cosa que odiaba. Hoy, la catedral organizaba uno de sus eventos de caridad. Como era de esperarse, las familias más acaudaladas competían por demostrar su poderío económico mediante donaciones ostensibles a la iglesia, una fachada de altruismo que no engañaba a nadie.

Partida de hipócritas.

Cuando llegué a mi destino, toqué 3 veces la puerta. Bajé mi sombrero para que nadie me viera la cara, no por vergüenza de estar en esa humilde casa, sino porque estaba seguro de que Joaquín partiría investigándome a mí.

En unos cuantos segundos la puerta se abrió, sin embargo, el rostro que estaba ante mí no era el que esperaba.

—¡Stephan! ¿Pero cómo has estado muchacho? —Musitó Amelia Wlade, madre de Sara, abriendo la puerta hasta atrás para que pudiera pasar.

—Sra. Wlade, un gusto volver a verla —Sonreír con cortesía para después tomar su mano y dar un pequeño beso en la parte dorsal.

—Por favor adelante... Hace mucho no venías por aquí.

Ja...Si supiera que vengo casi todas las semanas a ver a su hija.

Amelia Wlade, era una profesora que enseñaba en la escuela pública de un pequeño pueblo llamado Northwich, el cual quedaba un poco más lejos de la ciudad de Birmingham. Por supuesto, la gente de la alta no consideraba a nadie que trabajara para los pobres, por lo que Amelia no tenía muchas amigas y su apellido no era muy conocido. Hace un par de años, se le nombró directora de esa escuela y es por esto, que la mayor parte del día, se la pasa en el pueblillo ese.

—¿Quieres tomar un té, querido? — Preguntó mientras caminaba a la pequeña cocina que había al lado del sofá.

—Muchas gracias Sra. Wlade, me encantaría. —Exclamé dejando mi sombrero al lado del sofá.

—¡Ay! Por favor, Stephan... Deja de llamarme Sra. Wlade —rio levemente mientras trasladaba las pequeñas tacitas llenas de té hacia el comedor — Ya nos conocemos hace mucho tiempo para tantas formalidades.

— Tiene toda la razón, Amelia — sonreí mientras me levantaba del asiento y la ayudaba a dejar las tazas en la pequeña mesita que estaba frente a nosotros.

— Sara está a punto de llegar del mercado — dijo toamando un sorbito de té —¿Cómo has estado?

La madre de Sara siempre ha dejado muy en claro que, estaría encantada si Sara y yo nos comprometiéramos formalmente. Hace unos meses tratamos de explicarle que éramos solo amigos, sin embargo, ella sabía de los sentimientos de Sara hacia mí.

En cambio, el Sr. Joseph Wlade, no soportaba mi mera presencia... Tengo algunas sospechas del porqué de su comportamiento hacia mí, como, por ejemplo, por verme entrar al prostíbulo de Regina cuando era más joven.

—Muy bien, gracias —Musité — Hace unas semanas viajé a Londres por unos negocios y visité el museo de cultura que me recomendó. — Pausé —Y debo decirle que usted tenía toda la razón... Vale la pena ver ese tipo de reliquias.

— Te lo dije muchacho... Sabía que una persona tan culta cómo tú, apreciaría la calidad de esas antigüedades. — Pausó un momento —Y dime Stephan... ¿Ya te has decidido? —Entrecerró los ojos mientras me miraba atentamente.

—¿Decidido? —Me hice el imbécil tomando un poco más de té — ¿Decidido a qué?

— ¿A qué más va a ser muchacho? — Musitó conteniendo una sonrisa — A desposar a mi hija, por supuesto.

Mi Bendito PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora