Capítulo VI

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Un suspiro se escapó de los labios de Mark cuando se sentó en el público, se había asegurado de rodearse de personas que ni siquiera conocía, quería estar lo más lejos de sus padres posible, y según lograba ver, lo había logrado, puesto a que las personas que tenía a sus lados eran irreconocibles para él.

Bajaron las luces del lugar y un señor de buen ver y ropa elegante se hizo presente en el escenario, entre toda la palabrería que había dicho lo único que importaba era que iban a presentarse todos los grupos que competirían de los diferentes conservatorios.

El tiempo siguiente fue entre presentaciones a las cuales a pesar de que Mark prestaba atención, no le importaban realmente, no estaba ahí por ellos, estaba ahí por su hermana, o al menos ese pensamiento quería mantener, ya que le era imposible dejar de pensar en ese chico, en ese pálido de ojos grises.

Aunque quería tratar de evadir esos recuerdos, le era imposible no recordar lo tierno que se veía aquel sonrojo sobre sus mejillas, el como no había más oscuridad en sus ojos más allá de sus pupilas, podría estar horas mirando a sus ojos, le hacía olvidarse de todo aquella voz que le había engatusado.

Fue entonces que se percató de que la voz que escuchaba cuando estuvo en el baño fue la de él, la de ese pianista, suspiró profundamente y apretó los extremos de su ropa cuando escuchó que anunciaban al grupo en el que su hermana se presentaba.

Una sonrisa de oreja a oreja salió a relucir en su rostro cuando no solamente vió que ahí estaba su hermana, si no que también podía divisar como si de un punto focal se tratase, al pianista que lo tenía perdido entre tantas cosas, y es que aunque no quisiera admitirlo, le encantaba ver cómo aquellas manos que se veían tan delicadas, que anhelaba tocar aunque fuese en un roce, tocaban con experiencia ese piano.

No quería mirar a otro lugar que no fuese a él, de vez en cuando sus ojos se desviaban hacia Juliette, pero toda su atención estaba sobre el pianista, que tenía el rostro tranquilo, una expresión neutral que le hizo perderse en la forma en que a veces sus cejas se encarnaban, quizás involuntariamente, pero era más que cierto para él que le encantaba, aunque no había más que melodía, él podía escuchar de fondo las palabras que cruzaba con él, su voz era tan embriagante que él ya estaba ebrio, no con alcohol, si no con su adicción a él.

La presentación, en palabras simples, había sido excepcional, y Mark lo sabía, los jueces lo sabían, por supuesto se habían ganado una ola de aplausos por parte del público y luego se retiraron con la misma gracia con que habían entrado. Fue entonces que al cabo de unas dos presentaciones más, revelaron los resultados de todo, para la competencia había cierto número de conservatorios, entre esos, —el más importante— en el que estaba Juliette.

Luego de un tiempo había terminado el recital, Mark se fue hasta los bastidores en medio del tumulto de personas, llegando así sin que sus padres le vieran, aunque no sabía realmente en donde estaban, en los bastidores estaba su hermana, que le recibió con un cálido abrazo, una vez ahí le ayudó para que pudieran irse, aunque en verdad Mark no quería hacerlo.

Sabía que apenas estuviese con sus padres le harían cualquier cosa, menos algo bueno, principalmente eso era lo que más le preocupaba, sin embargo, aunque su vientre se estremeciera una y otra vez por el simple hecho de pensar en que eso pasaría, y que en su pecho sentía como su corazón saltaba no precisamente de alegría, trataba de mantenerse lo más tranquilo posible.

Su hermana le había dicho que tenía que hacer algo, excusa con la cual se fue de donde estaban, Mark se sentó en una de las sillas mientras trataba de centrarse lo más posible en su respiración, en estar tranquilo, en pensar en cualquier otra cosa, pero a cada momento se sentía más y más ansioso, le costaba respirar, se sentía ahogado y ciertamente asfixiado, tenía miedo.

Por sus pensamientos cruzaban tantas cosas que ni siquiera podía detenerse a pensar con profundidad porque sabía que en cualquier momento se sentiría más ansioso, pero simplemente pensaba en lo que harían sus padres, no tanto su madre, si no más su padre, en si le dirían algo a Juliette por su culpa, en si en algún momento terminaría lo que le fuesen a hacer, su destino para él estaba sentenciado, le dolería.

Todos sus pensamientos en un momento se hicieron borrosos, levantó la mirada cuando sintió una mano sobre su hombro, encontró a aquel chico, sentía como si hubiese sido una terapia de shock, como si ya no hubiese nada que pudiese estar mal, era muy extraño, todo se le había olvidado de un momento al otro cuando sintió tenues caricias sobre su hombro.

— ¿En verdad te preocupa tanto?, ¿Qué crees que van a hacerte tus padres?

Preguntó como si hubiese leído sus pensamientos, manteniendo una voz tranquila y para Mark, reconfortante.

— Yo... ¿Cómo sabes eso?

Respondió con algo de desespero en su voz, quería mantenerse tranquilo pero también se sentía cohibido por la veracidad en las palabras del contrario.

— Eso no importa, ahora dime, ¿Tus padres son así de malos contigo como para hacerte daño?

Dijo tranquilo, sentándose junto a él mientras ahora sus manos buscaban una de las suyas, tomándola con tranquilidad para poder transmitirle toda la calma posible.

— Bueno, en realidad, sí, lo son, ya lo han hecho antes... Pero por mucho menos de lo que yo hice hoy, van a matarme seguramente.

— No digas eso, no van a matarte.

Murmuró mirándolo a los ojos, para Mark era lo más hermoso que le había pasado, estaba sintiendo sus manos, su calidez, su cercanía, su voz cerca de su rostro, su respiración, su calma, la suave sonrisa que adornaba su rostro, no quería nada más.

— ¿Entonces qué van a hacer?

— Mientras más pienses en eso te vas a sentir peor... No lo hagas, ¿Sí? Es tonto que te lo diga porque sé cómo funciona la ansiedad, pero en verdad trata de pensar en cualquier otra cosa.

— ¿Otra cosa?... ¿Como cuál?

— Mm... En ésto.

Dijo justo antes de arremangar un poco su ropa, tomando en sus manos una pulsera que tenía en la que había un dije de lo que parecía ser una rosa, se la quitó y se la dió a Mark, colocándola con delicadeza en su muñeca antes de volver a mirarlo a los ojos, sonriéndole.

— Te la regalo, piensa en la rosa y trata de buscarle todos los significados que quieras, puede ayudarte.~

La dulzura en la voz del chico le hacía sentirse en el paraíso por cortos segundos, como si los ojos grises fuesen cada vez más divinos, o como si sus propios orbes comenzaran a ser brillantes, se sentía mejor que nunca, no sabía que significaba todo lo que sentía, pero le encantaba.

--₡--

Bueno, espero que les guste éste capítulo, por la cuarentena estoy escribiendo bastante seguido pero al menos así tengo continuidad con el fanfic, espero les guste mucho. ¡Cuídense! ♥️

El Pianista de Ojos Grises || MARKJAEWhere stories live. Discover now