Remordimiento

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Kanon

Obviamente Milo aún sentía cosas por Camus. La cuestión era, ¿qué cosas? Era de esperarse que luego de una relación uno sintiera cariño por el otro, cierta nostalgia, más aún si de por medio había habido una muerte. Lo entendía. Había, sin embargo, llegado a la conclusión de que no quería ser la sombra de Acuario. Si Milo lo quería tenía que quererlo por lo que él era, no por otra cosa.

No valía la pena intentar descifrar al onceavo caballero o qué cosas eran de las que el escorpiano se había enamorado. Tenía que dejar de una vez de pensar en él. Primero porque éste en verdad no interfería en lo más mínimo y segundo porque a nada llegaría con eso. Él no era como Camus y jamás lo sería. ¡Ni siquiera tenía idea de cómo era!

Las palabras que Milo había pronunciado sobre él lo habían dejado completamente mudo, pues al parecer el francés ocultaba demasiado bajo su indiferente apariencia. ¿Qué era eso? No tenía la menor idea, pero había entendido ya que jamás podría competir con él. Si quería ganarse a Milo tendría que hacerlo con sus propias herramientas. No era fácil estar enamorado, la verdad. No en esas circunstancias. Con Milo aún sintiendo cosas, con el ex paseándose por allí, con el respeto que debía tenerle al tiempo, puesto que era evidente que no podía confesar aún lo que sentía. En el molde, no podía sino esperar el tiempo le diera al fin una oportunidad.

Camus

No quería. En verdad no deseaba hacerlo. No ahora que había vuelto a la vida, que estaba nuevamente allí, que podía aunque sea verlo. El dolor que sentía, sin embargo, no le daba tregua y la idea que daba vueltas en su mente empezaba a tomar cada vez más fuerza. Comenzaba a sentirse verdaderamente mal por estar vivo, llegando al punto de extrañar la situación en la que se encontraba no hacía demasiado tiempo. En el frío abrazo de la muerte no existía el dolor que estaba experimentando hacía semanas.

Vivía de escasos momentos de distracción, momentos que bien podría haber contado con una de sus manos. En más de una ocasión había visto a Milo observándolo, sin saber bien cómo interpretar su mirada. ¿Sentiría lastima por él? Quizás. Después de todo, no debía ser sorpresa que él continuara amándolo. Había muerto, no se había escapado de parranda. No dudaba del cariño que le guardaba ya que sabía era sincero. La historia que compartían, aunque no estuvieran juntos, había sido hermosa y así la recordarían.

Sí, ahora que pensana en ello no tenía ya dudas. Milo debía tenerle cierta lástima por su situación. Y no podía culparlo, la verdad, pues él también se la tenía.

Milo

- Tú.. ¿cómo estás? - se animó a preguntarle.

No había querido salir de su casa tan solo esperando que él volviera a la suya. Ahora que lo tenía en frente, era sobrehumano el esfuerzo que debía hacer para no correr a sus brazos. Lo extrañaba, lo extrañaba demasiado. Los zafiros de su amado, sin embargo, decían todo lo contrario..

- Bien - le respondió escuetamente el acuariano. Si esperaba que él también se lo preguntara, se había equivocado. Tajante, no hacía más que mirarlo.

- Oye.. - sonrió nervioso entonces. - Mañana iremos a un bar en Rodorio, ¿sabes? Nunca.. Nunca tuvimos la oportunidad de celebrar que estamos vivos, podrías venir si quisieras..

No supo cómo lo hizo pero lo hizo. Le había suplicado a Afrodita, quien organizaba todo, que no le dijera nada para poder hacerlo él. Por supuesto, su presencia era la única que le habría importado.

- No creo que sea buena idea, Milo.

Quedó estático. Camus le hablaba como si entre ellos jamás hubiese habido nada. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo hacía para olvidarse de todo lo que habían vivido juntos? ¿Cómo podía hablarle tan fríamente?

Resurgir (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora