La cabaña

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Camus

Siberia lo había recibido con la misma temperatura de siempre. Un frío aniquilante dominaba las tierras, la nieve caía copiosa, la brisa congelaba todo lo estuviese a su alcance.

Hacía tanto no iba..

Parado en el medio de la nada misma, en el desierto ártico que era aquel lugar, se dedicó a observar la tierra que amaba. Los hielos eternos, las lejanas cadenas montañosas, los helados mares.

Sólo cuando estuvo seguro de estar en el lugar correcto decidió entrar a la cabaña. La encontró exactamente igual a lo que recordaba. Las cosas seguían precisamente donde las había dejado. Sólo la nieve que la había azotado por largos años interrumpía su quietud.

Tras quitarse la armadura y el abrigo, recorrió las habitaciones de la pequeña casa. La cocina, el comedor donde tantas veces había compartido la mesa con Isaac y Hyoga. La habitación de ambos, su propia habitación. Todo estaba igual.

Y pese a estar solo nuevamente, alejado otra vez del mundo, allí dentro consiguió sentirse en casa.

Milo

Camus se había ido y eso era en todo lo que pensaba. No podía creer que el francés lo haya abandonado de esa forma. Esta bien, no estaban en el mejor momento pero, ¿por qué irse?

Saber que ya no volvería a verlo, que todas sus ilusiones habían muerto y que jamás lo recuperaría..

¡Maldita sea, por segunda vez lo había perdido!

Las lágrimas, viejas compañeras del pasado, volvían a adueñarse de su cuerpo. ¿Dónde encontraría consuelo? ¿Dónde?

Camus era el amor de su vida.. y se había ido..

Por mucho que sus amigos intentaran calmarlo nada funcionaría. Pues nadie conocía a Camus como él. Y si se había marchado era porque la decisión estaba tomada. Él no volvería. Se había encargado de comprobar que así fuera.

Su armadura, la bella Acuario, ya no estaba en la biblioteca del templo, lugar en donde Camus solía dejarla. Ni siquiera su abrigo, el abrigo que le había regalado y que era el único que el acuariano vestía en sus viajes a Siberia.

No tendría más remedio que aceptarlo. Su amor ya no era correspondido.

Y tendría que olvidar a su bello y tan amado francés...

Kanon

Habían pasado ya algunas semanas de la partida de Camus a Siberia, pues ya era un hecho que se encontraba allí.

Milo no estaba bien pero sí mejor y eso lo animaba. Por su parte, le habría encantado consolarlo pero había decidido seguir el consejo de su hermano y darle tiempo al griego a que transitara el duelo.

Y por mas que se murió de ganas más de una vez, consiguió darle espacio. Lo que sentía por él crecía cada día, a cada momento.

Milo era increíble. Aún no le entraba en la cabeza que Camus rechazara su amor. Pues, ¿quien en su sano juicio no estaría con Milo?

Los sentimientos que profesaba le desbordaban el corazón y se sentía incapaz de continuar por mucho más con aquella mentira de ser amigos. No dudaba de que más pronto de lo que pensaba quizás, tan sólo quizás, su oportunidad llegaría.

Resurgir (MiloxCamus)Where stories live. Discover now