Cultura perdida.

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— Que bonita coincidencia. — La respiración de Méx se aceleró, ese olor empalagoso le estaba asfixiando. — ¿Qué pasa mi amor, mucho estimulante para tu virginal cuerpo?

Paso sus manos lentamente sobre la ropa del tricolor en un recorrido que termino en sus caderas las cuales sujeto fuertemente, Méx cubrió su rostro contra la cama, se estaba mareando a horrores, pero un nuevo movimiento le hizo alejarse un poco de esta, le había tomado de las alas, una de sus manos viajo a su cuello, acariciando la traquea en el proceso, siguió ascendiendo hasta tomar sin dificultad su barbilla, le giro para mirarle, los ojos del atacante eran totalmente negros, los podía ver a través de esa desagradable mascara de caballo.

— Por favor, sácame de aquí...

Suplico cuando el ambiente le había superado.

— Oh, querido mío, me temo que eso no es posible, nuestra propia celebración está apenas empezando.

La máscara fue levantada y Méx soltó las primeras lágrimas cuando vio que era Canadá el portador de aquella mascara.

— Por favor, ya no puedo...

— No te preocupes, es un simple estimulante, no te va a matar, te hará desear más y yo con gusto te voy a complacer, te gustará eso es seguro, solo debes dejar que te tome.

Lo levanto sin dificultad del suelo donde estaba arrodillado, su destino fue dejarlo en la cama, se mordió los labios mientras se desabrochaba la playera, el mexicano intento levantarse, pero el canadiense se dedicaba a dejarlo en la misma posición.

— Yo no quiero, por favor, no me hagas daño.

Canadá formo una sonrisa tan encantadora que el tricolor pensó que al fin podría salir de esa incómoda situación, se levantó con cuidado, Canadá le cedió espacio y un suspiro escapo de sus labios cuando estuvo de frente con bicolor, pero jamás se esperó ser lanzado de nuevo contra el mueble, el bicolor le había dado la vuelta y mantenía su cara contra las cobijas.

— Realmente no recuerdo cuando pedí tu permiso para esto, al final fue solamente tu culpa por venir aquí.

El mexicano se removió, la situación tan irreal lo tenía mareado, el olor de algodón lo desoriento y atonto, pero su cerebro le pedía escapar, luchar por irse.

— ¡Suéltame!

Grito desesperado cuando pudo mover su cabeza para tomar aire, Canadá lo estaba dominando, pero su cuerpo seguía resistiendo.

— ¡Deja de moverte! Solo haces que me sienta como un violador y eso me hace enojar.

— ¡No quiero!

Volvió a gritar cuando consiguió otra posición, Canadá seguía luchando, él igual seguía peleando, no quería, no deseaba algo así. Su cuerpo tembló y sus ojos tuvieron el reflejo en cerrarse cuando sintió una mordida: agresiva, dolorosa y sangrante en la zona de su cuello.

— No te muevas o la gentiliza no la veras esta noche.

Le amenazo cuando el mexicano quedo boca arriba, se miraban fijamente, uno satisfecho por las lágrimas que salían de esos ojos marrones y el otro con temor y dolor.

— ¡Ya no! Por favor, no lo vuelvas a hac...

Las palabras del mexicano se vieron interrumpidas por su grito, otra mordida más. Canadá mordía hasta desgarrar la piel, la sensación de sus dientes atravesar y su boca llenarse de sangre eran una sensación tan satisfactoria, las mordidas siguieron, su erección creció con ellas, cada grito, cada lagrima, se bebía todo. La sangre, las lágrimas, los gritos, eran un bufet para él, en alguna parte de su "juego" de mordidas rasgo la ropa del mexicano, a su juicio era estorbosa y no le dejaba disfrutar de toda la piel, Méx no dejaba de llorar y temblar, entre más trataba de defenderse o resistirse más fuerte y duradera era la mordida, también volvía a las viejas mordidas para hacer más alrededor de ellas, volviendo insoportable su dolor.

Méx.Where stories live. Discover now