Pilar Prades Santamaria

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Pilar Prades, la envenenadora que enseñó que las mujeres matan mejor

En los tres casos, la asesina había envenenado a sus víctimas con arsénico que combinaba y reforzaba con uno mata-hormigas de sabor dulce. El caso de Pilar Prades conmocionó a la sociedad de la época: pasaría a la historia como la envenenadora de Valencia, y como la última mujer que, en España, sería ejecutada con el método del garrote vil.

Pilar Prades Santamaría era una de las centenares de miles de chicas que, en la época de miseria que cubría la España de las primeras décadas del franquismo, había abandonado el medio rural y se había desplazado hasta la ciudad para servir. Había nacido el año 1928 en Begis, una población de mil habitantes situada en la zona montañosa de la provincia de Castellón.

De su niñez y juventud hay pocas noticias: tan sólo se sabe que llegó a Valencia ciudad en 1940, con doce años, y que en 1954, con 26 años, entraba a servir en casa de la familia Vilanova Pascual, que tenían tienda y casa en la calle Sagunt, en el barrio de la Saida. Allí hizo de trabajadora doméstica en la casa y de vendedora en la charcutería de los patrones.

Y allí cometería el primer crimen. A partir de una fecha no determinada, empezó a envenenar su patrona, a Adela Pascual Camps. Sólo a su patrona. Diluía el arsénico con el café con leche y añadía pequeñas dosis de mata-hormigas para endulzar el sabor del brebaje. La festividad de Sant Josep de 1955, la víctima empezó con un cuadro de vómitos y defecaciones de gran violencia que se agravaría progresivamente y que le comportaría una rápida pérdida de peso y de capacidad motriz.Durante la enfermedad, la asesina aceleró la intoxicación diluyendo, también, la combinación de venenos en el caldo. Ningún médico fue capaz de diagnosticar aquella enfermedad y, pasado el verano, Adela Pascual, ya convertida en un cadáver viviente, acabaría muriendo.

Según las investigaciones posteriores, el mismo día que enterraron a Adela Pascual, la asesina se vistió con el delantal de la víctima y "con la mejor de las sonrisas" se puso a despachar detrás del mostrador de la charcutería. Pero Enric Vilanova, el esposo de la víctima, debió de tener otros planes: pocas semanas más tarde la despidió y pasados unos meses cerró la charcutería.

Un handicap que no representaría ningún problema en la carrera delictiva de Pilar Prades, porque poco después de ser despedida por el charcutero entró a servir, con unas excelentes referencias, en la casa familiar del capitán médico Manuel Berenguer Terraza, su esposa Carmen Cid, y sus cuatro hijos, en la calle Joan d'Àustria, en el barrio de Ciutat Vella.

También según las investigaciones posteriores, después de un periodo de adaptación a la nueva casa, entró en conflicto con Aurelia Sanz Herranz, la cocinera de los Berenguer Cid, por un sórdido "asunto de pantalones". Según la policía, Pilar y Aurelia competían por el interés de un hombre que no tenía ninguna relación con la casa, y la sirvienta habría decidido hacer uso de sus recursos criminales.

Pero, en cambio, esta versión chirría cuando se sabe que Pilar Prades envenenó simultáneamente a la cocinera y a la patrona. Las dos víctimas cayeron enfermas, prácticamente, al mismo tiempo. Y eso despertó las sospechas del capitán-médico, que investigó por su cuenta hasta encontrar a Enric Vilanova, el antiguo patrón de Pilar Prades.

El objetivo de Pilar Prades apuntaba en la misma dirección: asesinar y sustituir a la patrona, con o sin la complicidad del patrón. Por este motivo resulta difícil de encajar el caso de la cocinera. Carmen Cid desarrolló los mismos síntomas que Adela Pascual y que Aurelia Sanz: un cuadro muy violento de vómitos y diarreas, y parálisis progresiva de manos, pies, brazos y piernas. Cuando el capitán-médico localizó al charcutero, ató cabos.

Las analíticas de sangre y orina que se hicieron en los mejores laboratorios de Valencia confirmaron las sospechas: Carmen Cid y Aurelia Sanz habían sido intoxicadas con arsénico. Pilar Prades nunca confesó la autoría de los crímenes, pero acabó convertida en un mito de las historias del crimen: la envenenadora de Valencia.


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