Capítulo 2: [Esto es Berk]

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_ESTOICO_

Abrió los ojos con brusquedad en cuanto recobró la consciencia. Se encontró con que estaba sentado en vez de acostado. ¿Había tomado el puesto de guardia en algún momento y se quedó dormido? No, no recordaba que tal cosa hubiera pasado. Todo a su alrededor estaba oscuro. No estaban ni los restos de las fogatas sin fuego o tampoco percibía la humedad de la cueva. Tampoco escuchaba la tormenta o el rugido de las olas.

Al estar privado de su vista, sus otros sentidos comenzaron a hacerse más sensibles a su entorno. Alzó los brazos, los cuales terminaron por dar contra unos reposabrazos que al parecer estaban hechos de una tela suave y cómoda. El sonido de otras respiraciones y gruñidos confusos comenzó a escucharse alrededor de él, lo cual le hizo preguntarse qué tan amplio era el lugar donde se encontraba.

Distinguió voces conocidas entre la confusión. Y sintió alivio de saber que no se encontraba solo. Tomó aire para hablar, pero fue interrumpido cuando un gran cuadro de luz blanca iluminó repentinamente el lugar.

Las personas lanzaron pequeños gritos de sorpresa y quejidos por la aparición de dicha luz. Parpadeando para ajustar sus doloridos ojos al cambio de iluminación, miró alrededor y notó que toda la aldea estaba presente.

Se encontraban dentro de una amplia sala. Las paredes, el techo y el piso eran de color negro, y los asientos en los que estaban eran forrados completamente por la tela suave que Estoico había sentido en sus manos cuando las había puesto en los reposabrazos, y era de un color rojo oscuro.

—¿Dónde estamos? —preguntó una mujer con voz nerviosa—. ¿Cómo llegamos aquí?

Padres y madres comenzaron a llamar a sus hijos con miedo, para luego soltar una risa de alivio en cuanto estos les respondían a unos asientos de distancia, sanos y salvos. Amigos y conocidos interactuaban por igual en busca de información sobre la situación.

Estoico llevó una mano a su cinturón con la intención de tomar el martillo que usualmente reposaba ahí, pero se encontró con que no había nada. No tenía cómo defenderse en caso de encontrarse con una amenaza. Lo había sacrificado lanzándolo para detener al Furia Nocturna de atacar a...

—¿Hipo? —Estoico alzó la voz, llamando a su hijo entre el creciente revuelo de confusión en la sala—. ¿Dónde estás?

Si el chico se encontraba en la sala, no le respondió.

—No lo veo, creo que no está —dijo Bocón, quien se había mantenido callado hasta ese momento. Estaba sentado a su lado.

—Tu hijo nos ha traído hasta aquí, Estoico. ¡Nos atrapó en un lugar con un invento suyo para matarnos! Eligió a los dragones por encima de nosotros —gritó Mildew, quien estaba en la fila delantera de todos los asientos. Lo señalaba con su bastón en un gesto descarado de acusación.

Los aldeanos interrumpieron sus conversaciones para poner atención a la situación. ¿Hipo era el culpable de todo aquello?

—El no haría algo así —dijo Estoico solemnemente—. Podrá haber perdido el juicio, pero no está en su corazón el secuestrar y masacrar a una aldea entera.

—¿Qué te hace estar tan seguro de eso? —presionó el anciano.

—¿Qué te hace estar tan seguro a ti de que él es responsable de esto? —contraatacó Estoico entre dientes, la mirada en sus ojos poseía una indignación profunda—. Siendo realistas, el no sería capaz de traernos a todos aquí sin que nadie se diera cuenta. Incluso si tuvo ayuda de otras personas o dragones.

—¡Eso sería aún peor! —exclamó un anciano—. Sólo podríamos interpretar esta situación como una obra de los dioses. ¿Nos habrán condenado a estar aquí como castigo por alterar el balance de las cosas? ¿Por... intentar establecer la paz con los dragones?

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Where stories live. Discover now