Capítulo 6: [El Nido de los Dragones]

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_ESTOICO_

Era de noche. Hipo se encontraba sentado a solas en la herrería con una sola vela como medio de iluminación, recargando la parte superior de su cuerpo en un escritorio sobre el que había dibujos de Chimuelo y planos que contenían mejoras o ideas para su prótesis... e ideas para mejorar la seguridad de la silla para evitar que ambos volvieran a pasar por el mismo accidente de antes.

Todavía seguía repasando los eventos de ese día. En especial el comportamiento de aquellos Terribles Terrores. El resto del grupo no lo había atacado (a penas si le pusieron atención), y el que se le había acercado no era un ser tan vicioso como el que había atacado a Brutacio en el Ruedo, sino que se asemejó a un gato dócil. Confió en Hipo lo suficiente como para acurrucarse a su lado y cerrar los ojos, justamente por el gesto de amabilidad que él expresó al darle algo de comer.

Algo en lo que no había pensado profundamente hasta ahora por fin se abrió camino en sus pensamientos mientras jugaba distraídamente con un lápiz. Si al final Chimuelo había aceptado ser su amigo, probablemente otros dragones también podían entablar amistad con otros vikingos. No había necesidad de que ambos bandos siguieran derramando sangre. Tal como él había comentado en la isla mientras acariciaba a aquel pequeño dragón, todo lo que sabían sobre ellos estaba mal.

El sonido de pasos lo sacó de su ensimismamiento. Volteó lentamente, probablemente sin esperar ver a nadie especial pasar por el marco de la puerta, pero se puso de pie en un salto en cuanto vio a su padre.

—¡Papá! ¡Volviste! —exclamó algo sobresaltado, reuniendo rápidamente los dibujos y los planos en el escritorio detrás de su espalda para evitar que su padre los viera—. Ah... ah... Bocón no está aquí, y yo... —empezó a explicar, buscando algo que decir para desviar cualquier atención que el hombre hubiera podido tener hacia los papeles que intentaba esconder.

—Lo sé —dijo Estoico para después forzar su cuerpo con algo de dificultad por el angosto marco de la entrada, haciendo que la estructura crujiera y temblara un poco. En cuanto logró pasar, enderezó su casco y su postura y aclaró:—. Vine a buscarte a ti.

—No puede ser —dijo Estoico, masajeando sus sienes con las puntas de sus dedos.

El número de veces que el secreto de Hipo hubiera sido revelado si tan solo alguien se hubiera molestado en presionarlo un poco o simplemente preguntarle qué estaba haciendo, se estaba volviendo ridículamente grande.

—Ah, ¿sí? —respondió Hipo, cerrando el cuaderno que tenía su primer dibujo de Chimuelo.

—Estás guardando secretos.

Era obvio que para este punto los nervios de Hipo comenzaron a llegar a su límite, acercándose a la línea del miedo. Miedo a lo que pasaría si su padre en verdad se había enterado sobre Chimuelo, miedo a lo que le harían tanto al dragón como a él por romper años de tradición vikinga. Esto no podía estar pasando, ¿O sí? ¿Qué lo había delatado? ¿A caso alguien en la isla los había visto volar esa tarde? ¿O alguien lo había estado espiando? ¿Tal vez él no había sido tan discreto como había pensado?

Con un gesto que indicó que el estómago se le había revuelto amenazando con expulsar el almuerzo, Hipo se inclinó para recargar un codo sobre el escritorio buscando estabilizar sus nervios y sus ahora temblorosas rodillas.

—De... ¿De... verdad? —preguntó intentando sonar casual, como quien no sabe por dónde va la cosa y que no tiene nada que esconder.

—¿Cuánto tiempo creíste que podrías ocultarlo? —inquirió Estoico entrecerrando los ojos.

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Where stories live. Discover now