Capítulo 3: [Amistad Prohibida]

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Tras el encuentro de Hipo, la escena cambió y mostró a Estoico atizando el fuego de la chimenea en su casa. Ya era de noche. Por un lado detrás de él, la puerta de la casa se abrió y por ella entró Hipo, que en cuanto notó que su padre estaba en la habitación hizo una mueca y caminó rápida y silenciosamente hacia las escaleras en un intento de pasar desapercibido.

—Hipo —llamó el pelirrojo al escuchar los pasos.

El chico se detuvo en medio de las escaleras al verse descubierto.

—Papá... tengo que hablar contigo.

Ahora que no había otra alternativa más que entablar una conversación, más valía aprovechar y decir las cosas directamente. No aplazar el momento.

—Yo también tengo que hablar contigo, hijo —dijo Estoico acercándose al castaño.

Hubo un breve silencio en el que ambos tomaron una respiración profunda. Terminaron hablando al mismo tiempo.

—Creo que es hora de que combatas con dragones.

—Decidí que no quiero combatir con dragones.

—¿Qué? —volvieron a preguntar al mismo tiempo.

—Ah... tú primero —dijo Estoico tras la pequeña confusión.

—No, no, tú primero —dijo Hipo.

—Está bien —Estoico tomó la palabra, y tras una breve pausa volvió a hablar—. Tú ganas. Vas a entrenar... empiezas en la mañana.

—Ay, hubiera hablado primero —Hipo comenzó a pasarse las manos nerviosamente por el cabello—. Am, porque se me ocurrió, ¿no? Que... tenemos bastantes vikingos que pelean con dragones, pero... ¿tenemos... suficientes vikingos panaderos o vikingos reparadores?

—Necesitarás esto —dijo el hombre entregándole un hacha.

—No quiero combatir con dragones —replicó Hipo, trastabillando ligeramente al tener el peso del arma entre los brazos.

Estoico soltó una risa irónica.

—Por favor, ¡claro que quieres! —se dio la vuelta y avanzó unos pasos de regreso a la chimenea.

—Oh, no. Claro que no quiere —dijo el Estoico del presente arqueando una ceja.

—Traducción: papá, no puedo matar dragones.

—Pero vas a matar dragones —dijo girándose de nuevo para ver a su hijo.

—No, estoy súper mega seguro de que no —aseguró el otro.

—Ya es hora, Hipo.

El chico negó con la cabeza.

—¿Quieres escucharme?

—Esto es serio, hijo. Cuando llevas esta hacha —Estoico tomó el arma de las manos de su hijo para que la viera bien, después se la entregó de nuevo—...nos llevas a todoscontigo. Significa que caminas, que hablas, y piensas como nosotros. Se acabó —hizo una seña cn los brazos—...esto.

—Acabas de señalarme completo.

—¿Oíste?

—Creo que esta conversación viene en un solo sentido.

¿Oíste?

Hipo suspiró en derrota.

—Sí, oí.

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Where stories live. Discover now