Capítulo 4

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    El viaje hasta La Gaviota se le hizo eterno. A pesar de que el capitán del pesquero era un hombre entrañable y se esforzaba en entretenerla con historias de sus viajes, Emma tenía la cabeza en otro sitio. Mejor dicho, en otra persona. ¿Dónde estaría Killian? ¿Estaría bien? La parte razonable de su cabeza le decía que sólo estaba en un barco, algo que no era exactamente nuevo para él. Y además, como él mismo le aseguró en una ocasión, si había algo en lo que era bueno, era en sobrevivir. Pero la historia sobre Henderson y su mala reputación le preocupaba. Si Killian se había embarcado en ese viaje sin ninguna esperanza, sin nada que le mantuviese centrado, era muy peligroso... su pasado era la prueba de ello.

    Muchas veces había querido hablar con él de ello; de la muerte de su hermano, de su vida como pirata, de cómo se sintió tras la pérdida de Milah... pero sabía que eso le haría sentirse mal, y además, ella no era la más indicada para dar lecciones de cómo expresar sentimientos. Ahora lo tenía muy claro: cuando llegara hasta él, y lo haría, empezarían de cero. Enterrarían de una vez por todas el pasado de ambos, se olvidarían de todo el asunto de Gold, y se dedicarían a ser felices. Porque sí, Emma era capaz de ver un futuro a su lado. Aún le daba cierto reparo confiar 100% en una persona, pero ya no tenía miedo; el  miedo lo había sentido al perderle, y no estaba dispuesta a cometer ese error dos veces.

    El cielo empezaba a oscurecerse cuando llegaron a la isla. El capitán le indicó dónde se encontraba la taberna, y tras coger el dinero que le dio Emma, cumplió lo prometido y se marchó. La verdad es que Emma, en su lugar, tampoco se habría quedado. Pero ella tenía una motivación y, decidida, entró en la taberna.

    Aquel sitio era... bueno, no era exactamente un salón de té. Le recordaba mucho a aquel cuchitril al que fue con el pirata durante su viaje en el tiempo, cuando se encontraron con el Hook del pasado. Olía a alcohol y a tabaco, y prefería no mirar abajo y descubrir qué estaba pisando. Se acercó a la barra, y se dirigió a un tabernero con cara de pocos amigos, haciendo gala de sus mejores encantos:

    - ¿Hola? Disculpe, estoy buscando a alguien, y esperaba que usted pudiera ayudarme. - dijo con su mejor sonrisa.

    - Esto no es objetos perdidos, encanto. La información cuesta dinero.

    Emma deslizó un billete por la barra hasta la mano grasienta del hombre.

    - Busco la embarcación del capitán Henderson. Me han dicho que suele frecuentar esta isla cuando sale a la mar, y necesito saber hacia dónde se dirige.

    - Vaya... ¿estás segura de querer saberlo? No es el mejor sitio para una chica como tú.

    - No necesito su opinión, sólo información.

    - De acuerdo... quizá otro amigo como el de antes me ayudaría a recordar.

   Otro billete más.

    - Estuvieron por aquí ayer. Cogieron garrafas de alcohol y se largaron.

    "Killian ha estado aquí". Ese pensamiento le alentó un poco.

    - Bien. ¿Tiene idea de qué rumbo llevaban?

    - No me lo dijeron directamente... pero tengo buen oído. Creo que se dirigían al encuentro de otro navío para, ya sabes... negocios.

    - ¿Qué clase de negocios? ¿No se referirá a... piratería?

    - ¿Piratería? ¿De qué época te has escapado, guapa? Jajajaja. Quizá en otro tiempo se les hubiera llamado piratas... ahora más bien se les considera traficantes.

    Emma se sintió estúpida por un momento. Tanto tiempo en ese mundo de cuentos y fantasía a veces le hacía perder la noción de la realidad. No estaba en Storybrooke... aquella era una ciudad "real", con actividades propias del siglo XXI y... espera, ¿había dicho traficantes?

    - ¿A qué se refiere con traficantes?

    - Bueno, ya te he dicho que no lo sé con exactitud... pero se dice por ahí que Henderson se dedica a viajar durante meses por diferentes ciudades buscando mercancía... drogas, para que me entiendas, y luego vuelve y la distribuye. Todo el tema de la pesca es una simple tapadera.

    - Dios mío... ha dicho que iban a encontrarse con otro navío, ¿sabe dónde?

    - A un par de días de aquí, a lo sumo. Decían algo de que el otro barco venía de Nueva York, pero suelen quedar en alta mar para evitar miradas indiscretas.

    - Pero... aunque el intercambio se haga en alta mar, es posible que en algún momento se acerquen a tierra a por comida y esas cosas, ¿verdad?

    - Sí, claro, es lo normal...

    - Perfecto. Ahora sólo necesito llegar a un aeropuerto, o a una estación de autobuses, lo antes posible.

    Tras darle un par de billetes más, el tabernero le indicó dónde coger un pequeño barco que la sacaría de la isla y la llevaría a la ciudad más próxima, y una vez allí, podría dirigirse a la estación y subirse a un tren que la llevaría directa a Nueva York. Por desgracia, para eso tendría que esperar hasta el día siguiente, así que salió de la taberna y se acercó a una pensión, de mala muerte sin duda, aunque era su única opción para pasar la noche.

    Se dio una ducha, se comió un bocadillo que sacó de su mochila, y se metió rápidamente en la cama. No era la más cómoda del mundo, pero Emma era experta en dormir en cualquier sitio. Empezó a planear mentalmente lo que sería su día mañana: cogería ese barco, y una vez en tierra firme, se subiría el primer tren destino Nueva York. Pese a que el Olimpia le llevaba ventaja, ella confiaba en que la rapidez del tren le permitiera llegar antes que ellos a Nueva York. Por suerte, ese año con Henry allí le hacía conocerse bastante bien la ciudad, y seguía siendo una experta localizando personas ... sabía que en cuanto el barco llegase, lo encontraría. Daría con Killian... hablaría con él, le diría todo aquello que tanto había temido decirle, y volverían a casa. Saber que estaba en un barco rodeado de traficantes le preocupaba, pero confiaba en él. Se lo debía después de todo lo que había pasado.  Pensó en la cara que pondría cuando la viese aparecer... por suerte, él tenía su memoria intacta y no vivirían una situación tan extraña como cuando fue él quien apareció en Nueva York buscándola. Aun le parecía increíble que lo hiciese... sin duda, el destino era caprichoso volviendo a juntarles en aquel lugar. Se imaginó la sonrisa de Killian; cómo la miraría, de aquella manera que nadie antes lo había hecho... y se quedó dormida, soñando con ese beso que estaba deseando darle.

Tú me has hecho mejorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora