Capítulo 2 (Larry)

1K 88 146
                                    

Tengo un leve sentimiento de vaguedad, como si flotara en la penumbra, como si me encaminara a una oscuridad absoluta sin poder contrariar a lo que me arrastra a ese inhóspito lugar. Me sobrecojo y experimento mucho miedo. Aquel sitio es por completo desconocido para mí, ese sentimiento de vacío...

Recuerdo con claridad lo que había sucedido. Fue tan rápido, pero en los recuerdos que tengo... en ellos el tiempo transcurre más lento, me da el chance de repasar con detalle todos los hechos de inicio a fin.

Si. Justo antes de que todo eso pasara me había despertado. Los niños y Montimer estaban dormidos todavía. No quería despertarlos, así que salí de la cama en silencio, vi que Monti tenía su brazo sobre Richie, cobijándolo con sus grandes alas; Ron, en cambio estaba aferrada a su padre por la espalda, como si abrazara a un gigantesco peluche, sonreía. La noche anterior una tormenta azotó el bosque, así que Montimer y yo resolvimos dormir con los niños para espantar el frío que penetraba con fuerza. Tal vez yo lo sugerí por otra razón. No lo sé. Tiempo atrás un leve sentimiento había azotado mi corazón... se aceleraba cada vez que Montimer se me acercaba, y cuando él me salvó, esos sentimientos parecieron tomar fuerza. Creo reconocerlos... me había sucedido lo mismo con Jenny, pero lo que siento por Montimer es más poderoso. Es contradictorio. Montimer prácticamente me retuvo por la fuerza para que cuidara de Ronie, pero desde hacía mucho tiempo que estaba por mi propia voluntad y ya no solo cuidaba a Ronie, ahora tenía a Richie a quien amaba sin prejuicios ni privilegios.

Esa mañana me había dado cuenta que no teníamos leña para el fuego. Por lo general el que se encargaba de traer todas las cosas era Monti, pero cuando estaba a punto de despertarlo miré su rostro plácido y descansado, sosegado por una paz que no pude interrumpir, sumado a la expresión de los niños de completa alegría y tranquilidad. Los dejé allí. Mejor que se tomaran un poco más de tiempo. Cuando volviera con la leña los despertaría.

En otras ocasiones Monti me había dicho que no debía de salir afuera, que era muy peligroso para alguien como yo, una presa. Salí del árbol con un sentimiento de aventura, la tormenta había dejado varias ramas desperdigadas entre la nieve, desde el balcón las podía divisar. «Están cerca», pensé «No creo que nada malo me pase». A veces creía que Montimer era sobreprotector conmigo y con los niños, no entiendo por qué, es como si temiera perdernos, aunque, ahora, dentro de esta penumbra en la que estoy sumergido, pienso que ese temor era una completa realidad. Montimer. Richie. Ronie.

Cogí un piolín para amarrar la leña y traerla en mi espalda. Bajé por las escaleras y me dispuse a cruzar el puente. El agua estaba casi congelada y estoy seguro que, si me hubiera atrevido a cruzar el frío hielo, no hubiera sucedido nada. Miré mi reflejo cuando estaba cruzando el puente. Mi expresión no era como la de antes, pues antes mi rostro solo tenía una vaga expresión de miedo, de temor a todo, de temor a la muerte, pero cuando me vi en el reflejado en ese mundo inverso pude ver un rostro sereno, un rostro feliz. 

El blanco sobrecogedor de la nieve siempre me abrumaba. A ese punto ya debía de haberme acostumbrado, pero eso no pasaba nunca, al menos no en mi caso. Montimer era el que siempre se encargaba de traer las provisiones y las pieles para cubrirnos del invierno, pero en unas cuantas ocasiones no lograba conseguir nada. «Los lugares donde antes habían alimentos están vacíos», dijo en una ocasión. Cada vez se alejaba más del árbol y tardaba más tiempo en llegar. Recuerdo que una vez llegó con las alas casi congeladas, podía ver los carámbanos formársele en sus extremidades; Ronie y yo tuvimos que llevarlo cerca del fuego para que se repusiera, estaba cansado, se le notaba en su caray en el jadeo. No era fácil para él volar mientras lleva carga, estoy seguro de eso.

Empecé a recoger las ramas que estaban caídas sin alejarme mucho de del puente, también cogí un poco de hierva que ponía a secar aproximándolas al fuego para convertirla en yesca, es fácil hacer una fogata cuando se dispone de las cosas importantes. Recogí todo lo que mis pequeños brazos pudieron agarrar. No era mucho, pero si llegaba le podía preparar un poco de té a Montimer, después le diría que teníamos que recoger más leña. 

Tu rastro de sangre en la nieveWhere stories live. Discover now