Capítulo 5 (Larry)

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A pesar que la manta estaba puesta sobre la nieve pude sentir el frío que recorría mi espalda. Era de tarde, el cielo estaba despejando y un color anaranjado inundaba la zona haciendo que la nieve se viera con un color sorprendentemente dorado, brillante.

La mochila de Lucas estaba a un costado, pero no lo vi él. Moví mi cabeza para ver a los alrededores y buscándolo, pero sin resultados. Unos sonidos provenientes de un matorral cercano captaron mi atención, se movía un poco y pensé que se trataba de un depredador y que Lucas me había dejado atrás para salvaguardarse, en parte tenía razón y por otra parte no, pues fue Lucas el que salió de esos arbustos. Mi corazón se tranquilizó. Cuando se dio cuenta de que estaba despierto se sentó a mi lado, inclinándose sobre sus manos.

—Disculpa si te dejé un momento, tenía que orinar —me dijo Lucas.

Descubrí que podía moverme un poco más que antes, así que traté de levantarme para quedar sentado en la manta, no lo pude hacer solo así que Lucas me ayudó.

—El efecto de la medicina ya debe de haber pasado, la otra dosis es en la noche así que puedes hablar.

Yo estaba dudando, pero la medicina de verdad surtía efecto. El dolor casi se esfumaba por completo, suspiré un poco y empecé diciendo una sola palabra, la misma que antes dije: «Gracias».

Lucas volvió su mirada, sonriendo.

—Eso ya lo dijiste, ratón. Me gustaría conversar contigo, al igual que tú, también tengo unas preguntas.

Miró al cielo, taciturno. Su pelaje, al igual que la nieve, se tornaba de un color dorado con el brillo del cielo. En mi vida nunca había escuchado de un murciélago blanco y a la única que conocía con algo parecido era a Ron, pero el pasado confuso de ella hizo que varias preguntas saltaran a mi mente con respecto a Lucas.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó él. Era lógico, llevaba casi dos días cuidándome y ni siquiera sabía mi nombre.

—Larry —contesté, mi voz se escuchaba normal y eso me tranquilizó.

—Mucho gusto Larry. Sabes, ahora que conozco tu nombre puedo seguir con la pregunta que más me intriga: ¿Por qué no has tratado de huir? Lo pregunto porque no eres el primero a quien ayudo. Le he salvado la vida a algunos antes de ti: ratones, conejos, mapaches y alguno que otro zorro; en el caso de los ratones, en el mismo momento en que han despertado, trataron de huir, no los culpo, con los otros, pues... trataron de comerme, pero tú no has tratado de moverte siquiera de donde te he puesto, ¿por qué? ¿Acaso es por la misma razón que hueles a murciélago?

Esa pregunta me tomó por sorpresa. Hasta ese punto no lo había pensado, pues, aunque si dudaba de las intenciones de Lucas, traté de huir, tal vez en el pasado lo habría hecho, ¿pero por qué ahora no?

Olfateé mi antebrazo para corroborar lo que dijo sobre que olía a murciélago, pero no logré captar ningún aroma o esencia... supuse que eran cosas de su especie, si Monti hubiera estado al lado mío, probablemente se hubiera sonrojado... lo extraño mucho.

Improvisé mi respuesta.

—Creo que me hubieras comido en el mismo momento en que me encontraste... además no es la primera vez que un murciélago me salva. Creo que es por eso que no he salido corriendo.

Lucas no se mostró sorprendido.

—Va a anochecer pronto. Si caminamos de noche puede ser peligroso así que debemos de encontrar algún lugar en la cual descansar y...

—¿Por qué me salvaste? —pregunté a secas interrumpiendo el comentario del murciélago.

Lucas se puso de pie, recogió la mochila y luego me tendió la mano.

Tu rastro de sangre en la nieveWhere stories live. Discover now