Capítulo 18

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La noche llevaba un buen rato entrada, las estrellas aquella noche se veían bien claras, la luna ejemplar único de la belleza, se mostraba coquetamente en lo alto del cielo, la armonía de la selva, los gritos de los animales nocturnos, el campamento por fin en paz.

De repente...

- Ahhhhhhhhhh

Un grito que hizo a Teresa sentarse en la cama, a Ramón aullar nervioso moviendo la cola, a Vilches levantarse pensando en otro ataque, ambos reconocieron el grito en la voz de Alba.

- ¡Dios mío alguno de los tipos que andaba suelto Vilches! – decía Teresa con gran sofoco yendo hasta la cabaña - Seguro... seguro...

- Joder... va a terminar conmigo – decía sofocado.

Al abrir la puerta ambos se quedaron con la boca abierta, los ojos perplejos y un gesto de impacto brutal ante lo que se encontraron.

- Joder...

Vilches cerró la puerta todavía con gesto transpuesto, luego se miraron los dos aún perplejos ante la visión que acaban de tener, la menos esperada, pero no por eso, más impactante.

- Me voy a dormir

- Si... y yo... creo que...

- Hasta mañana Teresa

- Adiós



Dentro de la cabaña, Alba al ver la puerta que se abría instintivamente se había tapado con la sábana y de un solo impulso se había puesto en pie, su rostro rojo como uno de esos amaneceres rabiosos de la selva, no fueron más de seis segundos con la puerta abierta pero lo suficiente para querer que la tierra se la tragara. Por su parte Natalia, ante la precipitación de Alba, cayó al suelo, y desde allí sintió su apuro, y cerró los ojos mordiéndose el labio. Alba al cerrarse la puerta se había dado la vuelta, notaba su corazón latir con fuerza, tal que le parecía que iba a explotarle de un instante a otro. Notó como Natalia se ponía a un solo paso de ella y como le rodeaba la cintura con los brazos.

- Ven... – le besó la mejilla apegando totalmente su cuerpo al de la enfermera

- Por favor... ¿puedes dejarme sola? – esquivó aquel abrazo enfundada en la sábana dejando de una pieza a Natalia, y volvió a sonar su tono suplicante - Por favor

Sin una palabra, Natalia recogió sus ropas se vistió lo más rápido que pudo y se marchó dando un suave portazo. Fue suave casi imperceptible para el resto del mundo, pero para Alba, había significado un golpe en su alma. Se tapó la cara, suspiró rompiendo a llorar.



Al llegar a su cabaña, Natalia con el ceño fruncido, gesto serio, comenzó a pasear de lado a lado, de vez en cuando se mordía la uña, de vez en cuando detenía sus pasos, había hecho dos amagos para ir a buscarla nuevamente, para hablarlo... para dar algún tipo de razonamiento a lo ocurrido, pero no había conseguido reunir las fuerzas suficientes para acabar lo que empezaba a formarse en su cabeza. Se sentó finalmente a los pies de la cama, sus piernas abiertas, ambos codos apoyados en cada uno de sus muslos, las manos apartando el pelo de la cara, y esa cara, aún exaltada por lo que había sucedido, frunció los labios, resopló y haciendo una mueca que pareció una sonrisa, se fue a cambiarse para meterse en la cama.

Por su parte Alba se había puesto el camisón, estaba sentada en la cama con los ojos repletos de lágrimas, con la nariz roja del disgusto y con un sentimiento de vergüenza enfermizo. Justo en el momento en que el motor cedía y se marchaba la luz, entonces Alba en la oscuridad de la noche, con el reflejo de la luna revivió lo sucedido.

Aventuras en la selvaOnde histórias criam vida. Descubra agora