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Elizabeth Thompson. 19 de septiembre del 2017, el Olimpo.

—Entonces el asesinato de los semidioses no fue nada más que un aviso de que la guerra estaba por empezar —afirmó Arsen en voz baja.

Los líderes de los cinco equipos de guerreros del Olimpo estaban discutiendo que hacer, planeaban una táctica de defensa, pero no llegaban a un acuerdo, Zeus y los dioses hablaban en voz baja.

Elizabeth se mantenía junto a la ventana, observando aquellas luces moverse entre los árboles.

La cabeza le daba vueltas, su visión era borrosa por el cansancio y apenas podía escuchar algo más que los latidos de su corazón.

Esas antorchas… eran rápidas. Esos asesinos se movían rápido, cómo si hubieran estudiado el terreno desde hace mucho tiempo, desde siempre.

Ellos tenían un plan, una ruta marcada desde antes de llegar, no habían parado a dormir, quizás sólo habían encendido la fogata para repasar el plan una vez y terminar de acoplarse al entorno.

Pero ellos ya sabían cómo ingresar.

—Lo más probable es que ataquen desde la puerta —habló Evan—, aunque sea pesada es la parte que menos seguridad tiene, hay que reforzarla y preparar a todos.

—Dividámonos —sugirió otro de los líderes.

Ellos estaban planeando, pero no analizaban los movimientos de su oponente, ellos no caminaban por el frente. Tampoco iban a las habitaciones o algo así.

Mierda, se estaban dividiendo, unos iban al campo de entrenamiento, entrarían directamente en le esquina contraria a la puerta del Olimpo.

El otro… el otro se dirigía a los pasadizos olvidados.

Planeaban entrar al Olimpo, masacrar a todos los débiles, y luego ir por los que quedaran.

—Llamen a todos, que junten sus armas y… —empezó a murmurar Elizabeth.

Las miradas cayeron sobre ella y las palabras se detuvieron al instante.

—Ya tenemos un plan, chica —habló la semidiosa.

—Agradecemos tu intento de ayudar, pero hemos entrenado para esto toda nuestra vida, sabemos lo que es mejor para la guerra —siguió otro se los semidioses.

—No es su nombre el que está en ese oráculo —su mirada se dirigió a los semidioses—. Entiendo que quieran salvar su hogar, pero créanme cuando les digo, que sé lo que estoy diciendo.

Sus ojos parecieron chisporrotear con intensidad cuando analizó con la mirada a los semidioses frente a ella.

Los tres apretaron la mandíbula, pero no hablaron.

—Se dirigen hacia el campo de entrenamiento, el equipo uno, dos, tres y cuatro que se expanda a lo largo del perímetro, arqueros en ambos extremos, francotiradores esparcidos por los semidioses y guerreros con espadas al centro, que se preparen para atacar —ordenó, todos notaron que en sus ojos bailaba el miedo.

—No están listos, muchos ni siquiera están despiertos, no podemos tomar la ofensiva, hay que defender el Olimpo —exclamó uno de los semidioses.

—¿Qué va a hacer el equipo cinco? —cuestionó Evan.

—Que defiendan los pasadizos olvidados, que Astra vaya con ellos, sabe el camino.

—¿Pasadizos olvidados? —murmuró la semidiosa.

—Y si tanto han entrenado tus guerreros semidioses, entonces deberían estar entrenados para pelear en cualquier momento. Voy a prepararme.

Con una reverencia hacia los dioses Elizabeth salió del salón del trono, caminando hasta su habitación y con Arsen siguiéndola desde cerca. Pronto escuchó a los otros semidioses salir a avisar a su equipo.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Where stories live. Discover now