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Callar es algo voluntario.

Un humano ordinario puede hablar cuanto le de la gana, hasta que se le desgarren las cuerdas vocales, no tenga nada mas que decir o simplemente no pueda soportar la sed provocada por el parloteo.

Al levantarse aquella mañana el deseo de hablar, sin detenerse durante todas las horas que quedaban antes de dar el paso definitivo, fue inmenso. Tanto así que no pudo evitar conversar consigo mismo acerca de trivialidades al entrar en la ducha, vestirse, y posteriormente salir a la calle. Así fue, al fin y al cabo no había nadie para reprocharle que estaba haciendo mucho ruido desde muy temprano. Por ello, tarareando una canción cualquiera, caminó hacia la tienda del polaco con una sonrisa.

El sol parecía estar de su parte aquella mañana, ocultándose ocasionalmente entre las nubes arrastradas por el fuerte viento. Hacía un poco de frío, parecía que la madrugada anterior había lloviznado por la cantidad limitada de gotas que seguían marcadas en la cera y el olor a tierra mojada que se podía distinguir en el ambiente. Aquel clima era inmensamente cómodo; la clase de ambiente en la que le gustaba mantenerse. Y sabia que pronto esa calidez controlada iba a cambiar a causa de las acciones de su curiosidad. Pero eso no importaba demasiado por el momento. Existía la posibilidad de que cambiara a mejor, y se aferraba a la esperanza de que así fuera.

Dándose cuenta entonces fué, de que el día también tenía su preciosa metáfora donde la oscuridad parecía esconderse de la mirada acusadora del imponente sol. Mientras la noche parecía tragarse cada fragmento existente, el día parecía ser quien lo renueva todo y ahuyenta el mal momento que pronto se volvería a repetir. Bajo la calidez de la iluminación de la estrella mayor [en este caso no tan potente a causa de las nubes que bailaban en el cielo], se sentía como si pudiera sacarse unas alas de la nada y ponerse a volar por los cielos.

«Despierta, esto no es una historia de fantasía. Eres humano» se recriminó a si mismo en un pensamiento amargo, apretando los labios.

El deseo incontrolable de hablar le persiguió como un fantasma en el resto del trayecto hacia el trabajo. Trabajo al que renunciaría, aunque no se sentía del todo bien con dejar algo así a medias. 

—¡Buenos días! —saludó en un grito a Polonia, inmediatamente abrió la puerta.

—Hola —respondió suavemente el otro, de tal manera en que RD se avergonzó de su escándalo. 

Sin profundizar en el pensamiento para ahorrarse un sonrojo desde tan temprano, el dominicano se apresuró a ir a lavarse las manos y pasar a la cocina, territorio en el que durante aquellos meses se la pasó inventando platillos y bebidas hasta llegar a familiarizarse con ella. Entre esos dichosos meses habían sucedido tantas cosas, pero al mismo tiempo tan pocas de relevancia, que todo cobraba sentido solo cuando estaba allí dentro.

La sonrisa plasmada en su rostro despistaba la calma del polaco por la euforia que demostraba.

—¿Hay algo hoy de lo que no me acuerde?

—¡No! 

—¿Dije eso en voz alta?

—Efectivamente —soltó una carcajada el de tres colores, en medio de la faena por sacar la funda de azúcar de detrás de algunos frascos en la alacena.

Polonia solo dió un sorbo a la taza de café que aun humeaba entre sus manos, resignado a no saber porqué el de cicatrices estaba tan animado ese día específico. Como estaba sentado en la barra, el tramo entre su lugar y la cocina quedaban cortos y podían escucharse a la perfección el uno al otro. 

—¿Y hoy que vas a inventar como 'orden del día'?

—¡Malteada de fresa y crepes de chocolate! —exclamó, en tal tono que dejaba su emoción titilando en el ambiente—. O quizás debería ponerme a hacer helado de mango...

—Intenta la malteada, según recuerdo a Reich le gustan —dio otro sorbo a su café—. Aunque como a mi no me sale del todo bien hacer bebidas frías, estoy seguro de que a ti te quedará mejor.

—¿No es raro?

—¿Qué?

El bicolor asomó la cabeza por la puerta y le miró con el ceño fruncido.

—Tu tenías más climas fríos que yo, pero yo soy mejor haciendo bebidas frías que tu. ¿Qué pasó ahí, Master?

—Ya ni sé —soltó una carcajada disimulada el de ojos claros, dejando la taza de lado.

Sin esperar nada más, el dominicano se puso manos a la obra en la cocina para hacer aquello dicho.

〰🍁〰

Habían transcurrido horas desde el inicio de la jornada, y entre todo el desastre de crear sabores para bebidas y comerse el helado sin que el otro lo notara, una idea había sido lanzada al aire para ser evaluada por Polonia.

—¿Entonces?

—No creo que sea buena idea mantener en un mismo lugar a URSS y Third Reich durante más de seis minutos —dijo el de tez blanquecina, mordiendo un lápiz mientras mantenía la mirada fija en un cuaderno, apoyado en una de las mesas del lugar.

—No tienen que estar específicamente juntos —señaló—. Podemos hacer que Italia Facista e Imperio Japonés se sienten en medio de los dos.

—Tienes razón —Polonia anotó rápidamente aquello. Luego volteó a verle con una sonrisa satisfecha con el plan—. A todo esto, ¿por qué tanto interés en las cintas?

El contrario tuvo que pensarlo durante un momento antes de responderlo. No había pensado durante ningún momento en cual seria la razón específica por la que esas antigüedades le llamaban la atención antes, no tenia ninguna respuesta concreta. Luego de un rato de pensar, habló con total seguridad.

—Me parece algo curioso que estén allí arriba, y hace un tiempo que no veo ninguna cinta VHS en persona —se encogió de hombros—. Simplemente me dan curiosidad.

《Y como existe la probabilidad de que esta noche camine sólo al infierno... No puedo permitirme dejar nada sin hacer》, se ahorró el contar.

—¿Solo eso? Bueno, pero para ello no tendríamos que invitar al resto —Polonia parecía contener la risa—. De acuerdo, te dejo a ti la tarea de ir a invitarlos, mientras tanto estaré bajando las cintas y organizando todo acá para cerrar el negocio.

El contrario asintió satisfecho con la idea, y se apresuró a salir del lugar casi corriendo como si de un niño se tratase. No pudo ver la expresión del europeo a sus espaldas, por lo que no notó como la alegría de su semblante se iba reduciendo lentamente; él tenía el presentimiento de que algo se guardaba entre manos el quisqueyano. Pero no le presionaría para que le cuente, no creía fuera necesario. En algún momento le diría, y si no tal vez no sería algo muy importante.

Y mientras tanto, afuera, RD caminaba sin fijarse mucho en el camino recorrido. Con la mente en las nubes y el sabor del helado de mango todavía haciendo estragos en su mentalidad, no se daba cuenta de nada. El cielo tal vez le cegaba, la paz se había ceñido bien fuerte en su cabeza. Pero el choque inconfundible de un cuerpo ajeno detrás era simplemente imposible de ignorar.

—Por favor... Ayúdame... 

Una voz temblorosa pronunció casi a su oído causándole un súbito escalofrío, en un tono agraviado por la necesidad, mientras un cuerpo ajeno como desmayado caía en su espalda. Gotas carmesí caían por su cuello, manchando el polocher de sangre impropia.

Solo aquel confuso instante le pudo salvar de quedar borracho de aquella calma que tornaba de la ilusión.

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⏰ Last updated: Jul 03, 2020 ⏰

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Sueños Eternos En Noches Efímeras [Countryhumans]Where stories live. Discover now