El ataque del "oso".

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Savannah salió a sacar a su perro a pasear. Se colocó los auriculares y se puso música mientras caminaba. Como ese día se aburría decidió dar una vuelta más larga a su perro, iría hacia las afueras del pueblo y volvería. 

Todo iba de maravilla. El sol brillaba en lo alto y ella sabía que era gracias a ella, se sentía bien, feliz, contenta y aquello se reflejó en el cielo.

Llegados a cierto punto, Savannah vio algo por el rabillo del ojo, se giró rápidamente encontrándose con un borrón marrón que había saltado hacia ella. 

El grito de Savannah fue equivalente al que se podía escuchar en las películas de miedo. Cualquiera podría pensar que Savannah estaba, como mínimo, recibiendo una puñalada por la espalda. 

La realidad era que una ardilla se había lanzado directa a su cara. Su grito aterrador asustó a su perro. Savannah  agitaba sus manos en su cabeza para alejar a aquel bicho que ella aún no sabía que era. 

La ardilla saltó de nuevo a un árbol, Savannah lo vio y comenzó a reír sin poder evitarlo. Una ardilla la había atacado, su hermano no iba a creérselo cuando se lo contará.

La risa y la diversión desapareció cuando se dio cuenta de que su perro no estaba. Solo entonces comprendió que para ahuyentar a la ardilla tuvo que soltar la correa y agitar ambas manos.

-Otra vez no ... -murmuró mientras llamaba a su perro.

Había perdido a su perro de nuevo. Ella comenzó a pensar que aquello era mala suerte, incluso podría ser una señal de que no debía sacar a su perro. 

Savannah sintió que no le quedaba otra opción que adentrarse en el bosque y llamar a su perro a gritos. Volver a su casa sin su perro no era una opción.

Estuvo minutos dando vueltas, hasta que se cansó. Cuando quiso volver sobre sus pasos se dio cuenta que se había perdido. Se sorprendió a sí misma manteniendo la calma aunque su corazón latía a mil por hora. Quizá fuese por qué era de día y aquello no la asustaba tanto. Pero si no volvía a casa antes de que anocheciera estaría oficialmente perdida.

Se llamó a si misma estupida, tantas veces que se lo creyó. Estaba perdiendo la esperanza, sería otra más que desaparecía en los bosques y nunca la encontraban, pero entonces... voces.

Se escuchaban lejanas, pero Savannah pudo reconocer que eran voces. Se acercó despacio intentando no hacer mucho ruido, aún no sabía si esas personas eran de fiar.

Conforme se acercaba reconoció dos voces, una era la de un chico y otra la de una chica, parecían estar discutiendo, ambos se gritaban. Entonces la chica gritó algo, Savannah no entendió nada, solo escuchó un nombre: Josué.

Después de escuchar aquel nombres, un gruñido la alertó. Era un gruñido animal, un sonido furioso y un grito, el grito de una mujer. 

Savannah se acercó corriendo para ver la escena, ni siquiera entendió como sus pies pudieron correr en aquella dirección. Una mujer se llevaba las manos al rostro mientras se encogía y cerca de ella había un lobo. Era un enorme lobo negro, aquellas proporciones no eran normales. No existían lobos así de grandes.

Ella se asustó y comenzó a correr en sentido contrario, ni siquiera lo pensó. Sus frenaron en seco cuando se dio cuenta, no podía dejar a aquella mujer ahí a su suerte. 

Savannah miró a su alrededor y agarró un enorme palo antes de volver. Escuchó al lobo aullar, era un aullido lastimero.

Se repetía una y otra vez que lo que hacía era una estupidez y un suicidio, pero a ella le gustaría que alguien hiciera aquello por ella.

El verano de SavannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora