Capítulo 2°- La Marca de Harry

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Fueron largos los segundos que le tomó procesar la información que había entrado precipitada a su cerebro, reflejándose en su mirada el desconcierto total que había tambaleado su confianza lo suficiente para incrementar la insolente sonrisa en aquel que había revelado su más grande secreto con la misma facilidad con la que un desconocido en la calle te brindaba la hora. Soltó una irónica risa para ganar algo más de tiempo, retirando la vista de ese quien le observaba con el semblante divertido mientras saboreaba con la colorida pajilla los restos de su azucarada bebida y volvía a colocarse aquellos ridículos anteojos de imitación.

Perdedor—acusó Olivia en el fondo de su mente.

¿Te lo parezco? —respondió Matías sin demoras en lo profundo de su cerebro, demostrando que sus palabras distaban mucho de un mero engaño de su parte y en efecto, el chico decía la verdad.

Apresó los bordes de la silla en la que permanecía inmóvil, tan rígida que los músculos y demás miembros los sentía lejanamente entumecidos. Miles de interrogantes desfilaban en su interior ahogándola sin la menor oportunidad de salvarse, orillando su patética estabilidad a la única respuesta de la que era consciente. Este sujeto que portaba un estúpido armazón de lentes falsos estilo Harry Potter, tenía la llave para entrar a cada una de las puertas que conformaban sus pensamientos. Él era un telépata, ¡fantástico!

Nunca usaría mi habilidad para causar daño en alguna persona, así que descuida, pequeña acosadora.

—¡Basta!, ¿quieres dejar de hacer eso?, es jodidamente aterrador— le dijo contrariada elevando la voz más de lo necesario en su intento por sacarlo de su cabeza, sintiéndose por vez primera expuesta y en manos de alguien que era evidente, disfrutaba jugar con su capacidad mental.

—Me disculpo, es una reacción involuntaria —explicó Matías sonriente aumentando el estado de irritación de su acompañante. Dejó el recipiente de su bebida ahora vacía, estudiándola con el filo de la astucia rodeando sus pupilas esmeriladas.

Las vagas memorias de ella misma tendida en medio de una acera volvieron en forma de escalofríos. El punzante dolor emanando desde el interior, el sonido de todos esos pasos que avanzaban con el fin de ignorarla, los murmullos de esas voces que se infiltraron dentro de sus tímpanos haciendo pedazos su cordura, pero sobre todo estaba ese color, aquel tono azul brillante resaltando en aquel oscuro caos.

—Eras tú, ¿cierto? —cuestionó Olivia sin emociones fijas que delataran su comportamiento, haciendo un gran esfuerzo por buscar algo de control—. El intruso que irrumpió e hizo añicos mi subconsciente aquel día en el cruce de caminos.

—Como ya lo mencioné, yo coloqué cada indicio y desde luego te facilité las cosas para que dieras conmigo —suspiró con fingido agotamiento retirando las invisibles motas de polvo de sus ropas y cruzaba sus brazos—. Tus capacidades de espionaje apestan, deberías reconocerlo.

Maldito friki —se quejó por milésima vez en uno de los refugios más recónditos de su mente alterada, tenía que huir debía hacerlo.

La mediana figura de la camarera llegó para romper el tenso ambiente. La vio colocar la información de la cuenta sobre la base de la mesa llamando la atención del chico, distrayéndolo el tiempo suficiente para abrir la oportunidad perfecta para escapar y mantener una prolongada distancia entre ese desconocido y ella. Se levantó discreta, tan silenciosa que ni siquiera la joven mesera la notó. Avanzó cuidadosa reteniendo hasta el aliento para poder moverse paso a paso, casi de puntillas, y cuando menos lo esperaba ya estaba girando en la primera esquina de la avenida.

—Lo hice —mencionó Olivia fatigada a la vez que tomaba unos minutos para reponerse de lo acontecido.

Inhaló con brusquedad lanzando su cuerpo al muro de concreto más próximo, importándole poco si la gente que deambulaba por los alrededores le veía de manera extraña. Buscó la cajetilla de sus cigarrillos deseando sentir el golpe de la nicotina recorrer sus venas, jalando apresurada del contenido que se elevaba en una suave cortina de humo al ser liberado de su boca. Pasó una mano por sus cabellos tratando de rearmar cada uno de los acontecimientos, sin embargo, el aturdimiento aún estaba tan presente que le costaba siquiera pensar con algo de lógica. Tenía que investigar en los viejos libros de su abuela, esa era la solución más factible, quizás en ellos podría darle respuestas a las interminables interrogantes que retumbaban en busca de una explicación que por ahora no estaba a su disposición.

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⏰ Last updated: Jun 29, 2020 ⏰

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El Chico del Hilo AzulWhere stories live. Discover now