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Marsella, Francia.

Me encontraba caminando rápidamente para poder llegar a tiempo a mi trabajo.
Hoy era mi primer día, y para el colmo, llegaría tarde. Había perdido por completo la noción del tiempo.

-¡Qué estúpida!-me maldecí mientras pensaba en que pretexto diría al llegar.

Seguí caminando unas cuadras más, hasta que finalmente el gran letrero: "Boutique d'Amélie" deslumbró mi vista.
Me tomé unos segundos para respirar hondo, sacaría la poca valentía que tenía dentro para confrontar a quien sería mi jefe.

Me acerqué a la entrada de la boutique, jalé la puerta que da acceso a la tienda.

-Bonjour, lamento la tardanza...-justo cuando comenzaba a explicar la razón de mi retraso, Amelie, mi jefa, me interrumpió.

-No, no, estás justo a tiempo. Pasa Camille, Te enseñaré el lugar en el que trabajarás.-dijo Amelie con la amabilidad que la caracterizaba.

Caminé al lado de mi jefa, mientras me explicaba amablemente sobre la ocupación de los demás trabajadores. También me explicó cuál sería mi puesto a partir de ahora.

Mis horas de trabajo habían comenzado ya, la gente llegaba, algunos sólo daban vistazos a la ropa y a los accesorios y otros se llevaban las típicas camisetas de recuerdo.

El trabajo no me pareció aburrido, mi ocupación era ayudar a los clientes a encontrar lo que buscaban y acomodar la ropa y accesorios.

A pesar de haber sido mi primer día, hice una amiga. Su nombre es Isabelle, una chica muy agradable que tenía la misma ocupación que yo en la boutique, ambas teníamos muchas cosas en común, como por ejemplo: nuestros gustos musicales, ambas trabajamos para llenar nuestro currículum y sobre todo, somos de la misma edad.

El trabajo había terminado, salimos todos los trabajadores sin antes despedirnos.

-Adieu Camille, nos veremos mañana.-se despidió Isabelle.

-A la misma hora.-le respondí con una sonrisa.

Comencé a caminar tomando el mismo trayecto de la mañana, me dirigía hacia mi casa, en dónde, esperaba, me recibirían con una deliciosa comida. Je meurs de faim!

Hell's Kitchen, NY

-¿Has terminado de empacar, Timmy?.-preguntó mi madre mientras se asomaba por la puerta de mi habitación.

-Si.-dije mientras soltaba un suspiro.

-De acuerdo.-hizo una pausa mientras se acercaba a mi.-sé que no mueres de ganas de ir a Marsella, pero tu padre si. Realmente quiere regresar a su ciudad y tú, cómo su hijo, debes comprenderlo y apoyarlo.

-Si, eso lo entiendo. Es sólo que me perderé la gran fiesta que JC dará mañana por la noche.

-La familia es primero, Timotheé. Además, eres joven y habrá muchas más fiestas, y sólo será un mes, ¿si?.-dijo dándome un beso en la frente para luego retirarse.

Asentí aunque ya no me pudiera ver.

Después de ese momento madre e hijo, mi padre nos llamó a Pauline y a mi para que bajáramos.

Tomé mi maleta y me dirigí hacia la sala de estar.

-¿Ya nos vamos?.-pregunté

-Si, hijo. Ve saliendo, Pauline ya está en el auto.

Hice caso y salí de la casa, justo como mi padre había dicho, el coche estaba afuera y dentro de este se encontraba mi hermana.

Abrí el maletero y acomodé mi maleta dentro de este. Después me dirigí hacia los asientos de la parte trasera.

-Quítate.-dije

-Si, como órdenes.-contestó Pauline.

Aunque por lo anterior pareciera como si no nos lleváramos muy bien, no era así, yo quiero mucho a Pauline, sólo que a veces me llega a desesperar. ¡No entiendo a las mujeres!.

Me acomodé en el asiento y saqué mis auriculares. Marsella, allá vamos.

Durante todo el trayecto al aeropuerto escuché música, mi padre repetía lo feliz que estaba por regresar a su ciudad, mi madre solo sonreía y mi hermana se tomaba selfies. Vaya viaje.

Unas cuantas horas después aquí estábamos, a punto de aterrizar a Francia. No puedo estar más feliz, no es sarcasmo, realmente estoy feliz.

Me gusta mucho su cultura, y por supuesto, las chicas francesas.

Tomó un tiempo llegar a Marsella, pues nos entretuvimos en algunas tiendas para turistas.
Sin embargo, finalmente estábamos instalados en la casa de mis abuelos.
Y vaya casa. Era una casa muy bella y grande, digna de admirar.

-Bien, niños, es muy tarde y deben de estar muy cansados por el viaje, así que les preparé un chocolate caliente para que después de que se lo tomen se vayan a la cama.-dijo mi abuela.

Sonreí al escuchar el lindo gesto que nos tenía preparado. Me encantaba el chocolate caliente.

Pauline, Papá y yo nos tomamos nuestra taza de chocolate y finalmente subimos a dormir.
Hoy fue un largo día, sólo espero que este viaje valga la pena.

BAD IDEA (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora