Capítulo 25

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Narra Zelda

No sé que pensar a cerca de lo que está sucediendo, a pesar de intentar, no es posible para mi recordar nada. Aunque me hallaba desorientada, sentí que la situación en la que me encontraba era bastante alocada, fascinante y excitante, una experiencia por la que pasé hace ya muchos años, y que se vuelve a repetir, soy afortunada por vivirlo y gozarlo una vez más.

En mi época de estudiante en la academia, participé de muchas orgías, disfrutaba mucho de las lupercales, a diferencia de mi hermana Hilda que no le gustaba participar, pero estoy segura que ésto no tiene comparación.

Mi piel estaba erizada, mi corazón latía una y otra vez, mi respiración era lenta pero profunda y hasta con suspiros incluídos, el calor se apoderaba de mi cuerpo y de mi alma. Evidentemente la soledad no me sienta bien, hasta podría decir que me pone de mal humor. Soy una mujer que le gusta disfrutar de la vida y con eso me refiero a no privarme de nada mucho menos del sexo, no era una ninfómana, pero podría jurar que estaba cerca de serlo.

En lo poco que pude observar, me encontraba sobre una cama enorme con sábanas blancas de seda, tan suaves que era como si  me acariciaran, apenas cubrían mi cuerpo desnudo, mi cabello estaba todo revuelto cubriendo escasamente mi rostro. Todavía no sé que lugar es éste, era un habitación grande con una enorme ventana que dejaba ingresar los rayos del sol.

Me coloqué boca abajo para entregarme por completo a un abismo de placer, en un principio la tensión e incomodidad se apoderaron de mi, como si fuera la primera vez que iba a hacer algo como ésto, hasta que bebí del vaso de wisky que estaba en la mesita de al lado de la cama y conseguí relajarme lo suficiente. Ellas me miraban desde la punta de la cama, como una manada de lobos ambrientos a su presa, apunto de devorar . En poco tiempo, sentí las manos de aquellas dos mujeres ardientes recorriendo todo mi cuerpo de arriba a abajo y de un lado a otro, sin prisas, como si el reloj no corriera, sabían perfecto como hacerme estremecer.

Me volteé para poder ver sus rostros, en sus miradas se podía ver el deseo, sus manos continuaban deslizándose lento por cada rincón de mi cuerpo totalmente extasiado, por un instante Lilith se alejó y nos observaba desde un rincón de la habitación, ya sin entender, la miré extrañada y me regaló una sonrisa perversa, supe que disfrutaba del espectáculo, comenzó a tocar sus partes por ensima de la ropa, cuando volví a mirar se estaba masturbando.

Mambo Marie besó mis labios con desenfreno, sentí que su lengua llegó hasta mi garganta. Ella se alejó de mi por un instante acercándose a Lilith. Ellas aún estaban vestidas, comenzaron a tocarse, a besarse y sacarse la ropa muy lentamente, por un momento pensé que me volvería loca de los celos, pero por el contrario, me enardecía, lograron provocarme y encenderme más. Ambas vinieron hacia mi que continuaba en la cama tratando de recuperar el aliento por eso beso tan fogoso e intenso, y por lo que mis ojos estaban viendo con mucha atención. Lilith me besaba los labios y los mordió con pasión, la llama aumentaba con cada segundo que pasaba. Luego bajó a mi cuello humedeciendolo y finalmente decidió divertirse un rato con mis senos que estaban duros. Los besaba a su antojo y los saboreaba, no paraba de lamerlos y mordía mis pezones haciéndome temblar, podría estar así por horas sin quejarme, sentía algo de dolor, pero era placentero. Mambo Marie fue directo hasta mi sexo, llevó sus dedos para corroborar si estaba lista y los introdujo dentro de mi produciéndome vibraciones. La excitación era tanta que me encontraba completamente mojada, ella aproximó su lengua hasta mi vulva, se entretuvo con mi clítoris y la sensación fue magnífica, grité de placer y me aferré a las suaves sábanas retorciendo mi cuerpo de puro gozo, necesitaba más. Sí, a veces soy insaciable.

Cuando imaginé que me encontraba en mi punto máximo de disfrute, fue que Lilith tomó el lugar de Marie, su lengua y mi clítoris eran felices al encontrarse nuevamente, era tal la felicidad que llegó el mejor orgasmo que pude tener, grité muy fuerte y me faltaba el aire, la satisfacción que sentí en ese momento era inexplicable. Pronto Lilith y Mambo Marie bebieron de mis jugos, no desperdiciaron ni una sola gota. Todo era tan perfecto, éramos un volcán que acababa de hacer erupción y quemaba todo a su paso.

Mi vista comenzó a aclarase, mi respiración se normalizaba, poco a poco fui despertando, pero todavía sentía que todo daba vueltas. Pude ver a Lilith y Mambo Marie juntas hablándome y preguntado si estaba bien, porque al parecer sufrí un desmayo. No lo puedo creer, todo fue producto de mi lujuriosa imaginación, todavia no entiendo cómo es que llegué a pensar algo como eso ¿Marie, Lilith y yo? No, no es nada problable, si cada vez que se ven quieren matarse y no precisamente de la forma que yo fantaseo. Aunque confieso que no tendría nada de malo vivirlo. Ya no sé ni que es lo que estoy diciendo, tal vez el golpe en la cabeza por el desmayo me dejó mal. Todavía estoy anonadada, parecía tan real que hasta podría jurar que en verdad pasó.

Ellas me ayudaron a levantar y me sacaron de mis pervertidos pensamientos. Mi cabeza dolía y sentía que todo daba vueltas, supe que era el fin, no conseguí hacer ni decir nada, no quería ni pensar lo que estaba por venir, seguro una catástrofe y no sé si hay manera de detenerla. Mambo Marie parece decidida a hablar.

No puedo permitirlo, si hay alguien que debe decirle toda la verdad a Lilith, esa soy yo. Mambo Marie fue a buscar a mi hermana Hilda, así que creo que es el momento oportuno, hablaré con ella y lo sabrá de mi boca.

Pasión InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora