25

102 23 1
                                    

"Me gustas"

Lo dijiste otra vez. Yo no sabía que decir. Nunca me había pasado eso. Te pregunté si era una especie de broma porque desde que mi padre rompió su promesa, no volví a confiar en nadie. Me dijiste que no era una broma porque con esas cosas no se juegan. Te diste cuenta que estaba insegura de mí misma.

Te pregunté por qué no te gustaba Kioko. Yo juraba que ustedes dos tenían algo desde el campamento y no me quería sentir traicionada. Me dijiste que Kioko sólo era tu amiga y que no la veías como me veías mi.

Decidí creerte. No tenía razones por las cuales dudar de ti. Siempre habías estado apoyándome y llamándome todos los días, me resultaba difícil encontrar una razón por la que no debería creerte.

"Creo que ya sabes lo que opino de ti. No es necesario que te lo diga devuelta"

Se me hacía muy díficil expresar lo que en verdad sentía y por eso te dije eso. Te comenzaste a reír por mi comentario y dijiste que necesitabas que te lo diga devuelta.

"Quiero ayudarte a que muestres tus verdaderos sentimientos, así que dime lo que sientes por mí"

Maldito aprovechado. Te seguiste riendo y yo te miraba molesta. Entre dientes te dije que también me gustabas y sonreíste amablemente. Me tomaste por el cuello y me besaste. Fue algo torpe porque era mi primer beso real, pero me gustó. Me gustaba cada segundo que estaba contigo.

Nos separamos y te burlaste de mí. ¿Ahora que había hecho mal? Nada. Solo que mi cara estaba más roja que la nariz de Rodolfo el Reno y tú notaste mi sonrojo excesivo y te empezaste a reír. De veras que a veces no me faltan ganas para golpearte.

Me llevaste a mi casa y recuerdo que yo no quería volver. Quería quedarme contigo antes de poder pisar el infierno. Dijiste que todo estaría bien y que no me preocupara. Entre a mi hogar más tranquila, pero no había nadie. Vi que mi hermana había dejado una nota que decía que se habían ido a cenar y que volverían tarde. Me sentí aliviada al saber que estaría sin ellos por unas horas, así que fui a mi habitación a descansar.

Después de ese día, comenzamos a salir más seguido. Nuestra relación crecía al igual que las caricias, pero no éramos nada oficial. Cada día me sentía más segura contigo y empecé a sentirme feliz. 

- H. T.

Debí Odiarte Antes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora