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–¿Buscar trabajo? –la boca de su anonadado amigo rubio moduló aquella pregunta, ladeando la cabeza con confusión, y reflejando en sus iris interrogante– Tú no necesitas buscar trabajo

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–¿Buscar trabajo? –la boca de su anonadado amigo rubio moduló aquella pregunta, ladeando la cabeza con confusión, y reflejando en sus iris interrogante– Tú no necesitas buscar trabajo. Eres Yang Jeongin, tu familia suda dinero –musitó, volviendo a llevar a sus labios la pajita de su zumo de manzana.

Era la hora del recreo, y Jeongin, junto a sus dos mejores amigos, se habían reunido en una de las mesas del patio, donde el pelirosa les anunció su maravilloso plan para continuar asistiendo a sus clases de canto.

El cual, por cierto, era buscar un trabajo.

–Y estás en lo cierto, Sung, pero mis padres no van a invertir su dinero en que yo continúe yendo a canto –suspiró resignado, mientras encogía los hombros–. ¡Encima son tan crueles! Me dan dinero para lo que yo quiera, siempre y cuando no sea eso.

–¿En serio? –Han enarcó las cejas, con pasmo. La familia Yang siempre llevaba todo al extremo– Uhm... ¿No tienes ahorros?

El de hebras fantasía negó con la cabeza, decepcionado.

–Gasté todos mis ahorros el mes pasado para la fiesta de mi cumpleaños –masculló, arrepintiéndose muy en el fondo de haber comprado toda esa comida, y globos–, y los que me quedan son realmente pocos, no me dan para pagar ni si quiera un mes de extraescolares.

–Vaya... En serio estás en una encrucijada –comentó el de mejillas redondas, finalizando la frase con un sonoro sorbo a su bebida–. Entonces sí vas a tener que trabajar... Pero, ¿Dónde? No es por ser pesimista, ni negativo –aclaró desde el principio, negando con una mano a su vez–, pero tu adorable carita es conocida por todo el barrio, y nadie te va a contratar siendo un Yang. Y si lo hacen, ¿Qué dirá tu madre?

Un quejido lastimero salió de los labios del zorrito, que se tiró encima de la mesa, con el rostro enterrado entre sus brazos, soltando suaves jadeos quejumbrosos. No había pensado en lo que acababa de decir el rubio, y ahora que se ponía a escuadriñar bien la situación, se daba cuenta de que estaba todo prácticamente perdido.

La mano de Seungmin, quién había estado en silencio todo ese tiempo, no tardó en apoyarse en la espalda de su amigo, como muestra de apoyo.

–Está bien, Innie –murmuró, dando suaves toquecitos a los omóplatos del adolescente–. ¿Estás seguro de que tu madre no va a dar su brazo a torcer?

–Ni de broma –respondió casi al instante, levantando la cabeza de su escondite para mirar a sus dos amigos–. Me comparó con Won, eso significa que sus palabras iban en serio.

Jisung chasqueó la lengua al escuchar eso, cruzándose de brazos mientras se echaba ligeramente atrás, suspirando mientras llevaba su mirada al cielo, como pensativo.

–Es curiosa la forma en la que todo el mundo se empeña en poner a Hyungwon como ejemplo –comentó, asintiendo ante sus propias palabras, comprendiendo a Yang–. Mis padres, incluso, lo han usado a él en ocasiones para regañarme sobre x tema.

Tattoo || HyunIn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora