Madrid

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La llegada a Madrid fue tal y como Dorian había esperado que fuera. Mucho calor, muchos coches, mucha gente, y muy pocas cosas interesantes que ver.

En la estación, él les estaba esperando. Era alto, rubio, con gafas y camisa azul, y leía apoyado con desenfado en una pared. Dorian deseó con toda su alma que fuera él, porque era realmente guapo.

-Es él -confirmó Astrea, y el traqueteo de las ruedas de la pequeña maleta de ella y de las tres enormes maletas de él le hizo levantar la mirada.

-Tú debes de ser el médico sexy amigo de Astrea -saludó Dorian, avanzando hacia él, que levantó la mirada del libro y enarcó una ceja sobre sus ojos de miel- . Caray, me había dicho que eras guapo, pero se ha quedado corta.

-Dorian, cállate -reprendió Astrea, aunque se le escapó una sonrisa. Siendo sinceros, tenía mucha curiosidad por saber qué pasaría cuando esos dos se conocieran- . Hola, Erni -saludó, y ambos se fundieron en un cálido y largo abrazo- . Cuánto tiempo.

-Hola, Astry. Me alegra que estés aquí. Creí que no querías volver a Madrid.

-Pero mi hermana se ha vuelto a meter en líos, y he recibido una herencia, y de repente tengo dinero para volver -pero no dio más detalles, a ninguno de los dos- . Muchas gracias por dejarnos quedarnos en tu piso.

-¿Estás de broma? ¿Dónde si no ibas a quedarte? Además, es un piso demasiado grande para mí... Bueno, incluso para los tres.

-Oye, ¿de verdad no vas a presentarme? -Dorian interrumpió la conversación con un puchero. En defensa de su amiga, Astrea era perfectamente consciente de que Dorian le estaba mirando el culo a Erni, y prefería no distraerle. Distraerles.

-¡Qué remedio! -suspiró- Erni, este es Dorian, mi compañero de piso en Granada. Dorian, él es Ernesto. Éramos amigos y vecinos cuando éramos niños.

-Y adolescentes, y casi universitarios...

-No exageres, que me fui antes de poder pisar la universidad.

-Me alegro de que hayas vuelto -sonrió el médico, y volvieron a abrazarse. Dorian se sentía un poco fuera de lugar, pero seguía aprovechando para comerse a Erni con la mirada, así que no podía quejarse.

El viaje hasta el piso fue todo lo incómodo que podría ser cuando metes a dos desconocidos, uno de los cuales con la necesidad de ligar con todo lo que se mueva y el otro demasiado harto de la vida para soportarlo, y a dos viejos amigos que no se ven desde hace tres años, en un coche de alquiler conducido por alguien que a día de hoy sigue siendo un misterio cómo consiguió el carnet y llevando por copiloto a alguien con demasiado aprecio por su vida como para poder ir tranquilo a su lado. Es decir, muy incómodo, y eso que Dorian tenía todo el asiento trasero para él solo.

Más incómodo aún cuando, nada más llegar al piso, Astrea tiró su maleta en su habitación y salió corriendo a visitar a su hermana, dejando a los dos chicos solos.

-Mmmmm, ¿Ernesto? -se atrevió a preguntar después de haber deshecho las maletas y ordenar lo que más prisa corría (es decir, las camisas y el maquillaje) en el enorme armario de su nueva habitación. Él estaba tirado en el sofá, viendo lo que parecía una de esas interminables series policiacas- ¿Cuál es la clave del wifi?

-Libertad, igualdad y el último trozo de pizza -respondió, sin levantar la mirada de la pantalla- . Sin espacios y con mayúscula al principio. Y nadie me llama Ernesto, por favor, no lo hagas tú.

No le había mirado, y Dorian, estando tan necesitado de ser el centro de atención como siempre, se sentó a su lado. Demasiado a su lado, refunfuñó Erni para sus adentros. ¿Es que su nuevo compañero no conocía el significado de la expresión "espacio personal"? Se había sentado tan cerca que casi le mareaba la nube de colonia que llevaba encima.

-Así que, vamos a vivir juntos, ¿eh, compi? ¿No estaría bien que hiciéramos algo tú y yo? ¿Para conocernos?

La fulminante mirada que le dirigió Erni por encima del hombro le respondía que no quería tener nada que ver con ese "algo" en el que estaba pensando. Lástima, pensó Dorian, porque realmente tenía buen culo.

Pero, se propuso Dorian en ese momento, no se iba a rendir hasta llevarse a esa belleza de doctor a la cama. No era de los que se rendían por una mala mirada, y menos si dicha mirada era tan sexy debajo de esas horribles gafas cuadradas.

-Vale, vale, mal momento. Pero la idea no era mala, compi. Siempre es buena idea vivir con un amigo, ¿no?

-No puedes forzar la convivencia, Dorian -respondió con voz cansada, pero bajo su aparente expresión seria se adivinaba una sonrisa.

-No, pero puedo intentarlo -y le sonrió. Una sonrisa traviesa, brillante, que hizo tambalearse todas las defensas de Erni. Se dijo que iba a tener que andarse con mucho cuidado con ese morenazo de sonrisilla de duende- . ¿Qué estás viendo?

-Sherlock. ¿Te quieres unir? En la otra mitad del sofá, a ser posible.

-Pero primero voy a hacer palomitas -volvió a sonreír Dorian.

Aquella relación, a todas luces, iba a ser muy interesante.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Where stories live. Discover now