Capítulo 17: Líder y jefe

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Era un nuevo día en la preparatoria y las miradas caían sobre Ezequiel por la publicidad que Bowie tuvo la amabilidad de obtener a costa de presionar al hermano de Elena

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Era un nuevo día en la preparatoria y las miradas caían sobre Ezequiel por la publicidad que Bowie tuvo la amabilidad de obtener a costa de presionar al hermano de Elena. Un compañero, dispuesto a todo para que su nombre especial sea popular antes de las siete y media de la mañana, colocó folletos de Zeke Maverick, líder de la Red, solicitando ayuda en una reunión durante la séptima hora.

Ezequiel echó un vistazo a la lista que se extendía sobre su palma con ojos preocupados, mientras los nervios viajaban por su interior. Sabía que la gente ahora esperaba entender qué era aquello que estaba pidiendo.

—¿Me dirás qué es esto o tengo que preguntarle a Howard? —preguntó una voz que conocía perfectamente.

—Buenos días, Mike —contestó él con desprecio. Su hermano también parecía interesado en su petición de ayuda—. Es increíble que quieras tener una conversación conmigo.

—Los folletos en mi casillero me trajeron —explicó Michael. Ezequiel hizo un recordatorio de golpear a Bowie—. No era broma cuando dijiste que eras el líder.

—¿Y por qué habría de estar bromeando? Que papá y tú siempre crean que miento es su asunto.

—Es fácil suponer que dirías algo para alardear.

—No alardeó de cosas falsas. Soy un líder y hasta el director Thompson lo sabe. Me aceptó gracias a que mis amigos consideraron que era el mejor —dijo Zeke mientras sus ojos irradiaban un triunfo tranquilo. Michael soltó un gruñido cuando el primer timbre sonó—. Ahora, si me disculpas, tengo clases.

Ezequiel se retiró con una respiración lenta que arrastró sus hombros hacia abajo. El asunto de Michael y sus preguntas lo hicieron descartar pedir ayuda a los chicos del último año.

«¿Con esa actitud piensas llegar lejos? Lo veo imposible».

—Pero sí, yo he... —murmuró el líder y, al darse cuenta, una punzada de inquietud lo hizo voltear antes de entrar a su salón.

Su hermano todavía estaba parado frente a su casillero y le sostuvo una mirada malhumorada, aunque no tenía un tinte orgulloso. Observó de lejos acercarse a Layla e ingresó a la clase con la idea de sumergir su mente en otros asuntos. Lo que había descubierto en ese instante podría atenderlo más tarde.

—Perdón que interrumpa tu momento de estar parado mirando a la nada, pero tenemos clases —la voz burlona de Layla sonó con fuerza. Michael solo la observó por el rabillo del ojo mientras se cruzaba de brazos—. Espera, ¿y tu comentario sarcástico?

—Es que no hay ningún comentario, Lay —expresó Mike. Después de una pausa, sus ojos se clavaron en la chica y comenzó a caminar de forma silenciosa hacia su propia clase.

Su amiga se preguntó cómo podría romper el silencio entre ellos.

—Estás actuando muy raro —se atrevió a decir. Para hacer más evidente su preocupación, pasó su mano por el hombro del chico y lo acercó—. ¿No me dirás nada? —indagó. Sujetó su rostro para que lo mirara fijamente.

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