Prólogo parte 3

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Prologo parte 3: el mundo donde vivimos.

¡Tunc!; ¡Tunc!; ¡Tunc...!

El martilleo resonaba por todo el cobertizo...

¡Tunc!; ¡Tunc!; ¡Tunc...!

La fragua incandescente estaba encendida.

¡TUNC!

-¡Cuidado mocoso! -dijo una voz bastante mayor y con cierta sabiduría-. Un mal golpe podría arruinar toda la obra.

-Perdón... -se disculpó Shirou. Él se encontraba enfrente de un yunque, en una de sus manos se encontraba una pinza agarrando una hoja al rojo vivo, en la otra se hallaba un martillo que utilizaba para darle forma.

¡Tunc!; ¡Tunc!;

-Eso es, utiliza menos fuerza, se firme; pero constante -dijo la voz, a pesar que Shirou era la única persona dentro del taller, esta voz se oía claramente.

-Creo que ya está lista abuelo Muramasa...

-Entonces sabes que hacer -contestó este.

Shirou asintió, él llevó la hoja hacia una pila repleta de agua, con mucho cuidado, la sumergió dentro de esta y observó como el agua emitió vapor. Después de unos minutos, el aprendiz de herrero sacó la hoja que resplandeció con luz blanquecina.

El aprendiz de mago se volteó y alzó la hoja para analizarla con su agarre estructural. Sin tener que esperar casi nada, la información llegó a su cabeza: la hoja puede ser considerada como la de una espada corta, una espada corta japonesa para ser exactos. En su mente también aparecieron otros datos como: su dureza, resistencia, afilado, entre otras cosas, todas estaban en su máximo esplendor, pues la espada acababa de ser forjada. Su agarre estructural no le dijo casi nada sobre su historia, por obvias razones. Por último, a su mente llegó la información de las habilidades especiales de la hoja: gracias a los materiales utilizados en el momento de su forja, principalmente a los talismanes Onmyōdō, la espada ha ganado un cierto grado de efectividad contra los espíritus malignos de origen sintoísta.

-¿Qué te parece abuelo? -preguntó Shirou mostrándole la espada a nadie en particular o, al menos, eso parecía. Si uno se fijara bien; podría observar como el chico le mostraba la espada a... ¿otra espada? Mas específicamente, a su Katana Muramasa.

Las inscripciones grabadas en la hoja que significaban el apellido Muramasa se iluminaron mientras la misma voz volvió a hablar-. Hmn... Nada mal para un aprendiz de herrero, no está cerca de las espadas menos renombradas de mi era; pero, para alguien que empezó a forjar hace poco menos de un año, es un buen trabajo, aunque solo será medianamente útil contra espíritus malignos sintoístas, utilízala contra algo más que eso y su aptitud decrecerá mucho.

-Sí. Eso mismo me dijo mi agarre estructural... -dijo Shirou sin poder acostumbrase del todo a hablar con su espada.

Shirou recuerda cómo, un par de meses después de haber obtenido la Muramasa, algo extraño había ocurrido. Cada noche tenía sueños cada vez más lúcidos sobre la forja y el misterioso herrero que la habitaba. Cada vez podía hablar más con él hasta que, cuando finalmente su cobertizo fue restructurado para ser utilizado de manera adecuada como su taller, y pudo empezar con su primer trabajo, la voz de su antepasado le gritó al pelirrojo a los cuatro vientos...

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