Prólogo.

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    Las calles del pueblo a mis pies se encontraban iluminadas por faros y autos en ellas. Solté un suspiro pesado al mirar a la distancia patrullas de policías entre las calles, las sirenas se hicieron presentes con ellas, igual que las luces que acababan con la oscuridad de algunas zonas.

Seguramente fue un robo.

Me alarmé un segundo, inclusive dejé de columpiar mis pies que habían estado colgando por la altura de la montaña.

No pasaron más de cinco segundos de dicha acción cuando sentí un brazo rodearme, pero no de forma gentil, sino hostil. El brazo de alguien se había enroscado alrededor de mi cuello para presionarlo con fuerza y hacerme jadear ante la falta de aire.

Alguien me estaba asfixiando desde atrás.

Alguien apretaba su agarre con suficiente fuerza como para hacerme creer que lo último que quería, era que yo sobreviviera.

Pataleé e intenté arañar su rostro tras de mí hasta que le oí quejarse con un gruñido y soltarme, tosí un par de veces, pero no me detuve en ningún momento a respirar con normalidad, en realidad, mi instinto me hizo pensar en escapar de sus manos traicioneras antes de respirar bien.

Tosiendo, me arrastré en el suelo lejos de aquella persona con chaqueta oscura para luego levantarme con cierta torpeza. No pude ni sostenerme bien sobre mis tobillos cuando la figura más alta me saltó encima haciéndome caer nuevamente al suelo. Me di vuelta estando debajo de mi atacante e intenté hacer que me soltara sacudiéndome y golpeándole.

Logró sostenerme las muñecas.

Logró tenerme debajo de sí.

Sin escapatoria.

—¡Suéltame! —chillé con todo el miedo que pude demostrar al quebrarse mi voz. Soltó mis muñecas y no perdió tiempo en llevar sus manos a mi cuello para aprisionarlo.

Sus pulgares se enterraron con fuerza en mi garganta, sentí sus uñas clavarse en mi piel seguido de sus gruñidos. Pataleé, agité mis manos para golpearle, pero solo conseguía fallar.

Mi mirada se volvía nublada, mi respiración escasa y dolorosa, mi pecho dolía tanto por el miedo como por la falta de oxígeno hasta que poco a poco fui perdiendo fuerza, hasta finalmente perder la consciencia.

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© 2020 | Andy Bell

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Vuelve a mí © CloudvilleWhere stories live. Discover now