25; El abuelo y la mansión Mackenzie

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CAPÍTULO 25

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    Según mamá, el abuelo Arnold no era alguien que fuese a la mansión Mackenzie con regularidad, por lo que fue una sorpresa cuando aquella tarde, el hombre de edad avanzaba se encontraba parado en la puerta principal de la mansión, esperando a que esta fuese abierta. Bianca y yo bajamos del auto con un gesto de extrañes, aunque al menos por mi parte no veía nada de malo que él estuviese ahí, al contrario, disfrutaba de su presencia.

—¿Abuelo? —le llamé logrando que este girara a vernos mientras que nos acercábamos a él.

—¡Dylan! —me saludo de forma alegre—, Bianca, que gusto verlas —dijo sonriendo mientras que posaba ambas manos sobre su bastón de mango metálico.

—¿No te han abierto? —pregunté extrañada al llegar a su lado.

Había colilla de cigarro en su abrigo.

No sabía que el abuelo fumaba.

—Acabo de tocar el timbre, no deben tardar demasiado —y justo a tiempo, Paul abrió la puerta.

—Señor —le saludó el mayordomo al abuelo con asombro y una reverencia, cosa que repitió al vernos a Bianca y a mi—, Señoritas.

—Buen día —dije con Bianca a la vez.

—Paul, hace tiempo que no te veía, ¿Cómo están tus hijos? —habló amablemente Arnold.

—Grandes y sanos, por supuesto.

—¿Mamá y papá están aquí? —le pregunté pasando a un lado de él con Bianca y el abuelo detrás.

—El señor Connor está trabajando, mientras que la señora está en el patio trasero —explicó cerrando la puerta detrás de sí.

—¿Y Oliver? —fue el turno de la rubia preguntar.

—En su habitación con la Doctora Smith, señorita —aseguró.

—¿Quién es ella? —inquirí sentándome en uno de los sofás de la sala.

—La psicóloga de Oliver —explicó Bianca tomando asiento junto a mí.

—Entonces no hay problema —contestó el abuelo a Paul—, Esperaremos a que alguno se desocupe.

—¡Paul, por qué dejaste el suelo tan sucio! —se escuchó un chillido femenino que logró hacer que el mayordomo saltara del susto y se retirara avergonzado, dando una reverencia.

—¿Hay alguien más en casa? —pregunté al no haber reconocido aquella voz.

—Es Teresa —respondió el mayor de los Mackenzie tomando asiento en el sofá frente a nosotras con cuidado y ayuda de su bastón—, La ama de llaves.

Oliver y mamá habían nombrado a Teresa en varias ocasiones, incluso papá lo había hecho. También sabía que ella era quien cocinaba y limpiaba la mansión. Sin embargo, no me había topado con ella durante todo este tiempo.

Incluso sabía que vivía en la mansión, al igual que Paul, pero a diferencia de ella, a Paul lo veía casi en cada esquina. Pero era algo que no había recordado hasta ese preciso instante.

—Aparentemente está en el cuarto de lavado —prosiguió—, Esa chica si que se esmera en limpiar.

—Nunca la había visto —comenté, logrando que incluso el abuelo, aquel hombre que era conversador, se quedara callado.

Vuelve a mí © CloudvilleWhere stories live. Discover now