Capítulo Cuarenta y Cuatro: Un demonio llamado Luhanne.

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Nota de autor: ¡Hey! Dejo esto para aclarar varias cositas. La primera de ellas es que hay mucha realidad aquí, pero también algo de ficción en ciertos aspectos en los que me tomé la licencia literaria de hacerlo en pro de la historia y futuras historias. Los chistes, bromas o manera en la que se tomen ciertos asuntos en este capítulo es referente a la personalidad y vida que llevan los escenarios. En conclusión: No te ofendas.


Capítulo cuarenta y cuatro: Un demonio llamado Luhanne.

Edmun.

Alesso está muerto.

Mi pequeño sobrino de cuatro años fue asesinado.

Una vida inocente y pura fue arrebatada.

No, no importa cuántas veces y de qué forma lo piense, duele y desgarra de la misma manera. Me consume, pudriéndome por dentro durante el vuelo en donde Dietmar le hace preguntas a Lorenz intentando entender lo que sucede. Me lastima en cada momento en el que la mirada dolida de Lorenz se topa con la mía.

Me asfixia cuando aterrizamos en Austria e intento procesarlo una vez más: Alesso fue asesinado, pero no, una vez más no lo consigo.

Las calles de Austria se sienten cómo un borrón mientras nos desplazamos en un auto con un chofer que nos esperaba, detrás y vienen otros autos custodiándonos cómo si fuésemos unos diplomáticos y no una familia manchada de sangre. En algún punto Dietmar entiende que la situación es demasiado grave porque deja de preguntar y todo se vuelve silencio. No me doy cuenta de que estoy pellizcándome la pierna una y otra vez hasta que el dolor se vuelve molesto haciéndome saber que algún moratón debo haber dejado, esa es una conducta despreciable que desarrollé luego del secuestro y una que hace mucho tiempo no aparecía, en ella se refleja la ansiedad, el miedo y dolor cuando se me hace demasiado difícil contenerlo.

— ¿A dónde vamos? —Hablo por primera vez en horas—. Este no es el camino a la casa.

—Nos vamos a la casa principal, vamos a una propiedad que pocos conocen y donde estaremos altamente seguros —responde Lorenz pasándose las manos por el cabello cómo si quisiera arrancárselo—. Debemos ser cuidadosos.

—Vamos a morir o alguien lo hará ¿Cierto? —Cuestiona Dietmar—. Cuando estaba en Alemania, Fabienne y yo hablamos sobre esto muchas veces, sobre nuestras probabilidades de llegar a envejecer.

»Los viejos hijos de puta, duros y despreciables cómo Luhanne consiguen morir en la vejez, pero aquellos que aun conservamos algo de luz, caemos más pronto que tarde; por eso nos inculcan a no temer la muerte y sobre todo: a soportar el dolor.

Hay demasiada verdad en las palabras de alguien que solo tiene dieciocho años. Desde que nacimos siempre supimos que la muerte era una posibilidad y el dolor algo a lo que debíamos tratar cómo un viejo amigo, pero incluso cuando se te prepara para ello, la verdad es que hay un punto en el dolor donde te quiebras o te quiebran, me pasó en aquel secuestro y me pasa ahora incluso con dolores que aunque no profanan mi cuerpo o perforan mi piel, queman y destruyen todo por dentro.

—Los viejos cómo Luhanne —repite Lorenz y hay algo nuevo en su voz: odio.

Volteo a verlo al igual que Dietmar. Pese a que todos crecimos en un principio con miedo al viejo que únicamente era feliz al hacernos esforzarnos en ser "verdaderos machos", sentíamos el deber de quererlo. En mi interior siempre sentí rechazo por ese abuelo que cuando decía nuestros nombres nos hacía temblar porque venía a castigarnos, reprendernos o "enseñarnos" sobre la vida en la que éramos "privilegiados" de estar; pero los sentimientos no eran tan extremo cómo después del secuestro, luego de ello es evidente que no había ni un ápice de aprecio por el viejo.

El Secreto de su Arte (#3 Saga InfoNews)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora