La Apuesta | 13

748 86 9
                                    

—¿Pasa algo? —preguntó Sarah acariciando los cabellos dorados de su hijo.
Hace horas que llevaba acostado hecho bolita, desde que llegó del trabajo no pronunció palabra alguna.

—No —suspiró con tristeza.
Todo él declaraba la agonía por la que pasa el Omega, el olor de tristeza inunda la casa.

—Puedes contarme lo que sea, hijo —continuaba con las caricias sobre la cabeza del joven.

La confianza entre Sarah y sus hijos siempre ha existido, sus hijos saben que pueden contar con ella para lo que sea, pueden ser honestos sin temer a ser juzgados o reprendidos a primera instancia.

—Lo sé —musitó, se cubrió la cabeza con las cobijas haciendo que su madre retira la mano—. Yo me equivoqué —confesó triste.

—Todos nos equivocamos, lo importante es saber cómo solucionarlo —aconsejó la rubia.

Steve asomó un poco su rostro observando el de su madre.

—Me gusta Stephen, pero me di cuenta muy tarde... él ya sale con alguien —bajó la vista.
Se sentía como un estúpido, tal vez lo es.
¿Cómo nunca se dio cuenta de sus sentimientos por el Alfa?

—Oh, cariño, no sabría que decir —sus labios formaron una línea recta—, pero probablemente decir lo que sientes es una buena forma de empezar —sugirió con una sonrisa en su rostro.

—¿Dices que debería decirle a Strange lo que siento? —elevó ambas cejas asombrado.

No podía hacerlo, es una completa locura.

—Sí —afirmó.

Hizo una mueca, tiene que pensarlo, no quiere arruinar una amistad por sus sentimientos. Sentimientos que pueden no ser correspondidos de la misma forma.

—No lo sé —suspiró cubriendo su rostro nuevamente.

Esto está siendo muy horrible.

—Estaré aquí si me necesitas —besó la cabeza de su hijo por sobre las cobijas antes de salir de la habitación.

[•••]

En alguna otra parte de la cuidad, Stephen andaba por ahí junto a Loki. ¿Es extraño? Por supuesto.

—Gracias por acompañarme —dijo Loki sonriendo de oreja a oreja.
Estaba más que feliz si es posible.

Stephen aceptó salir con él, bueno, en realidad aceptó acompañarlo a una convención de mitología nórdica, pero es lo mismo.

—No hay problema, disfruté mucho haber venido —admitió.

Resulta que Loki es bastante agradable cuando no se la pasa coqueteando, aunque eso ya lo sabía, hace tiempo, cuando el Omega era más joven y pasaba tiempo con Thor.

Loki de verdad es alguien interesante, divertido, autentico, espontáneo, algo que había olvidado desde que el pelinegro empezó a coquetear.

—¿No disfrutaste la compañía? —cuestionó coqueto mordiéndose el labio.

El Alfa negó y rio seco, ahí estaba el Loki coqueto de vuelta.

—La compañía fue buena —metió las manos a sus bolsillos y miró hacia arriba en busca de las palabras correctas—. Loki yo... —no logró terminar su frase pues fue interrumpido por labios del pelinegro, unos labios ansiosos.

Strange lo tomó por los hombros para poder alejarlo.

—Loki, perdón si te he hecho pensar cosas que no son, tú no me gustas ¿okay? —habló sin soltarlo—. No quiero que te hagas ilusiones —lo liberó del agarre y suspiró.

—¿Es por ese enclenque de Steve? —arqueó una ceja con furia.

No lo tolera, no tolera ser rechazado, mucho menos por esa razón. ¿Qué le ve a Steve?

—No le digas así —frunció el entrecejo—. Sí, es por él, me gusta, me gusta bastante —entonó orgulloso.
Su corazón vibra de sólo pensar en ese rubio menudito, en esa sonrisa y en esos preciosos orbes azules, son como ver dos estrellas o como ver el mar. Son una belleza pura.

—Eres un idiota, tú te lo pierdes —abofeteó al universitario dispuesto a marcharse de allí tomando la dignidad que le queda.

Sentía tanta furia acumulada en pecho, furia que sólo podía ser saciada con una persona, Steve Rogers. El obstáculo en su vida.
Ya sabía que haría, sería muy sencillo.

Marcó en su celular el número de Tony, tiene que hablar un par de cosas con él. 

Por su parte, Stephen se dirigió a su casa.
Quería ver a Steve, pero no quería escuchar cómo le contaba que regresó con Stark.
¿Por qué el amor es tan complicado?

Una vez estando en su casa, se dio una ducha y el recuerdo de cuando Rogers lo encontró en esa situación le vino a la mente, una sonrisa se posó en su rostro.

No lograba dejar de pensar en el rubio, rubio que seguramente ahora es feliz a lado de Anthony, porque ese castaño se las arreglaría para reconquistar a Steven.

Como le encantaría ser Stark en estos momentos, para poder disfrutar de la cercanía de ojiazul, de esa sonrisa, de la timidez y de ese delicioso aroma a fresas.

Al salir de la ducha, bajó por algo de comida y posteriormente se fue a dormir, no le costó conciliar el sueño, pues había sido una semana atareada.

[•••]

La mañana se hacía presente por su ventana, los rayos del sol iluminan su habitación.

La alarma de su celular suena sin parar confirmando que hoy es lunes, por ende, es día de ir a clases.

Lunes y asistir a la Universidad, la peor combinación de la historia.

Apagó la alarma, se estiró sobre su cama haciendo tronar uno que otro de sus huesos. Talló sus ojos y finalmente los abrió, bajó las escaleras con dirección a la cocina, ya tenía hambre.
Al llegar al lugar su desayuno estaba listo, el cual consta de un omellete, dos tostadas y un plato de frutas.

Gustoso degustó toda la comida, una vez terminó agradeció a la cocinera, para regresar a su habitación.

—Buenos días, joven Stephen —saludó su nana cuando lo vio subir.

—Buenos días, nana —sonrió.

Entró a la ducha, no tardó mucho pues sólo la tomó para poder sobrevivir a la mañana.
Cuando salió, buscó que ropa ponerse, para su desgracia no podía concentrarse ya que su celular no dejaba de vibrar constantemente.

Harto de escuchar ese zumbido, cogió su teléfono. Se quedó pasmado al saber porque el trepidar del electrónico.

—Oh, santa mierda —abrió los ojos como platos.
Esto no podía estar pasando, no le podía pasar esto a Steve.

ʟᴀ ᴀᴘᴜᴇsᴛᴀWhere stories live. Discover now