Capítulo 5

568 24 12
                                    


"The Unforgiven"

Inframundo – Corte del Silencio.

Agosto, 11 de 1747

Minos de Grifo pasó suavemente la yema de su dedo por la página del libro antiguo perfectamente conservado, que se encontraba encima de sus piernas cruzadas. Sin embargo, por más que lo intentaba se había quedado estancado en la misma frase durante bastante rato. Sus ojos pasaban por la misma linea una y otra vez, pero sin llegar a captar las palabras realmente.

Era todo un hecho, no podía concentrarse.

Con verdadera frustración, cerró los ojos apoyando su frente en su palma, agarrando al mismo tiempo su cabello entre sus dedos apretándolos sin darse cuenta. Gruñó irritado, puesto que cada vez que cerraba sus ojos no podía evitar invocar lo sucedido tan solo unos días atrás... Se suponía que debió de darle fin, matarla y ver por sí mismo que todos sus problemas se solucionaban al instante, pero no fue malditamente capaz de hacerlo, a pesar que la ira había amenazado con hacerle perder la cordura, y también se había sentido totalmente indignado, lo cual solo alimentaba esas ansias de acabar con absolutamente todo de una vez por todas.

No obstante, su siniestro plan tomó un rumbo totalmente distinto; mientras sus dedos habían apretado ese delgado y frágil cuello, con su pequeño cuerpo luchando inútilmente para liberarse después de tal conmoción, había visto en aquella mirada rojiza el dolor y el sufrimiento, como si él mismo le hubiera clavado una daga en el vientre. Y para después... una silenciosa lagrima descendió por su pálida mejilla, viendo como lentamente desistía a su vano intento por liberarse de sus garras hasta rendirse finalmente. Algo dentro de él se revolvió, dejándolo sin aliento y saboreando una intensa amargura en el paladar.

Y solo entonces había soltado con palabras toda su desdicha antes de fundirse en esos carnosos labios, con un hambre salvaje y primitivo. De esa forma tomó su cuerpo tantas veces como quiso, sin dejarle espacio a la delicadeza y sin detenerse hasta que su cuerpo ya no pudo más, porque si lo hacía caería en un enorme precipicio donde no quería adentrarse nunca.

En la de la compasión y el arrepentimiento.

Aunque si analizaba todo correctamente, una parte de él ya le susurraba que estaba inmerso hasta el cuello. Por esa razón lo negaba con tanto ímpetu y le hacía rabiar queriéndose olvidar todo de ella.

Pero una vez más le era imposible.

Cada vez que cerraba los ojos, a su mente acudía su mirada bordeada por esas pestañas blancas, de esos labios rojos, su larga cabellera rubia platinada que había tenido el placer de observar cuando lo llevaba suelto y se rizaba en las puntas de sus dedos, o también en su sagrada y satinada piel pálida, que era un completo deleite para él. Apretó los dientes, sin ser capaz de dejar de pensar en ella ni un endemoniado segundo, puesto que tenía un deseo casi demencial de ir a buscarla nuevamente, quedarse con ella y gozar de ese cuerpo suyo que lo volvía loco, al igual que su sonrisa que al parecer solo le dedicaba a él y que avivaba aun más su ardiente deseo.

Maldita sea, quería arrancarse el corazón del pecho y aplastarlo hasta que dejara de sentir todas esas estúpidas emociones.

Pero no iba a volver, eso era seguro.

Aquella adusta decisión a pesar de su determinación, no cobraba fuerza al ir transcurriendo el tiempo, es más, se debilitaba a cada instante que pasaba, y lo hacía odiarse más así mismo por caer en esa debilidad que atribuía a solamente los humanos y que solo le provocaba nauseas, estando acostumbrado a tener una mano de hierro y no flaquear ante nada ni nadie. Y ahora, estaba a un paso de la locura de ir a buscarla y atarla a su cama si era necesario... o en dado caso, ser él quien se quedará atado a ella.

Dark ThreadWhere stories live. Discover now